Cuando a las ocho
de la noche del 18 de setiembre de 1970, el avión que me traía desde Santo
Domingo aterrizó en Maquetía, aeropuerto de Caracas, tenía la esperanza que algún
dirigente juvenil del COPEI, Partido Social Cristiano de Venezuela, me
estuviese esperando. Pero después de
recoger mi maleta y pasar por Migración comprobé que nadie me esperaba. Tampoco
había alguna persona con un cartelito con mi nombre. Definitivamente ninguno de
los mensajes que había enviado el día anterior había llegado a su destino.
Llegaba después de haber participado en el Comité Mundial de la Unión Internacional de Jóvenes Demócratas Cristianos realizado en Roma entre el 7 y 10 de setiembre y entre el viaje de ida y el de regreso había logrado hablar con dirigentes de las juventudes DC de Colombia, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana (Ver crónicas "Expulsado de Ecuador, con el Papa en Roma" del 28 de enero de 2014 y "De Europa al Caribe sin dinero" del 21 de noviembre de 2014). Les relaté personalmente cómo había terminado el IV Congreso Latinoamericano de Juventudes DC, inaugurado en Quito el 28 de mayo y clausurado en Santiago de Chile el 9 de agosto de ese año. Representantes de esas juventudes DC habían participado en la inauguración del Congreso que se cortó abruptamente con la expulsión del país de las delegaciones de esas cuatro organizaciones y algunas otras.
Llegaba después de haber participado en el Comité Mundial de la Unión Internacional de Jóvenes Demócratas Cristianos realizado en Roma entre el 7 y 10 de setiembre y entre el viaje de ida y el de regreso había logrado hablar con dirigentes de las juventudes DC de Colombia, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana (Ver crónicas "Expulsado de Ecuador, con el Papa en Roma" del 28 de enero de 2014 y "De Europa al Caribe sin dinero" del 21 de noviembre de 2014). Les relaté personalmente cómo había terminado el IV Congreso Latinoamericano de Juventudes DC, inaugurado en Quito el 28 de mayo y clausurado en Santiago de Chile el 9 de agosto de ese año. Representantes de esas juventudes DC habían participado en la inauguración del Congreso que se cortó abruptamente con la expulsión del país de las delegaciones de esas cuatro organizaciones y algunas otras.
Al momento de la
expulsión yo ejercía la presidencia de la Juventud Demócrata Cristiana de
América Latina, JUDCA, y al clausurarse el Congreso 70 días después, recibí el encargo
del diputado chileno Pedro Felipe Ramírez, nuevo presidente de JUDCA, que no
estaba seguro de viajar a Roma, que en el trayecto del viaje tratara de
contactar con las juventudes que, como esas cuatro, no pudieron asistir a la
parte final del congreso realizado en Chile para informarles de su desarrollo
final.
VOZ
FIRME, ADEMANES RESUELTOS Y BOLSILLOS VACÍOS
Como había estado
por veinticuatro horas en Caracas en el viaje de ida justo dos semanas antes, ya
conocía el sistema de “carro por puesto”, es decir automóviles que llevaban a
cinco pasajeros hasta algún punto del centro de la ciudad y cobraban 5
bolívares a cada uno. Pero recordé que tenía exactamente un dólar en el
bolsillo que al cambio de ese entonces era equivalente a 3 bolívares y medio.
No tuve entonces más remedio que salir del edificio y acércame a uno de los
taxis y decirle resueltamente: “Lléveme al hotel Baralt”. Era el mismo donde me
había alojado el 4 de setiembre cuando llegué camino a Roma y cuando me resultó
imposible comunicarme con los dirigentes juveniles copeyanos.
Mientras el automóvil
avanzaba en medio del intenso tránsito de una ciudad con
demasiados vehículos y gasolina muy barata, en una noche de viernes además,
tuve tiempo de pensar tranquilamente en lo que haría al llegar y cómo ubicar a
mis interlocutores para conversar al día siguiente e incluso el domingo hasta
medio día ya que en la tarde tenía pasaje para Lima. Apenas llegué al hotel,
mientras un botones recibía mi maleta del chofer, entré resueltamente hacia la
recepción y luego de mirar al encargado le dije aparentando total tranquilidad:
“Me parece que usted mismo me recibió hace dos semanas…” e inmediatamente: “Por
favor, pagué el taxi que no tengo moneda nacional”. Mientras yo llenaba mis
datos, aliviado vi cómo sacaba dinero para pagarle al taxista. Ya eran más de
las 10 de la noche por lo que el restaurante estaba cerrado, pero me acordé que
el servicio a las habitaciones funcionaba hasta más tarde por lo que pedí que
me subieran un jugo y un par de sándwiches. Bastante fresco luego un duchazo
que me hizo olvidar un día tenso e intenso, mientras comía pensé que no estaba
mal tres horas después de llegar al aeropuerto con un dólar en el bolsillo
encontrarme en un cómodo hotel de Caracas recién bañado y comiendo
tranquilamente y… todavía con el dólar en el bolsillo.
Al día siguiente,
después de tomar desayuno en el hotel, comencé a llamar telefónicamente a mis
contactos, con poca suerte inicialmente. Mientras esperaba para iniciar una
segunda ronda de intentos, llamé a Alba Illarramendi, una abogada especialista
en temas municipales, dirigente del COPEI con quien había participado seis años
atrás en un seminario para dirigentes demócratas cristianos realizado en
Alemania y otros países. En esa oportunidad los 25 latinoamericanos que
estuvimos compartiendo preocupaciones propias de nuestro continente y
conociendo experiencias europeas. En esos 40 días todos desarrollamos fuertes
lazos de amistad, por lo que Alba al enterarse de mi situación me dijo que
pasaría por el hotel en una hora para saludarme y conversar un rato, a pesar
que ese sábado se iba a una casa de playa con su familia en las afueras de
Caracas.
Aproveché que las
oficinas de APSA, Aerolíneas
Peruanas S.A., quedaban cerca ya que tenía pasaje a Lima previsto para el inicio de la tarde del día siguiente y lo dejé en suspenso para definir mi salida posteriormente ya que sí me
había sido fácil llegar al hotel sin dinero estaba seguro que sería muy difícil
salir de sus instalaciones sin pagarlo. Regresé al hotel para hacer una segunda
ronda de llamadas telefónicas, igualmente infructuosas…
UNA AMIGA AL RESCATE
Cuando llegó Alba
conversamos sobre amigos comunes. Ella sabía que yo había dirigido años atrás
la Juventud DC del Perú y que poco antes había presidido la JUDCA y me dijo que
se sentía muy orgullosa de mi trayectoria política aunque preocupada porque
pensaba que era parte de una generación, que al igual que algunos sectores de
jóvenes copeyanos, se “estaba izquierdeando demasiado”. A propósito de eso le
conté que tres días antes había conversado algunos minutos con Antonio José
Molina, nuestro compañero cubano en el seminario, y cómo él que era dirigente
de la DC cubana en el exilio estaba enfrentado totalmente con los jóvenes de su
organización que tenía una mirada radicalmente distinta de lo que pasaba en
Cuba, tal como lo he contado en otra crónica.
Al enterarse que
sólo tenía un dólar en el bolsillo, se preocupó mucho pero le dije que Juan
Pablo Moncagatta,
secretario general de la UIJDC me había asegurado que los dirigentes copeyanos
cubrirían mis gastos. Alba sacó de su cartera unos billetes y me los entregó
diciendo que era para mis gastos de café o transporte hasta que me reuniera con
sus compañeros. Y cuando estaba por despedirse, volvió a abrir su cartera y
sacó un cheque, lo firmó y me lo dio diciendo: si no tienes suerte de reunirte
con la gente y tienes que dejar el hotel para irte a embarcar al Perú, pagas
con mi cheque tus gastos en el hotel. Cuando pretendí devolverlo me dijo que si
no lo necesitaba lo rompiera y si lo usaba ella se encargaría que le
reembolsaran el gasto. Al volver a agradecerle tenía la seguridad que si me
veía forzado a usar el cheque, Alba nunca pediría ningún reembolso…
Después de caminar
una hora por los alrededores, regresé al hotel para almorzar y descansar una
hora y volver con mis llamadas telefónicas.
Encontré a algunos
conocidos, como Jorge Sucre con quien había conversado dos semanas antes, pero luego
de algunas horas localicé a Oswaldo Álvarez Paz, diputado de 27 años, secretario
general de la Juventud Revolucionaria Copeyana y que era uno de los dirigentes
expulsados del Ecuador en mayo. Quedamos en vernos en la mañana siguiente en el
local del IFEDEC, el Instituto
de capacitación de la DC latinoamericana, donde él participaría en un
conversatorio junto con otros dirigentes copeyanos frente a un grupo de DC
latinoamericanos que asistían a un seminario. Con la seguridad que al día
siguiente cumpliría con completar la información sobre el congreso
latinoamericano y tendría cómo solucionar mis gastos en Caracas, salí a caminar
un rato tranquilamente.
ENCUENTROS Y REENCUENTROS EN CENTRO DE FORMACIÓN
El domingo me fui muy temprano al local del IFEDEC, para tener tiempo
de saludar a Edwin Rondón, quien participaba en el seminario por el PDC peruano.
Pero lo que no esperaba es que Oswaldo llegaría acompañado de Hilarión Cardozo,
quien había sido diputado por diez años y primer secretario general de la JRC
después que en 1958 cayó la dictadura de Marco Pérez Jiménez. A este importante
líder juvenil, que en los años siguientes sería embajador, ministro y
gobernador del Estado de Zulia, lo había conocido once años antes en el I
Congreso Latinoamericano de la Juventud DC realizado en Lima donde pudo haber
sido elegido como el primer presidente de la JUDCA (Ver crónica "Votante brasileño nacido en Puno" del 1 de noviembre de 2012). Conversamos con ambos unos diez
minutos antes que ingresaran a participar en un panel frente a participantes de
varios partidos DC de América Latina. En esos momentos el presidente de
Venezuela era Rafael Caldera, fundador y líder del COPEI y aunque en ese
momento faltaban muchísimos años, a ninguno de los que en ese momento
conversábamos se nos podía haber ocurrido que en 1993 Hilarión sería presidente
del COPEI y Oswaldo el candidato presidencial copeyano, derrotado por… Rafael
Caldera, quien a los 78 años se apartó el partido que fundara 45 años atrás
para postular y ganar la presidencia de la república por segunda vez.
Me senté en un lugar cercano a la puerta de salida del aula y escuché con atención a los expositores. Cuando faltaban unos diez minutos para que terminaran vi que llegaba el siguiente expositor, el diputado Luis Herrera Campins, secretario general de la ODCA, Organización Demócrata Cristiana de América. Me levanté a saludarlo y conversé brevemente con él que con la cordialidad de siempre me invitó a pasar por su casa esa tarde para poder conversar con menos premura que en esos minutos antes de su exposición.
Terminaron sus exposiciones Cardozo y Álvarez y se dio un descanso de diez minutos para proseguir con la intervención de Herrera. Los tres dirigentes venezolanos conversaron esos minutos entre si. Luego Herrera ingresó a su exposición y los otros dos conversaron por unos minutos más. Aunque en ese momento no lo sabían, ambos serían gobernadores de su estado natal Zulia. Hilarión nombrado por Caldera entre los años 1971 y 1974, mientras que Álvarez lo sería en 1989, cuando por primera vez el cargo de gobernador fue resultado de una elección popular. Y su reelección en 1992 fue con una cifra aún no superada, el 73 % de los votos.
Me senté en un lugar cercano a la puerta de salida del aula y escuché con atención a los expositores. Cuando faltaban unos diez minutos para que terminaran vi que llegaba el siguiente expositor, el diputado Luis Herrera Campins, secretario general de la ODCA, Organización Demócrata Cristiana de América. Me levanté a saludarlo y conversé brevemente con él que con la cordialidad de siempre me invitó a pasar por su casa esa tarde para poder conversar con menos premura que en esos minutos antes de su exposición.
Terminaron sus exposiciones Cardozo y Álvarez y se dio un descanso de diez minutos para proseguir con la intervención de Herrera. Los tres dirigentes venezolanos conversaron esos minutos entre si. Luego Herrera ingresó a su exposición y los otros dos conversaron por unos minutos más. Aunque en ese momento no lo sabían, ambos serían gobernadores de su estado natal Zulia. Hilarión nombrado por Caldera entre los años 1971 y 1974, mientras que Álvarez lo sería en 1989, cuando por primera vez el cargo de gobernador fue resultado de una elección popular. Y su reelección en 1992 fue con una cifra aún no superada, el 73 % de los votos.
Conversamos largo
con Oswaldo sobre lo ocurrido en la finalización del congreso de la JUDCA en
Santiago, así como también sobre lo que sucedía en nuestros países, gobernado
por el COPEI Venezuela y por el gobierno militar encabezado por Juan Velasco
Alvarado el Perú. A pesar de su juventud, Oswaldo Álvarez apuntaba ya como el
líder partidario y parlamentario que fue en las décadas siguientes. De hecho fue
presidente de la Cámara de Diputados entre 1975 y 1979 y totalizó en esa Cámara
20 años hasta 1989 en que postuló y ganó la gobernación de Zulia. Al terminar
de hablar, luego de unas tres horas incluyendo almuerzo y enterado de mis
urgencias económicas, Oswaldo me indicó que en la mañana siguiente pasaría a
recogerme al hotel para ir a una oficina partidaria y recabar los bolívares
necesarios para pagar mis deudas. Antes de las diez o diez y media de la mañana
tendrás el dinero me dijo. Entonces arreglaré mi pasaje para salir a primera
hora de la tarde le dije al despedirme en la puerta de la casa de Herrera
Campins donde me dejó.
LA
SENCILLEZ DE UN FUTURO PRESIDENTE DE VENEZUELA
La casa del
dirigente copeyano era una típica vivienda de clase media. Había estado con
otros dirigentes juveniles DC en una oportunidad anterior. Se trataba de un
hombre muy sencillo y de conversación amena, con un compromiso firme con el COPEI,
Partido Social Cristiano de Venezuela, al mismo tiempo que no ocultaba las
diferencias de matices con algunos de sus compañeros, razón por la cual lideró
una corriente interna de centro izquierda en el congreso partidario de 1973, perdiendo
estrechamente la nominación para ser el candidato presidencial frente a Lorenzo
Fernández, quien perdió frente al candidato de Acción Democrática Carlos Andrés
Pérez. A fines de ese año después de cuatro periodos como diputado, Luis
Herrera fue elegido senador, cargo que ejerció entre 1974 y 1979. Cinco años
después fue candidato presidencial triunfante y ejerció la presidencia de la
república, cargo que ocupó con la sencillez de siempre hasta 1984. Desde ese
año, en su calidad de ex presidente fue senador vitalicio, cargo que fue
suprimido por la nueva constitución venezolana en 1999.
Pero mientras tomábamos
un café casero en la casa de Luis Herrera Campins faltaban aun nueve años para
que mi amable interlocutor fuera elegido presidente de su país. La conversación
versó principalmente en la radicalización de las posiciones de los integrantes
de las juventudes demócratas cristianas en varios países latinoamericanos y su
preocupación de que los dirigentes mayores no valoraran sus inquietudes que se
originaban no solo en la ampliación de las brechas sociales en los países, sino
también por el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia Católica a partir
del Concilio Vaticano II. Fue más de una hora lo que duró la conversación entre
los dos y me quedó grabada en la mente fundamentalmente la sencillez del trato
y la capacidad de diálogo, es decir no solamente hablar sino escuchar…
Esta conversación
compensó con creces las esperas junto al teléfono y los trámites del día de
ayer, pensé cuando dejé la casa de Herrera. Tuve tiempo en el resto de la tarde
de conversar con algunos amigos venezolanos, antes de regresar a comer y dormir
al hotel. Pero antes de encontrarme con Jorge Sucre y Bernardo Level, fui
justamente a realizar un último trámite a APSA, la línea aérea en la que debía
viajar a Lima. No recuerdo mayores detalles, sólo que se complicó y que la única
forma de llegar era volando en Iberia a Bogotá al día siguiente y continuar a
Lima en Avianca el martes a mediodía. Bueno me dije, tendré que pasarme casi 20
horas en El Dorado, el aeropuerto de capital colombiana. Y me acordé con
satisfacción que en ese terminal aéreo se invitaba café a los pasajeros en
tránsito.
POR
FIN RESPIRÉ TRANQUILO
A la mañana
siguiente, Oswaldo Álvarez me buscó a las ocho de la mañana, lo acompañé
mientras realizaba un par de gestiones y una hora después estábamos en un local
partidario en el que habló con un funcionario que me llevó a una oficina, me
entregó un sobre y apuntó mi nombre en alguna libreta. Cuando comprobé que
había 500 bolívares, le dije a Oswaldo que mi deuda en el hotel sólo era
alrededor de 300. Sí me contestó, pero te quedaste más de un día en tu ida a
Roma para poder contactarnos y eso significó también gastos. No le discutí
porque pensé inmediatamente que en Bogotá dormiría en un hotel y no en el
aeropuerto.
Después de
despedirme del líder juvenil copeyano sólo tuve tiempo de ir al hotel, bajar mi
maleta y pagar mi cuenta. Pero antes de dejarlo, utilicé por última vez el
teléfono para llamar a Alba Illarramendi y decirle que todo se había arreglado.
Le reiteré mi agradecimiento y le dije que anulara su cheque, que yo lo
rompería o tacharía. Después de lo cual salí apresuradamente al aeropuerto.
Cuando llegué cambié los bolívares que me quedaban…
A las dos y media de la tarde salió mi vuelo y
hora y media después llegué a Bogotá y me dirigí a un hotel. Hice algunas
compras, conversé a las siete de la noche con algunos de los dirigentes
juveniles DC y al día siguiente al mediodía estaba despegando de El Dorado
rumbo por fin a Lima. Al momento de encontrarme en el aire pensé en las últimas
24 horas vividas y me dije, como para convencerme a mí mismo: ¡Llegué a Caracas
con 1 dólar y salí con algo más de 50!
Peripecias de un peruano al que admiro por su entereza para enfrentar lo imprevisible. Orgullo de habernos formado en las mismas aulas y ahora inmersos en evocar tiempos idos. Cada cual con las experiencias propias de lo que escogió como destino. Felicitaciones Alfredo Filomeno.
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