viernes, 20 de febrero de 2015

A CARACAS LLEGUÉ CON UN DÓLAR (1970)

Cuando a las ocho de la noche del 18 de setiembre de 1970, el avión que me traía desde Santo Domingo aterrizó en Maquetía, aeropuerto de Caracas, tenía la esperanza que algún dirigente juvenil del COPEI, Partido Social Cristiano de Venezuela, me estuviese esperando. Pero después de recoger mi maleta y pasar por Migración comprobé que nadie me esperaba. Tampoco había alguna persona con un cartelito con mi nombre. Definitivamente ninguno de los mensajes que había enviado el día anterior había llegado a su destino.

Llegaba después de haber participado en el Comité Mundial de la Unión Internacional de Jóvenes Demócratas Cristianos realizado en Roma entre el 7 y 10 de setiembre y entre el viaje de ida y el de regreso había logrado hablar con dirigentes de las juventudes DC de Colombia, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana (Ver crónicas "Expulsado de Ecuador, con el Papa en Roma" del 28 de enero de 2014 y "De Europa al Caribe sin dinero" del 21 de noviembre de 2014). Les relaté personalmente cómo había terminado el IV Congreso Latinoamericano de Juventudes DC, inaugurado en Quito el 28 de mayo y clausurado en Santiago de Chile el 9 de agosto de ese año. Representantes de esas juventudes DC habían participado en la inauguración del Congreso que se cortó abruptamente con la expulsión del país de las delegaciones de esas cuatro organizaciones y algunas otras.

Al momento de la expulsión yo ejercía la presidencia de la Juventud Demócrata Cristiana de América Latina, JUDCA, y al clausurarse el Congreso 70 días después, recibí el encargo del diputado chileno Pedro Felipe Ramírez, nuevo presidente de JUDCA, que no estaba seguro de viajar a Roma, que en el trayecto del viaje tratara de contactar con las juventudes que, como esas cuatro, no pudieron asistir a la parte final del congreso realizado en Chile para informarles de su desarrollo final.

VOZ FIRME, ADEMANES RESUELTOS Y BOLSILLOS VACÍOS

Como había estado por veinticuatro horas en Caracas en el viaje de ida justo dos semanas antes, ya conocía el sistema de “carro por puesto”, es decir automóviles que llevaban a cinco pasajeros hasta algún punto del centro de la ciudad y cobraban 5 bolívares a cada uno. Pero recordé que tenía exactamente un dólar en el bolsillo que al cambio de ese entonces era equivalente a 3 bolívares y medio. No tuve entonces más remedio que salir del edificio y acércame a uno de los taxis y decirle resueltamente: “Lléveme al hotel Baralt”. Era el mismo donde me había alojado el 4 de setiembre cuando llegué camino a Roma y cuando me resultó imposible comunicarme con los dirigentes juveniles copeyanos.

Mientras el automóvil avanzaba en medio del intenso tránsito de una ciudad con demasiados vehículos y gasolina muy barata, en una noche de viernes además, tuve tiempo de pensar tranquilamente en lo que haría al llegar y cómo ubicar a mis interlocutores para conversar al día siguiente e incluso el domingo hasta medio día ya que en la tarde tenía pasaje para Lima. Apenas llegué al hotel, mientras un botones recibía mi maleta del chofer, entré resueltamente hacia la recepción y luego de mirar al encargado le dije aparentando total tranquilidad: “Me parece que usted mismo me recibió hace dos semanas…” e inmediatamente: “Por favor, pagué el taxi que no tengo moneda nacional”. Mientras yo llenaba mis datos, aliviado vi cómo sacaba dinero para pagarle al taxista. Ya eran más de las 10 de la noche por lo que el restaurante estaba cerrado, pero me acordé que el servicio a las habitaciones funcionaba hasta más tarde por lo que pedí que me subieran un jugo y un par de sándwiches. Bastante fresco luego un duchazo que me hizo olvidar un día tenso e intenso, mientras comía pensé que no estaba mal tres horas después de llegar al aeropuerto con un dólar en el bolsillo encontrarme en un cómodo hotel de Caracas recién bañado y comiendo tranquilamente y… todavía con el dólar en el bolsillo.

Al día siguiente, después de tomar desayuno en el hotel, comencé a llamar telefónicamente a mis contactos, con poca suerte inicialmente. Mientras esperaba para iniciar una segunda ronda de intentos, llamé a Alba Illarramendi, una abogada especialista en temas municipales, dirigente del COPEI con quien había participado seis años atrás en un seminario para dirigentes demócratas cristianos realizado en Alemania y otros países. En esa oportunidad los 25 latinoamericanos que estuvimos compartiendo preocupaciones propias de nuestro continente y conociendo experiencias europeas. En esos 40 días todos desarrollamos fuertes lazos de amistad, por lo que Alba al enterarse de mi situación me dijo que pasaría por el hotel en una hora para saludarme y conversar un rato, a pesar que ese sábado se iba a una casa de playa con su familia en las afueras de Caracas.

Aproveché que las oficinas de APSA, Aerolíneas Peruanas S.A., quedaban cerca ya que tenía pasaje a Lima previsto para el inicio de la tarde del día siguiente y lo dejé en suspenso para definir mi salida posteriormente ya que sí me había sido fácil llegar al hotel sin dinero estaba seguro que sería muy difícil salir de sus instalaciones sin pagarlo. Regresé al hotel para hacer una segunda ronda de llamadas telefónicas, igualmente infructuosas…

UNA AMIGA AL RESCATE

Cuando llegó Alba conversamos sobre amigos comunes. Ella sabía que yo había dirigido años atrás la Juventud DC del Perú y que poco antes había presidido la JUDCA y me dijo que se sentía muy orgullosa de mi trayectoria política aunque preocupada porque pensaba que era parte de una generación, que al igual que algunos sectores de jóvenes copeyanos, se “estaba izquierdeando demasiado”. A propósito de eso le conté que tres días antes había conversado algunos minutos con Antonio José Molina, nuestro compañero cubano en el seminario, y cómo él que era dirigente de la DC cubana en el exilio estaba enfrentado totalmente con los jóvenes de su organización que tenía una mirada radicalmente distinta de lo que pasaba en Cuba, tal como lo he contado en otra crónica.

Al enterarse que sólo tenía un dólar en el bolsillo, se preocupó mucho pero le dije que Juan Pablo Moncagatta, secretario general de la UIJDC me había asegurado que los dirigentes copeyanos cubrirían mis gastos. Alba sacó de su cartera unos billetes y me los entregó diciendo que era para mis gastos de café o transporte hasta que me reuniera con sus compañeros. Y cuando estaba por despedirse, volvió a abrir su cartera y sacó un cheque, lo firmó y me lo dio diciendo: si no tienes suerte de reunirte con la gente y tienes que dejar el hotel para irte a embarcar al Perú, pagas con mi cheque tus gastos en el hotel. Cuando pretendí devolverlo me dijo que si no lo necesitaba lo rompiera y si lo usaba ella se encargaría que le reembolsaran el gasto. Al volver a agradecerle tenía la seguridad que si me veía forzado a usar el cheque, Alba nunca pediría ningún reembolso…

Después de caminar una hora por los alrededores, regresé al hotel para almorzar y descansar una hora y volver con mis llamadas telefónicas. Encontré a algunos conocidos, como Jorge Sucre con quien había conversado dos semanas antes, pero luego de algunas horas localicé a Oswaldo Álvarez Paz, diputado de 27 años, secretario general de la Juventud Revolucionaria Copeyana y que era uno de los dirigentes expulsados del Ecuador en mayo. Quedamos en vernos en la mañana siguiente en el local del IFEDEC, el Instituto de capacitación de la DC latinoamericana, donde él participaría en un conversatorio junto con otros dirigentes copeyanos frente a un grupo de DC latinoamericanos que asistían a un seminario. Con la seguridad que al día siguiente cumpliría con completar la información sobre el congreso latinoamericano y tendría cómo solucionar mis gastos en Caracas, salí a caminar un rato tranquilamente.
 
ENCUENTROS Y REENCUENTROS EN CENTRO DE FORMACIÓN

El domingo me fui muy temprano al local del IFEDEC, para tener tiempo de saludar a Edwin Rondón, quien participaba en el seminario por el PDC peruano. Pero lo que no esperaba es que Oswaldo llegaría acompañado de Hilarión Cardozo, quien había sido diputado por diez años y primer secretario general de la JRC después que en 1958 cayó la dictadura de Marco Pérez Jiménez. A este importante líder juvenil, que en los años siguientes sería embajador, ministro y gobernador del Estado de Zulia, lo había conocido once años antes en el I Congreso Latinoamericano de la Juventud DC realizado en Lima donde pudo haber sido elegido como el primer presidente de la JUDCA (Ver crónica "Votante brasileño nacido en Puno" del 1 de noviembre de 2012). Conversamos con ambos unos diez minutos antes que ingresaran a participar en un panel frente a participantes de varios partidos DC de América Latina. En esos momentos el presidente de Venezuela era Rafael Caldera, fundador y líder del COPEI y aunque en ese momento faltaban muchísimos años, a ninguno de los que en ese momento conversábamos se nos podía haber ocurrido que en 1993 Hilarión sería presidente del COPEI y Oswaldo el candidato presidencial copeyano, derrotado por… Rafael Caldera, quien a los 78 años se apartó el partido que fundara 45 años atrás para postular y ganar la presidencia de la república por segunda vez.

Me senté en un lugar cercano a la puerta de salida del aula y escuché con atención a los expositores. Cuando faltaban unos diez minutos para que terminaran vi que llegaba el siguiente expositor, el diputado Luis Herrera Campins, secretario general de la ODCA, Organización Demócrata Cristiana de América. Me levanté a saludarlo y conversé brevemente con él que con la cordialidad de siempre me invitó a pasar por su casa esa tarde para poder conversar con menos premura que en esos minutos antes de su exposición.

Terminaron sus exposiciones Cardozo y Álvarez y se dio un descanso de diez minutos para proseguir con la intervención de Herrera. Los tres dirigentes venezolanos conversaron esos minutos entre si. Luego Herrera ingresó a su exposición y los otros dos conversaron por unos minutos más. Aunque en ese momento no lo sabían, ambos serían gobernadores de su estado natal Zulia. Hilarión nombrado por Caldera entre los años 1971 y 1974, mientras que Álvarez lo sería en 1989, cuando por primera vez el cargo de gobernador fue resultado de una elección popular. Y su reelección en 1992 fue con una cifra aún no superada, el 73 % de los votos.

Conversamos largo con Oswaldo sobre lo ocurrido en la finalización del congreso de la JUDCA en Santiago, así como también sobre lo que sucedía en nuestros países, gobernado por el COPEI Venezuela y por el gobierno militar encabezado por Juan Velasco Alvarado el Perú. A pesar de su juventud, Oswaldo Álvarez apuntaba ya como el líder partidario y parlamentario que fue en las décadas siguientes. De hecho fue presidente de la Cámara de Diputados entre 1975 y 1979 y totalizó en esa Cámara 20 años hasta 1989 en que postuló y ganó la gobernación de Zulia. Al terminar de hablar, luego de unas tres horas incluyendo almuerzo y enterado de mis urgencias económicas, Oswaldo me indicó que en la mañana siguiente pasaría a recogerme al hotel para ir a una oficina partidaria y recabar los bolívares necesarios para pagar mis deudas. Antes de las diez o diez y media de la mañana tendrás el dinero me dijo. Entonces arreglaré mi pasaje para salir a primera hora de la tarde le dije al despedirme en la puerta de la casa de Herrera Campins donde me dejó.
LA SENCILLEZ DE UN FUTURO PRESIDENTE DE VENEZUELA

La casa del dirigente copeyano era una típica vivienda de clase media. Había estado con otros dirigentes juveniles DC en una oportunidad anterior. Se trataba de un hombre muy sencillo y de conversación amena, con un compromiso firme con el COPEI, Partido Social Cristiano de Venezuela, al mismo tiempo que no ocultaba las diferencias de matices con algunos de sus compañeros, razón por la cual lideró una corriente interna de centro izquierda en el congreso partidario de 1973, perdiendo estrechamente la nominación para ser el candidato presidencial frente a Lorenzo Fernández, quien perdió frente al candidato de Acción Democrática Carlos Andrés Pérez. A fines de ese año después de cuatro periodos como diputado, Luis Herrera fue elegido senador, cargo que ejerció entre 1974 y 1979. Cinco años después fue candidato presidencial triunfante y ejerció la presidencia de la república, cargo que ocupó con la sencillez de siempre hasta 1984. Desde ese año, en su calidad de ex presidente fue senador vitalicio, cargo que fue suprimido por la nueva constitución venezolana en 1999.

Pero mientras tomábamos un café casero en la casa de Luis Herrera Campins faltaban aun nueve años para que mi amable interlocutor fuera elegido presidente de su país. La conversación versó principalmente en la radicalización de las posiciones de los integrantes de las juventudes demócratas cristianas en varios países latinoamericanos y su preocupación de que los dirigentes mayores no valoraran sus inquietudes que se originaban no solo en la ampliación de las brechas sociales en los países, sino también por el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia Católica a partir del Concilio Vaticano II. Fue más de una hora lo que duró la conversación entre los dos y me quedó grabada en la mente fundamentalmente la sencillez del trato y la capacidad de diálogo, es decir no solamente hablar sino escuchar…

Esta conversación compensó con creces las esperas junto al teléfono y los trámites del día de ayer, pensé cuando dejé la casa de Herrera. Tuve tiempo en el resto de la tarde de conversar con algunos amigos venezolanos, antes de regresar a comer y dormir al hotel. Pero antes de encontrarme con Jorge Sucre y Bernardo Level, fui justamente a realizar un último trámite a APSA, la línea aérea en la que debía viajar a Lima. No recuerdo mayores detalles, sólo que se complicó y que la única forma de llegar era volando en Iberia a Bogotá al día siguiente y continuar a Lima en Avianca el martes a mediodía. Bueno me dije, tendré que pasarme casi 20 horas en El Dorado, el aeropuerto de capital colombiana. Y me acordé con satisfacción que en ese terminal aéreo se invitaba café a los pasajeros en tránsito.

POR FIN RESPIRÉ TRANQUILO

A la mañana siguiente, Oswaldo Álvarez me buscó a las ocho de la mañana, lo acompañé mientras realizaba un par de gestiones y una hora después estábamos en un local partidario en el que habló con un funcionario que me llevó a una oficina, me entregó un sobre y apuntó mi nombre en alguna libreta. Cuando comprobé que había 500 bolívares, le dije a Oswaldo que mi deuda en el hotel sólo era alrededor de 300. Sí me contestó, pero te quedaste más de un día en tu ida a Roma para poder contactarnos y eso significó también gastos. No le discutí porque pensé inmediatamente que en Bogotá dormiría en un hotel y no en el aeropuerto.

Después de despedirme del líder juvenil copeyano sólo tuve tiempo de ir al hotel, bajar mi maleta y pagar mi cuenta. Pero antes de dejarlo, utilicé por última vez el teléfono para llamar a Alba Illarramendi y decirle que todo se había arreglado. Le reiteré mi agradecimiento y le dije que anulara su cheque, que yo lo rompería o tacharía. Después de lo cual salí apresuradamente al aeropuerto. Cuando llegué cambié los bolívares que me quedaban…

A las dos y media de la tarde salió mi vuelo y hora y media después llegué a Bogotá y me dirigí a un hotel. Hice algunas compras, conversé a las siete de la noche con algunos de los dirigentes juveniles DC y al día siguiente al mediodía estaba despegando de El Dorado rumbo por fin a Lima. Al momento de encontrarme en el aire pensé en las últimas 24 horas vividas y me dije, como para convencerme a mí mismo: ¡Llegué a Caracas con 1 dólar y salí con algo más de 50!

1 comentario:

  1. Peripecias de un peruano al que admiro por su entereza para enfrentar lo imprevisible. Orgullo de habernos formado en las mismas aulas y ahora inmersos en evocar tiempos idos. Cada cual con las experiencias propias de lo que escogió como destino. Felicitaciones Alfredo Filomeno.

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