A mediados de 1979 culminaron los trabajos que
durante un año realizaron los cien integrantes de la Asamblea Constituyente y
quedó lista la nueva Carta Magna, la Constitución de 1979. Fue dramático el
acto de la firma de la versión final por parte del presidente de la Asamblea
Constituyente, Víctor Raúl Haya de la Torre, quien desde cuatro meses atrás
enfrentaba un grave cáncer que lo tenía postrado en su casa de Villa Mercedes,
después de un intento de curación en Houston.
Trascendió que un hombre absolutamente
disminuido, prácticamente en su lecho de muerte, había firmado con mano
temblorosa los papeles que le ponían sobre la cama algunos de sus más cercanos
correligionarios y el Oficial Mayor de la Asamblea. A tres semanas de la promulgación,
el 2 de agosto, el líder y fundador del Apra falleció. Conmovedores fueron los
actos una vez producida su muerte: el velatorio en el local central del Partido
Aprista, el recorrido del ataúd por las calles del centro de Lima, el homenaje
en el local del Congreso donde funcionó la Asamblea Constituyente que presidió,
el peregrinaje del cortejo fúnebre a lo largo de numerosas ciudades y pueblos
en el recorrido por la Carretera Panamericana hasta llegar a su natal Trujillo
para el entierro del cuerpo embalsamado casi una semana después de su muerte.
Dramáticos como fueron todos estos hechos que se prolongaron desde el 12 de julio al 9 de agosto, hubo sin embargo un acontecimiento que mantuvo en vilo a buena parte del país durante prácticamente cuatro meses: la huelga magisterial del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana, SUTEP.
Dramáticos como fueron todos estos hechos que se prolongaron desde el 12 de julio al 9 de agosto, hubo sin embargo un acontecimiento que mantuvo en vilo a buena parte del país durante prácticamente cuatro meses: la huelga magisterial del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana, SUTEP.
TRANSICIÓN CON SOBRESALTOS
Podría decirse ahora que una huelga no puede
tener tanto significado. Sin embargo hay que retroceder 35 años para ver en su
exacta dimensión ese suceso. El mes de junio el país sabía que estaba en una
etapa de transición. A punto de finalizar la Asamblea Constituyente convocada
por el gobierno del general Morales Bermúdez, se conocía que luego tendría que
venir las elecciones generales. No sólo así lo había manifestado el gobernante
en algún mensaje o declaración, sino cada vez se le hacía más insostenible a él
y a su equipo militar la conducción del país. De hecho comenzaba a correr
riesgo el respeto del pueblo por la Fuerza Armada. Una cosa distinta era el
gobierno con un Juan Velasco Alvarado aplaudido que el de un Morales Bermúdez
pifiado. Para tener una idea: en agosto de 1975 cuando éste “relevó” a Velasco
el cambio era 45 soles por dólar y el promedio en mayo de 1979 llegaba a 219
soles. Me refiero por cierto a los antiguos soles. Un sol actual es equivalente
a mil millones de esos soles, pero el tema de la devastadora inflación que
vivió el Perú en la década del 80, particularmente en sus últimos años, es para
varias otras crónicas.
Pero en relación al movimiento popular hay que
considerar que en esos momentos, las diversas fuerzas de izquierda, que en
conjunto tenían 28 constituyentes y con los de centro izquierda llegaban a 34,
tenían a destacados militantes al frente de las principales organizaciones
sindicales y populares del país. Además e íntimamente vinculado a lo anterior,
el Partido Comunista del Perú - Patria Roja, único partido de izquierda importante
ausente de la Constituyente y que tenía presencia determinante en el SUTEP,
había dado a entender que participaría en las elecciones generales.
Un año antes en mayo de 1978 se había iniciado
una huelga magisterial nacional indefinida que se suspendió en vísperas de las
Fiestas Patrias, cuando se suscribió un acta con el gobierno que incluía la
promesa de reconocer al SUTEP, nombrar profesores contratados y crear un fondo
para aumentar sueldos a los maestros, entre otros puntos. Esa huelga motivó que
las clases en lugar de acabar alrededor del 20 de diciembre se prolongaran
hasta mediados de enero. Desde los primeros meses de 1979 frente a la denuncia
del incumplimiento del acta por parte de representantes del SUTEP, se
comenzaron a producir detenciones de varios de sus dirigentes nacionales y
decenas de dirigentes de base.
SE INICIA UNA HUELGA MAGISTERIAL AMPLIAMENTE
APOYADA
Al no concretarse los compromisos, a fines de
mayo una Asamblea Nacional de Delegados del SUTEP realizada en la universidad de
San Marcos acuerda reiniciar el 4 de junio la huelga suspendida. La reunión
terminó cuando la policía con varas y bombas lacrimógenas detiene a maestros y
estudiantes universitarios. Una comisión de profesores de base es la encargada
de entregar al Ministerio de Educación el documento que detalla los reclamos e
indica el plazo de huelga. La respuesta salió de otro ministerio, el de Interior
que acusó a “extremistas vinculados a……Patria Roja” de promover estas acciones
“para frustrar la recuperación económica y la transferencia del poder”.
Al iniciarse efectivamente el 4 de junio la
medida de fuerza, fue notorio desde el primer momento que la paralización fue
cumplida por la gran mayoría de los maestros. Pero esta huelga tuvo
características muy particulares. En primer lugar, los profesores no recibieron
pago alguno mientras se realizaba la paralización, a diferencia con lo que
ocurriría muchas veces con paralizaciones de éste y otros gremios a lo largo de
las décadas siguientes. En segundo lugar, el problema social generado era
gravísimo considerando que era –y es- quizás el único caso en que resultaba
bastante común que ambos conyugues trabajaran en el mismo sector. Por lo tanto
la angustia cayó sobre cientos de miles de hogares. Pero junto con esa zozobra
también existía determinación de no cejar en la lucha. En tercer lugar, el
apoyo masivo de los padres de familia quienes eran conscientes que sus hijos
estaban perdiendo clases pero al mismo tiempo se sentían identificados con las
demandas de los docentes. En cuarto lugar, en muchos lugares del país, se
realizaron marchas de estudiantes secundarios en apoyo de sus profesores.
En la segunda semana de huelga, la situación
se veía sin solución por la negativa del gobierno a dialogar con los dirigentes
magisteriales. Las bases por su parte organizaban marchas permanentemente.
Cuando el Cardenal Juan Landázuri ofrece su mediación, es aceptada por el SUTEP
pero no por el gobierno. Por esas fechas, mientras que voceros del gobierno
decían que era una minoría los maestros en huelga, los dirigentes de SUTEP
hablaban del 95% y analistas políticos calculaban en alrededor de 70% el
porcentaje de huelguistas.
DETENCIONES, AUSENCIA DE DIÁLOGO Y
MOVILIZACIONES
En la tercera semana de huelga se comenzaron a
producir los ceses de profesores, la reorganización de diversos centros de
estudio y el receso de escuelas normales. El 18 de junio, saliendo de una
asamblea, fue detenido el secretario general del SUTEP, Horacio Zevallos. El
SUTEP hizo responsable al gobierno de la vida de su máximo dirigente considerando
que sufría de tuberculosis, diabetes, artritis y pancreatitis. Para reemplazar
al líder magisterial la dirigencia nominó Camilo Gil García quien sería
detenido también el 15 de julio.
El mes de junio terminó con movilizaciones de
profesores en todo el país, pero que en algunos casos como en Pucallpa,
terminaron en violentos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes.
En Lima unos 150 profesores tomaron la Iglesia de La Merced, mientras que en
Iquitos unos 20 ocuparon la Iglesia Matriz.
Julio comienza con la invocación al diálogo
del Cardenal Juan Landázuri y el anuncio que ha nombrado una comisión de tres
obispos para que pueda mediar en el conflicto. El primer ministro, general
Pedro Richter, inmediatamente desmiente esa posibilidad indicando que el único
encargado de dialogar con los maestros es el ministro de Educación. Sin embargo
días después un grupo de profesores que se dirigía a iniciar conversaciones con
el ministro es dispersado por la policía. En realidad durante todo el mes de
julio se realizaron movilizaciones magisteriales dentro y fuera de sus locales,
se produjeron múltiples enfrentamientos con la policía y detenciones de
manifestantes, al mismo tiempo que se conocían crecientes mensajes de adhesión
de distintos sectores políticos y gremiales a la huelga magisterial.
Pero, más allá del gremio magisterial, se fue
generando un amplio respaldo de la población, del ciudadano común y corriente.
¿Quién no tenía parientes o amigos que fueran profesores o hijos que eran
escolares o colegas en la educación privada que complementaban sus limitados
ingresos que obtenían del Estado? Esta simpatía al magisterio en huelga se
revelaba en los aportes de los trabajadores de los mercados a las ollas comunes
que en varios lugares del país organizaron los profesores, pero también en las
compras que muchos hacían de los artículos que comenzaban a vender los
huelguistas como forma de hacerse de algunos ingresos mientras duraba su medida
de lucha. Eran educados ambulantes en las calles y vendedores a domicilio que
ofrecían sin atosigar productos de mayor costo, incluso para pagar a plazos. En
casa tenemos –y en perfecto estado además- un juego de té de acero que
compramos en seis cuotas en esa época a una pareja de amigos huelguistas.
Pero ese tipo de apoyo era más bien de tipo
personal y hasta reservado. Lo que resultó impresionante fue el apoyo con
acciones colectivas del movimiento popular organizado. En todo el país se
realizaron muchas marchas de protestas de distintos
destacamentos sindicales, de maestros, de padres de familia, de estudiantes…
MIS HIJOS EN MEDIO DE UNA MOVILIZACIÓN
Valga como paréntesis relatar algo sucedido en
la primera quincena de julio. Una movilización de un par de miles de profesores
se encontraba ubicada en la Plaza Bolívar frente al local del Congreso, donde
todavía funcionaba la Asamblea Constituyente. Para sorpresa primero e
indignación después de los manifestantes por una de las esquinas apareció de
pronto un ómnibus escolar que casi inmediatamente terminó en medio de los
manifestantes. El vehículo pertenecía al Centro de Educación Inicial de EPCHAP,
Empresa Pública de Comercialización de Harina y Aceite de Pescado, empresa
donde trabajaba mi esposa. En sus instalaciones permanecían de 8:30 am a las
5:30 pm mis tres hijos, la última en esos momentos de 6 meses.
Las directivas del CEI tenían planificado
desde inicio del año una visita al Museo de la Inquisición situado justamente
también en la misma Plaza Bolívar. Cuando el ómnibus estuvo ya en la plaza,
casi simultáneamente mientras grupos de profesores se dirigieron agresivamente
a la ventana del conductor desde el interior del vehículo voces infantiles
comenzaron a corear reiteradamente la frase: “El pueblo unido jamás será
vencido”. Los manifestantes se detuvieron sonrientes y le hicieron espacio
indicando que se retiraran, lo que el chofer hizo rápidamente mientras los
niños seguían gritando y los profesores comenzaban a aplaudir sonrientes.
¿Qué había ocurrido? Como se lo comentó a mi
esposa la directora del CEI, tus hijos nos salvaron de ser abucheados y quizás
expulsados de la plaza. Dentro del vehículo mi hijo de 5 años y mi hija de 4 al
ver una concentración masiva con pancartas y cartelones habían comenzado a
corear la frase que sus compañeritos inmediatamente secundaron. Sin duda la
habían asociado con las movilizaciones, marchas o mítines en que yo participaba
desde un año atrás y que habían apreciado desde mi Volkswagen mientras me
esperaban en los alrededores.
CONTUNDENTE RESPALDO A LA HUELGA
El 19 de julio fue convocado un paro nacional
por la Confederación General de Trabajadores del Perú, CGTP, y otras
organizaciones de trabajadores y campesinos. Si bien dentro de la plataforma
que sustentaba el paro estaba el pedido de derogar alzas de precios y el
reclamo porque no se estaban respetando las libertades ciudadanas, resultaba
central la exigencia que se atiendan las demandas del SUTEP. Y no podía ser de
otra manera considerando que era un asunto que atravesaba la vida diaria de
todo el país. La fecha fue escogida evidentemente recordando el paro que se
había realizado dos años antes y que significó el inicio de la retirada de
Morales Bermúdez, ya que resultó tan contundente que un mes después se anunció
la convocatoria a la Asamblea Constituyente y el anuncio que después de
elaborada la nueva constitución se realizarían las elecciones generales.
El mes de agosto no se diferenció en mucho de los
dos anteriores. Las movilizaciones continuaron en todo el país. Se comenzaron a
producir tomas de locales escolares en varias ciudades. Se conoce que
representantes de treinta Órdenes Religiosas que trabajan en el sector educativo
se han dirigido al Cardenal indicando que están dispuestos a cerrar sus
colegios si el gobierno se niega a dialogar en busca de una solución para el
magisterio, mientras que profesores de colegios religiosos realizan un paro de
48 horas en solidaridad con sus colegas.
En las últimas semanas de agosto, la CGTP y otras dos centrales
sindicales realizaron un mitin violentamente reprimido por la policía. Poco
después, la Federación de Empleados bancarios realiza un paro de 24 horas en
apoyo al SUTEP.
Por otro lado, en una confluencia nunca vista,
dirigentes de distintas centrales y federaciones sindicales y campesinas, así
como gremios de periodistas firman un memorial planteándole al gobierno que
dialogue con el SUTEP y solucione el problema magisterial, documento que cuenta
también con la firma de dirigentes de Acción Popular, el Partido Popular Cristiano, el Frente
Obrero, Campesino, Estudiantil y Popular, FOCEP, el Partido Socialista
Revolucionario, el Partido Comunista Peruano, la Unidad Democrática Popular, del
Frente Nacional de Trabajadores y Campesinos, FENATRACA, el Partido Demócrata
Cristiano y el Partido Revolucionario de los Trabajadores. El documento es
entregado en palacio de Gobierno por dirigentes del PPC, el PCP y FOCEP.
UNIÓN PARA APOYAR A LOS MAESTROS
A finales de agosto hubo una reunión de
varios partidos de izquierda en el estudio de abogado de Genaro Ledesma para
analizar formas de apoyar la lucha del SUTEP. La oficina estaba dentro del Hostal Richmond,
construcción afrancesada en el centro de Lima que ya había iniciado su
decadencia. Cincuenta años atrás en ese local funcionaba el Palais Concert, una
enorme cafetería o confitería donde se reunían jóvenes intelectuales de la
época como Abraham Valdelomar, José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Federico
More, Luis Alberto Sánchez y Percy Gibson. Ledesma el año anterior en su
calidad del presidente del FOCEP, había encabezado una lista a la Asamblea
Constituyente que alcanzó el tercer lugar con un sorpresivo 11% de los votos.
Se acordó organizar una huelga de hambre de dirigentes políticos en apoyo al
SUTEP la misma que se iniciaría pocos días después en la antigua Casona de San
Marcos situada en el Parque Universitario.
Al momento de definir quiénes participarían de
la huelga de hambre, Ledesma manifestó que sería acompañado de algunos otros
dirigentes de su partido. En representación del Partido Socialista
Revolucionario asistió a la reunión Manuel Benza Pflücker, Manano, quien
anunció que sería parte de los huelguistas junto con Antonio Meza Cuadra,
secretario general del PSR, y el reconocido periodista y analista político
Francisco Moncloa, más conocido como Paco, aunque después comentaría que no
había tenido en cuenta que éste ya había cumplido 60 años y además estaba
disminuido físicamente dado que unos años antes había perdido el brazo derecho
en la rotativa del diario Expreso. Otros dirigentes fueron señalando quiénes serían
los que participarían por sus respectivas organizaciones. Se tomaron todas las
preocupaciones y seguridades del caso para asegurar que la policía no frustrara
esa acción y se fijó el día y hora que todos ingresarían sorpresivamente a la
Casona.
Cuando Benza informó en nuestra Comisión
Política sobre el compromiso asumido, indicó que no había tenido tiempo para
consultar a nadie y señaló que su palabra sólo lo comprometía a él y que
Antonio Meza Cuadra y Paco Moncloa podían declinar su participación. Ambos sin
embargo optaron por acompañarlo. Aunque en esos momentos no lo sabía, Manano
sería el primer huelguista evacuado en estado de inconciencia con grave riesgo
para su salud. Sin embargo, porque lo conozco y lo traté mucho entre 1960 y
1990 estoy seguro que aun sabiéndolo, igual Manano hubiese participado en esa
huelga de hambre.
Después de cumplirse 90 días de la huelga
magisterial, el 3 de setiembre en la tarde una treintena de dirigentes
políticos, incluidos nueve ex constituyentes, ingresaron a la Casona. A Ledesma
lo acompañaba otro ex constituyente del FOCEP César Mateu Moya. También
entraron el ex constituyente Jorge del Prado y Guillermo Herrera Montesinos y
Carlos Bonino del Partido Comunista Peruano. Como he indicado Meza Cuadra, ex
constituyente, Moncloa y Benza del PSR. Javier Diez Canseco y Víctor Cuadros,
ex constituyentes también, y Agustín Haya de la Torre, Manuel Dammert, Julio
Rojas y Luis Benitez, integrantes de distintos partidos que integraban la
Unidad Democrático Popular, UDP. También los ex constituyentes Róger Cáceres
del FENATRACA, Magda Benavides del Partido Obrero Marxista Revolucionario y
Enrique Fernández Chacón del Partido Socialista de los Trabajadores, así como
Hipólito Enríquez del Partido Revolucionario de los Trabajadores, Eduardo
Figari de Vanguardia Revolucionaria –Proletario Comunista, Miguel Rincón del Partido Comunista - Mayoría Francisco Carpio de un MIR que en
esa época integraba el FOCEP y Delfina Paredes, del Partido Vanguardia
Revolucionaria, así como algunos otros dirigentes. Además se habían sumado tres
representantes de los padres de familia de las escuelas en huelga, todos ellos
vinculados al Partido Comunista del Perú – Patria Roja.
El objetivo de llamar la atención sobre la
sacrificada situación de los profesores en el Perú se cumplió con creces con
esta acción. Pero lo que nadie imaginaba era que sería el punto de partida de
numerosas huelgas de hambre que se desarrollarían a partir de esa acción en
todo el país. Todo ello es para escribir otra crónica…
INTERESANTE
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