Cuando en la actualidad a las nueve de la noche -y semanas
antes a las seis de la tarde u ocho de la noche- comienza el toque de queda, no
me siento inseguro, pues pienso que en las horas de confinamiento obligatorio
nada puede pasar. Décadas atrás, en los años setenta durante toques de queda
impuestos por el gobierno del general Francisco Morales Bermúdez, por el
contrario, me sentía inseguro porque sospechaba que cualquier cosa podía pasar.
Como ya he señalado en otras oportunidades, a
pocas semanas de iniciarse un largo periodo de toque de queda -que duró catorce
meses- fui detenido y llevado a una dependencia policial luego de un registro
policial a mi casa, realizado en una madrugada en pleno toque de queda.
Recuerdo que fue una incursión respetuosa aunque totalmente intimidante (ver crónica “Metralletas en el techo de mi casa” del 19 de julio de 2013). La repetición de la
visita días después, también en toque de queda y de madrugada, aunque aparentemente
sólo para dar un mensaje, contribuyó a que en los meses siguientes sintiera
inseguridad durante las horas en que no podía moverme de la casa.
Debo admitir, sin embargo, que no fue durante el toque de
queda sino en la tarde de un sábado, que días después me detuvieron en mi casa
y me “desaparecieron” al dejarme incomunicado tres días en la agencia funeraria de la Policía de Investigaciones del
Perú. El ruido sordo del río Rímac, en una época de poquísimo caudal, junto al
silencio de las calles sin tránsito de vehículos debido al toque de queda, me
impresionaban mucho mientras trataba de dormir en un estrecho catre rodeado de ataúdes
(ver crónica “Durmiendo entre ataúdes” del 14 de setiembre de 2013).
ERA MUY DIFÍCIL COMUNICARSE
Pero la inseguridad durante el toque de queda hace más de
cuarenta años, tenía que ver también con la imposibilidad de comunicarse,
incluso con los familiares cercanos, salvo que se tuviera teléfono. Actualmente
cuando existe en el país mayor número de teléfonos celulares que habitantes,
resulta hasta absurda una afirmación de este tipo, pero en esa época no era
extraño no tener línea telefónica. Como he relatado en varias oportunidades, mi
familia tuvo que esperar más de quince años para tener teléfono.
Esta falta de aparatos telefónicos generaba otra inseguridad,
no se podía conocer el por qué algún miembro de la familia no llegaba antes de
comenzar el toque de queda. No había forma de saberlo hasta el día siguiente.
Podía deberse a que se demoró mucho alguna reunión o alguna tarea laboral, por
lo que no se dejó el lugar donde uno se encontraba. Y la intranquilidad era
tanta para los que se preocupaban por quien no llegaba como para el ausente que
no tenía forma de advertirlo a sus familiares.
NO SE SABÍA QUÉ PASABA
La inseguridad que se sentía tenía relación también por la
falta de información sobre lo que sucedía en el país. Después de escuchar a las
9 ó 10 de la noche los noticieros en los dos canales de televisión, procesados
ambos por Telecentro, la productora del Estado, ya que no existía otros canales
informativos. Faltaban aun unos tres años para que en 1979 Radio Programas del
Perú, RPP, iniciara los espacios informativos denominados Ampliación de Noticias, aun en vigencia. Y cinco para que en 1981 Panamericana
Televisión inaugurara Buenos días Perú,
el primer programa informativo matinal que también permanece hasta la
actualidad.
Si se había pasado la noche preocupado por algún suceso que
como primicia se había adelantado en los noticieros nocturnos, era muy difícil
encontrar desarrollada la noticia en los periódicos del día siguiente. No sólo
porque algunas veces los diarios cerraban sus ediciones muy temprano sino
también porque la línea informativa estaba “parametrada”, término que se
utilizaba para señalar que los diarios obedecían a las instrucciones fijadas
por la Oficina Central de Informaciones, OCI. Los análisis de los hechos
políticos que podían ser hechos por periodistas de distintas revistas semanales
o quincenales, no se podían encontrar porque junto con el inicio de ese toque
de queda se habían clausurado todas, independientemente de su orientación.
Es claro que nadie podía imaginar que en el futuro, al
comenzar el siguiente siglo, se podría leer los periódicos en computadoras, teléfonos
celulares y otros aparatos electrónicos -en esos años impensados- tampoco que
uno mismo podría trasmitir en directo las imágenes de algún suceso o que se
podrían recibir las noticias nacionales e internacionales al mismo tiempo que
estaban sucediendo. Y por cierto se podrían leer o escuchar todo tipo de
opiniones.
En esa época en que además del canal oficial del Estado,
existían dos canales que había sido comerciales y que habían sido estatizados,
se podía pensar que años después existirían dos o tres canales más, como
efectivamente ocurrió en la década de los ochenta, pero era muy difícil pensar
que años después existirían decenas de canales por cable, tanto nacionales como
internacionales y que incluso habrían personas que podrían tener su propio
canal de televisión cuyas instalaciones ocuparían un pequeño espacio de una
habitación…
¡¡¡Durante los toques de queda de mediados de los setenta era
difícil conocer opiniones sobre los sucesos, mientras que durante el actual
toque de queda, es posible dar a conocer nuestras opiniones de los sucesos!!!
NADIE IMAGINABA TOQUE DE QUEDA CON
APLAUSOS
Como en los tres meses finales de 1976 y los ocho iniciales
de 1977, continuamente llegaba a mi casa faltando poco para el inicio del toque
de queda, me tocó salir muy rápido a comprar en bodegas cercanas algo que
faltaba. En la década siguiente no pocas veces había que salir a buscar alguna
lámina u otra cosa que necesitaban nuestros hijos para el colegio. Aunque no es
motivo de orgullo decirlo, no recuerdo ninguna vez que tuviera que salir a
comprar cigarrillos durante los toques de queda en los años 70 y 80, a pesar
que éramos fumadores mi esposa y yo. ¡Siempre teníamos cigarrillos de reserva!
En esas salidas al borde del toque de queda se sentía
absoluta inseguridad, ya que unos minutos de retraso en las calles podía
significar recibir un disparo, pues las patrullas de las fuerzas armadas podían
considerar “enemigos” a quien transitara en las horas prohibidas. No era lo
habitual, ya que generalmente había diez, veinte o incluso más minutos de una
cierta tolerancia, antes de que comenzaran a rondar las patrullas, pero no se
podía descartar algún incidente si se había pasado unos minutos desde el inicio
del toque de queda.
Acostumbrados en esos años a sentir inseguridad al momento de
iniciarse los toques de queda, lejos estábamos de imaginar que décadas después,
el inicio de la inmovilidad obligatoria en casa sería saludado con aplausos por
la población. Y además en muchos casos, desde las ventanas de sus casas
familias enteras entonan canciones para demostrar optimismo frente a la adversidad
y reconocimiento a los esfuerzos de quienes están en primera línea en el
combate contra un mortal virus.
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