viernes, 18 de octubre de 2013

¿QUIÉN SE ATREVE A OPERAR AL GRAN LÍDER? (1990)

En octubre de 1990 realicé el viaje más largo de mi vida. Salí de Lima el domingo 7 cerca de las 4 de la tarde y llegué a Pyongyang el martes a las 6:20 de la tarde. Considerando el cambio de horario, ya que con Corea hay 14 horas de diferencia, el viaje duró unas 36 horas casi ininterrumpidas, ya que había hecho siete escalas en total, de aproximadamente una hora cada una, salvo cuando cambié de avión en Moscú que la escala duró algo más de dos horas.

Me dirigía a participar en actos realizados por los 65 años de la fundación del Partido de los Trabajadores de Corea. Estábamos invitados dirigentes del Partido Aprista Peruano, de Cambio 90 y del Partido Socialista Revolucionario.
 
RAZONES DISTINTAS PARA TRES INVITACIONES
 
En el primer caso obedecía a una ya larga relación con los apristas y especialmente con su líder Alan García quien había visitado ese país un par de veces antes de ser elegido presidente en 1985. Esas visitas habían incluso servido para que se especulara que los coreanos habían sido importantes financistas de la campaña electoral que lo llevó a la presidencia de la república en 1985. La delegación la presidía el diputado Carlos Roca, secretario de relaciones internacionales del Apra y quien había acompañado a García en las visitas previas. Viajaban con él tres diputados norteños: Franklin Sánchez de Tumbes y dos piuranos, uno de ellos el “loro” José Aguilar.
 
Aguilar quien dejó de ser parlamentario con el “autogolpe” de Alberto Fujimori que disolvió el Congreso en abril de 1992, poco después dejaría el Apra y formaría el Obras Más Obras, movimiento regional con el que alcanzaría la alcaldía provincial de Piura en dos periodos consecutivos, entre 1993 y 1998. Casi una década después fue elegido para un tercer periodo 2007-2010, pero falleció año y medio después de haber iniciado su gestión debido a un fulminante cáncer al páncreas.
 
Si bien en el caso del Apra constituía la continuación de una relación de por lo menos diez años, el caso de Cambio 90 era bastante distinto. Con menos de un año de fundado, ese movimiento liderado por Fujimori había ganado las elecciones presidenciales y era la condición de partido de gobierno lo que aparentemente interesaba a los coreanos, más aun cuando tenían que saber que se trataba de una organización sin ninguna experiencia partidaria internacional. De hecho, calculo que se trató del primer viaje a una reunión internacional de Cambio 90 y quizás el único en mucho tiempo, dado su casi ninguna referencia común con otras organizaciones en el mundo. Asistieron por este movimiento su secretario general, Andrés Reggiardo y Wilfredo Álvarez, vicepresidente de la Cámara de Diputados. Si bien el primero no tenía experiencia política, Álvarez había sido militante comunista durante décadas, primero en el único partido comunista que existía y siendo dirigente universitario fue parte de la escisión pro-china conocida como Bandera Roja en 1964, incluso llegó a ser presidente de la federación universitaria de San Marcos y posteriormente pasó como la mayoría de los militantes jóvenes a formar el PC del P- Patria Roja en 1969. Perteneciendo a ese partido principal fuerza dentro de UNIR, integrante a su vez de Izquierda Unida, fue elegido alcalde de Surquillo en el periodo 1984 a 1986.
 
Distinta era la situación de los dos integrantes del PSR: José Antonio Luna y yo. Los coreanos habían invitado a la Coordinación Socialista Latinoamericana, cuya secretaría general estaba a cargo de Fernando Sánchez Albavera, con 70 días ejerciendo como ministro de Energía y Minas del Perú, y a varios partidos que la integraban, entre ellos los de Chile, Bolivia, Colombia, Uruguay, entre los que recuerdo. Luna viajaba en representación de Fernando y yo como secretario general del PSR. Aunque la suya era una posición comunista sui géneris trataban de definirse como de una posición socialista propia ligada a su propia cultura y, por esa razón, les interesaba relacionarse con partidos latinoamericanos, agrupados en la Coordinación, a los que consideraban como “no alineados”. Y pese a su cercanía no sólo geográfica con la Unión Soviética, los coreanos recalcaban siempre que también tenían sus diferencias.
 
Justamente en esos meses las relaciones de Partido de los Trabajadores de Corea con el PCUS estaban pasando por uno de sus momentos más críticos. Cuatro meses antes, en los primeros días de junio, los presidentes de la Unión Soviética y de Corea del Sur, se habían reunido en San Francisco, Estados Unidos, en la primera reunión de dirigentes de ambos países en 45 años. Lógicamente la reacción de los coreanos del norte fue de considerar que un país aliado por varias décadas había optado por sentarse con "el enemigo" y que esa nueva situación podría resultar muy negativa. Lo tensa de la situación entre ambos países y partidos tendríamos ocasión de vivirlo cuatro latinoamericanos algunos días después, en nuestro viaje de regreso cuando en nuestra escala de casi 48 horas en Moscú tuvimos que organizar una cita clandestina con funcionarios soviéticos, debido a que nuestros anfitriones coreanos no querían que lo hiciéramos. Pero eso es para tratarlo más extensamente en otra crónica.
 
EL CULTO A LA PERSONALIDAD
 
Regresemos al 9 de octubre de 1990. A nuestra llegada nos esperaban varios grupos de “pioneros” con ramos de flores, ya que en ese avión que había partido de Moscú coincidimos los que habíamos llegado en el vuelo de Aeroflot que había tomado pasajeros en Lima y La Habana, con otras delegaciones que habían llegado a la capital rusa desde otras partes del mundo.
 
En esta crónica queremos referirnos a algunos temas que nos resultaron curiosos desde nuestros ojos no sólo occidentales sino también republicanos. Si bien podía haber entre los latinoamericanos de distintos partidos diversas orientaciones políticas, en algo que había consenso era en que la democracia era el mejor –o el menos malo- de los sistemas políticos. Si ya algunas incertidumbres habían generado las llamadas “democracias populares”, la mayoría de las cuales ya habían caído o estaban en camino de desaparecer, la violenta caída casi 10 meses antes de Nicolae Ceausescu nos hacía pensar que regímenes como el rumano marcaba la definitiva desaparición del “culto a la personalidad”. Sin embargo estaba muy distante de ser así en la República Popular Democrática de Corea.
 
Desde que uno arribaba al aeropuerto, en paredes, sobre los muebles, en las calles, en los edificios se encontraba presente la foto de Kim Il Sung, primer ministro del país desde su fundación en 1948 hasta 1972, año en que se creó la presidencia de la república como el cargo con el máximo del poder. Kim Il Sung fue elegido presidente de la república sucesivamente en 1972, 1977, 1982, 1987 y 1990. Conocido como “El Gran Líder” también tenía los cargos de Secretario General del Partido de los Trabajadores de Corea y Comandante Supremo del Ejército Popular de Corea desde 1953.
 
Pero no sólo eso, en muchas de las fotos y pinturas del Gran Líder aparecía también su hijo Kim Jong-il, conocido como “El Querido Dirigente” y que desde 10 años antes había accedido al Presidium y al Comité Central del partido, incorporado en el culto a la personalidad de su padre. No estaba en duda que sería su sucesor, lo que ocurrió casi cuatro años después, confirmando el establecimiento de la primera dinastía familiar comunista. En octubre de 1990, Kim Il Sung tenía 78 años y su hijo estaba a pocos meses de cumplir 50. Pero a nadie se le podría ocurrir que Kim Jong Un, nieto de uno e hijo del otro, de apenas 6 años en ese entonces, pese a no ser el hijo mayor sería conocido un par de décadas después como “Brillante Camarada" y que a la muerte de su padre asumiría la presidencia de la república y el liderazgo total que habían tenido sus ancestros, a pocos días de recién cumplir 28 años.
 
Unos veinte años antes Kim Il Sung había formulado la “Idea Juche o Zuche” como ideología de su partido en reemplazo del marxismo leninismo. En realidad era una adaptación de la ideología a la realidad coreana y según fuentes norcoreanas significaba que cada coreano adoptara el papel de maestro de la revolución y reconstrucción de su propio país, lo que significaba proceder en forma independiente y creativa para adaptar las soluciones a los problemas que puedan aparecer en el proceso de revolución y construcción.
 
La propaganda señalaba en términos superlativos la genialidad del líder por haber formulado una ideología distinta a las existentes. La actitud reverencial hacia Kim Il Sung la notaríamos a lo largo de esta visita. Algunas cosas aparentemente absurdas sólo se explicaban por tal actitud. Desde distintos puntos de la ciudad se podía ver una enorme torre que terminaba en una llama roja iluminada: era un monumento a la idea Juche o Zuche. Cuando días después visitamos la torre, el guía se esforzaba por indicarnos que determinado tramo tenía 15 escalones y luego de un descanso 4 escalones más. O que un cuadro con una enorme pintura tenía 4 metros de alto por 15 de ancho. O que determinado salón tenía 15 ventanas por un lado y 4 por otro. Y así varios casos donde se repetían ambos números. La cara del guía y traductor mostró inmensa satisfacción cuando alguien acertó: significaba 15 de abril. Y claro, el Gran Líder había nacido el 15 de abril de 1912.
 
UN PAÍS ABSOLUTAMENTE DISTINTO
 
Camino del aeropuerto a nuestro alojamiento en un par de buses sorprendía la gran cantidad de edificaciones modernas, que resultaba fácilmente entendible si consideramos que Pyongyang quedó destruida en la Guerra de Corea, después de la cual la península coreana quedó dividida en dos sectores, al norte República Popular Democrática de Corea, donde nos encontrábamos y al sur la República de Corea, aunque periodísticamente se conocían más como Corea del Norte y Corea del Sur. Pero quizá llamaba más la atención avanzar por grandes avenidas casi sin vehículos que la recorrieran y con escasas personas caminando por ellas, considerando que la ciudad tenía más de dos millones y medio de habitantes.
 
Pero en algunas esquinas o en las afueras de algunos edificios, se veía pequeños grupos de personas conversando tranquilamente… en cuclillas. Esa posición que para nosotros es de total incomodidad, parece ser que para los coreanos así como personas de otros países asiáticos es todo lo contrario. ¿Alguna especial configuración física de los asiáticos o, más bien, una costumbre ancestral? Me inclino a creer lo segundo, pero igual me pareció extrañísima la posición.
 
Cuando llegamos a SOCH, lugar de nuestro alojamiento, nos encontramos en una especie de gigantesco condominio con numerosos chalets diseminados entre inmensos jardines. Nos distribuyeron en las distintas casas, ubicándonos juntos a Pepe Luna, al ex canciller boliviano Edgar Camacho, del Movimiento Bolivia Libre y a mí. Cada uno con su dormitorio con baño y compartiendo sala de recibo, un par de ambientes como para conversar y un comedor pequeño para el desayuno. Había jóvenes traductoras que se encargaban en algunos casos de una delegación o en otros de varias, dependiendo del número de integrantes. Y además otra joven que se encargaba de servir refrescos en cada casa y que además servía de compañía a la traductora cuando llegaba de regreso de las visitas o actividades con los invitados. También teníamos acceso a una gran construcción que contaba con auditorio, comedores y pequeñas salas de reuniones. Se podía llegar a pie de cualquiera de las casas del conjunto y allí se servía el almuerzo y la comida. Justamente cuando nos dirigíamos a los comedores que quedaban en el segundo piso, las traductoras se separaban para ir al suyo en el primero. Cuando nosotros terminábamos las encontrábamos al final de la escalera. Calladas, sin conversar entre ellas, atentas para encontrar a sus delegados. Eran veinte o treinta, para distintas delegaciones e idiomas. Vistas así uno no podía distinguirlas. Bajitas, delgaditas, jovencitas, sonrientes y, por cierto, con ojos oblicuos, parecían iguales. Ellas se acercaban a su respectiva delegación al notar la confusión.
 
AISLADOS DEL MUNDO EXTERIOR
 
A la traductora que me atendía le pedí que me buscara el teléfono de la embajada de Cuba, ya que quería comunicarme con el embajador. Felipe Huamán, presidente de Confederación Nacional Agraria, al enterarse de mi viaje me pidió que saludara al ex vicepresidente de la Asociación nacional de Agricultores Pequeños de Cuba, que recientemente había sido nombrado embajador en ese país. Ni el día que se lo dije, ni el siguiente, la traductora pudo darme cuenta de nada. Fue entonces que le pedí la guía telefónica. Quedó en conseguirme una. Fue grande mi sorpresa cuando me alcanzó un par de hojas con nombres de entidades estatales y algunas embajadas. Los números respectivos tenían dos cifras… Como ella tenía que hacer la llamada utilizando una central, ya que lo que teníamos en la casa era un anexo, nunca logró hacerlo. Un día mientras esperaba otro intento, le pregunté cómo hacían para enviar un fax. La cara le cambió. Pensando que era una palabra desconocida para ella, traté de explicarle que se trataba de enviar un mensaje escrito desde un teléfono y que en otro lugar del mundo una persona recibía una copia de dicho mensaje. La coreanita me miro, inicialmente me preguntó inocentemente si estaba bromeando con ella y luego me dijo que en realidad no sabía de ese aparato. Poco después la escuche hablar con la otra chica de la casa y el tono era de total sorpresa e incredulidad.
 
Un par de pinceladas más sobre esta estancia en la capital norcoreana. Los almuerzos y comidas eran simples, sin exceso de condimentos y en cantidades como para satisfacer el hambre de quienes habían hecho varias visitas durante la jornada. Pero definitivamente no se podía hablar de un gran arte culinario coreano. Una noche, el “loro” Aguilar me dijo que no lograba identificar la carne que estaba comiendo. Yo ya había terminado mi plato y creo que estaba comiendo algún tipo de postre y con la cara más seria posible le dije: ¿Has visto algún perro en estos días en que estamos recorriendo en buses distintas calles? Aguilar dejó su plato sin terminar…
 
¿ALGUIEN SE ATREVE A OPERAR A DIOS?
 
El día final de la reunión se procedió a tomar una foto en un gran salón del palacio presidencial. Éramos por lo menos doscientos delegados. Los peruanos estábamos en la tercera fila, salvo Reggiardo que estaba en la primera. Carlos Roca que estaba a mi costado me dijo: mira el cuello de Kim Il Sung. Me fijé y vi que tenía un enorme tumor en la parte posterior izquierda del cuello. Fácilmente de unos doce centímetros de largo por 7 de ancho y unos 5 de alto en su parte central. Me dijo que en una visita anterior ya era notoria la protuberancia. Y añadió Carlos: pensé que ya le habían operado ese tumor…
 
El diálogo que siguió fue más o menos así:
-¿Eres católico?
-Si…
-¿Crees que Dios es inmortal?
-Si…
-Si fueras médico, te atreverías a extirparle un tumor a Dios…
-….
-¿Habrá un médico coreano dispuesto a que el Gran Líder se le quede en la mesa de operaciones…?

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