En abril de 1959, a los 16 años, comencé a
estudiar a la Universidad Católica. Me quedaba un par de meses para cumplir 17
años y más de cuatro años para llegar a la mayoría de edad, que en esa época se
alcanzaba a los 21 años. Más que los horarios de clases, mis primeras actividades
políticas hicieron que comenzara a comer fuera de mi casa.
En los últimos días de febrero me había inscrito
en el Partido Demócrata Cristiano, pese a mi edad y mi apariencia incluso de
ser menor debido a mi tamaño, ya que faltaban muchos centímetros para completar
los 17 que crecí desde que salí del colegio en diciembre de 1958 hasta finales
de 1960.
ALMUERZOS DE DOS O TRES SOLES
Como tenía hambre pero no dinero, mis primeras
experiencias de almuerzos económicos fueron en los llamados “restaurantes
populares” que al igual que los barrios obreros fueron instaurados unos 25 años
atrás en la época del gobierno del general Benavides como forma de contrarrestar el
crecimiento del Apra como partido popular. Los mencionados restaurantes funcionaban en
distintas ciudades del país. En Lima por lo menos conocí tres: en el Pasaje El
Águila, una calle entre Francisco Pizarro y Virú en el Rímac, en la Plaza Manco
Capac y en la esquina de Ocoña con Rufino Torrico en el Cercado. El menú se
servía en charolas de metal y consistía en una sopa, un plato de menestras con
bastante arroz, un pan y un refresco que podía ser agua de manzanas. Hasta
donde me acuerdo, el precio era de dos soles. Para tener una idea, S/ 1.60
costaba la cajetilla de cigarrillos negros y 7 soles los rubios importados. Una
buena hora para almorzar era la 1 y 30 de la tarde cuando comenzaban a
disminuir los comensales, la mayoría obreros que acudían a las 12 y en número
tan alto que tenían que formar cola para
entrar.
Por esa época se había abierto -¿o reabierto? –
un comedor de similares características en precio y menú en el local de la
décima cuadra de la avenida Alfonso Ugarte, conocido como Casa del Pueblo, que
el Partido Aprista había comprado en 1946 y recuperado en 1957 luego que el
gobierno de Odría lo clausura y utilizado como sede de un colegio nacional
entre 1949 y 1956. En ese comedor se entregaba por cada almuerzo que se
compraba un vale por dos o cuatro centavos por lo que juntando 100 o 50 se
obtenía un almuerzo gratis. Fui una sola vez en el año 1959. Por otro lado,
había una cafetería con vista a la calle,
inmediatamente después de las rejas exteriores. Allí no era raro encontrar a
personas que nada tenían que ver con el Apra, particularmente jóvenes. Y varias
veces fui con camaradas democristianos. Estas visitas de seis u ocho personas
se realizaron más después que a principios de 1961 el local de la Democracia
Cristiana se trasladó de la primera cuadra de Guzmán Blanco a la cuadra 14 de
Alfonso Ugarte. Aunque los pedidos eran a la carta resultaban bastante más
baratos que cafeterías de similar calidad y el plato de “picadas”, salchichas
cortadas en rodajas y papas fritas que luego se popularizarían como salchipapas
era el más solicitado. De hecho creo que fue allí donde comí por primera vez
ese plato… Algunos años después, las salchipapas se extenderían a nuestros
países vecinos como Ecuador, Colombia, Bolivia y Chile.
Hubo un restaurante que costaba 3 soles que
quedaba en el jirón Lampa muy cerca de Colmena Izquierda, se llamaba el 33 y
creo que sus dueños o administradores eran mexicanos. Era un menú bastante
mejor que los de los restaurantes populares y si uno llegaba tarde cuando había
pocos comensales esperando se podía quedar conversando largo rato. Muchos
estudiantes de San Marcos y la Católica solían concurrir a este local.
Ya que estamos hablando de precios, valga como
paréntesis mencionar que los soles de esa época no tenían que ver con los
nuevos soles actuales. Aunque resulte difícil de sopesar nuestra actual unidad
monetaria equivale a mil millones de
soles de esa época. La inflación hizo que en 1985 mil soles se convirtieran en
un inti y pocos años después, en 1991, un millón de intis se convirtieron en un
nuevo sol. Y desde hace dos años está por aprobarse en el Pleno del Parlamento
que vuelva a ser denominado como antaño, simplemente sol. Pero esas son ya
otras historias…
SÁNDWICHES DE JAMÓN DEL PAÍS
A principios de los 60 también se podía ir a un
restaurante que aun hoy existe, el Queirolo de la esquina de los jirones Camaná
y Ocoña. Allí había tres o cuatro platos preparados exhibidos en grandes
fuentes, entre ellos escabeche de pescado y pejerreyes arrebozados, así como
sándwiches de jamón del país.
Como estudiantes que vivíamos de exiguas propinas
paternas, los sándwich baratos eran una opción. Recuerdo una fonda de unos
japoneses en el jirón Washington muy cerca del paseo Colón donde muchas veces,
cuando íbamos rumbo al local de la Democracia Cristiana en Guzmán Blanco,
conversábamos largo sobre la situación política del país con César Carmelino,
compañero de estudios del colegio y de la universidad, mientras comíamos
nuestros panes con jamón y tomábamos gaseosas. A menos de cien metros del local
DC estaba la plaza Bolognesi en cuyo contorno había por lo menos tres
cafeterías donde se podía tomar excelentes cafés expresos extraídos gota a gota
de máquinas italianas.
Pero en los 59 y 60 algunas veces iba a una
cafetería en la primera cuadra del jirón Moquegua, cuyo dueño era un yugoslavo
y donde además de un buen café con leche o café cargado se podía comer riquísimos
sándwiches de jamón del país. En ese lugar que había conocido con mi padre en
1957 o 1958 no era raro ver al líder aprista y destacado intelectual Luis
Alberto Sánchez al borde de los 60 años que había sido constituyente en 1933 y
senador en 1945, además de rector de universidad de San Marcos. Sánchez
volvería a ser constituyente en 1978 y sería elegido senador en 1963, 1980,
1985 y 1990.
COMÍAMOS EN UN LUGAR HISTÓRICO PERO TAMBIÉN EN EL
MERCADO
A unas ocho cuadras de la cafetería del yugoslavo
se podía comer siempre excelentes sándwiches de jamón del país. Era en el
antiguo restaurante Cordano, de propiedad de una familia italiana, en ese
entonces con más de 50 años, situado frente a la puerta trasera de Palacio de
Gobierno y frente también a la estación de trenes de Desamparados. Aunque no
era raro que en el salón principal alguno de los parroquianos sólo bebiera
licor, era un lugar muy apreciado por sus platos de comida ricos, no muy caros
y que se servían rápido. Aunque en 1959 no lo podía saber, en los años
siguientes, presidentes como Belaunde, Velasco, García o Paniagua y alcaldes
como Bedoya, Barrantes o Andrade serían asiduos concurrentes. Hace unos 35
años, la familia Cordano lo traspasó a sus trabajadores. En menos de cinco
meses cumplirá 110 años de existencia y hace unos 25 fue declarado como “Patrimonio
Cultural de la Nación”. Aunque actualmente son pocas las veces que voy al
centro de Lima, si me encuentro por allí a la una o dos de la tarde aprovecho
para almorzar en el viejo restaurante. A diferencia de mi época juvenil,
aprecio mejor su desgastado local que ya es considerado por muchos como parte
de la historia del país.
Volviendo a 1959, a unas cuatro cuadras del
Cordano, había también posibilidad de comer panes con jamón baratos y tomar
gaseosas, porque el café que servían era pésimo, en una fonda de la avenida
Abancay en la esquina con el jirón Junín donde nos alimentábamos para resistir
varias horas, cuando asistíamos en grupo a la galería de la Cámara de Diputados
para observar el brillante desempeño de nuestros camaradas en los debates que
se realizaban particularmente después que en julio de 1959 asumió la
presidencia del Consejo de ministros don Pedro Beltrán Espantoso, director del
diario La Prensa y el precursor de varias generaciones de periodistas que se
calificaron de liberales.
Un par de veces por lo menos, cuando los debates
terminaban alrededor de las cuatro de la mañana nos trasladábamos al mercado
mayorista de La Parada donde era posible conseguir por muy bajo precio inmensos
tazones de aguadito de pollo. No era raro encontrar alrededor de un puesto de
mercado a vendedores que se alimentaban para iniciar su trabajo diario,
carretilleros tratando de reponer energías que ya habían comenzado a desplegar
desde horas antes, noctámbulos venidos de alguna fiesta o bar tratando de
evitar que el sueño hiciera que no pudieran concurrir a trabajar y… jóvenes que
comentaban encandilados los debates parlamentarios dispuestos a tener la fuerza
para seguir de largo el día que apenas comenzaba.
“CUATRO
GATOS” BRILLANTES
Sin duda que esa bancada parlamentaria debe haber
sido la mejor en muchas décadas, pese a que eran sólo 13 de un total de 180.
Héctor Cornejo Chávez, Mario Alzamora Valdez, Roberto Ramírez del Villar,
Javier de Belaunde, José Barreda Moller, Jaime Rey de Castro, brillaban en sus
intervenciones que complementaban Julio C. Luque, Roger Cáceres, Jorge Bolaños, Humberto Oliveros Márquez,
Fernando Serkovic, Ricardo Núñez Vidalón y Jorge Febres. Aunque era más difícil
asistir a la Cámara de Senadores porque la galería para el público era muy
pequeña, allí la representación DC no se quedaba atrás con Mario Polar
Ugarteche, Juan Chávez Molina, Julio Ernesto Portugal e Ismael Bielich. Eran 4
de un total de 45 senadores, no sé si ese hecho originó que burlonamente
algunos medios se refirieran al DC como el partido de los “cuatro gatos”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario