En octubre de
1990 realicé el viaje más largo de mi vida. Salí de Lima el domingo 7 cerca de
las 4 de la tarde y llegué a Pyongyang
el martes a las 6:20 de la tarde. Considerando el cambio de horario, ya que con
Corea hay 14 horas de diferencia, el viaje duró unas 36 horas casi
ininterrumpidas, ya que había hecho siete escalas en total, de aproximadamente una
hora cada una, salvo cuando cambié de avión en Moscú que la escala duró algo
más de dos horas.
Me dirigía a
participar en actos realizados por los 65 años de la fundación del Partido de
los Trabajadores de Corea. Estábamos invitados dirigentes del Partido Aprista
Peruano, de Cambio 90 y del Partido Socialista Revolucionario.
RAZONES DISTINTAS PARA TRES
INVITACIONES
En el primer
caso obedecía a una ya larga relación con los apristas y especialmente con su
líder Alan García quien había visitado ese país un par de veces antes de ser
elegido presidente en 1985. Esas visitas habían incluso servido para que se
especulara que los coreanos habían sido importantes financistas de la campaña
electoral que lo llevó a la presidencia de la república en 1985. La delegación
la presidía el diputado Carlos Roca, secretario de relaciones internacionales
del Apra y quien había acompañado a García en las visitas previas. Viajaban con
él tres diputados norteños: Franklin Sánchez de Tumbes y dos piuranos, uno de
ellos el “loro” José Aguilar.
Aguilar quien dejó
de ser parlamentario con el “autogolpe” de Alberto Fujimori que disolvió el Congreso
en abril de 1992, poco después dejaría el Apra y formaría el Obras Más Obras, movimiento
regional con el que alcanzaría la alcaldía provincial de Piura en dos periodos
consecutivos, entre 1993 y 1998. Casi una década después fue elegido para un tercer
periodo 2007-2010, pero falleció año y medio después de haber iniciado su
gestión debido a un fulminante cáncer al páncreas.
Si bien en el
caso del Apra constituía la continuación de una relación de por lo menos diez
años, el caso de Cambio 90 era bastante distinto. Con menos de un año de
fundado, ese movimiento liderado por Fujimori había ganado las elecciones
presidenciales y era la condición de partido de gobierno lo que aparentemente
interesaba a los coreanos, más aun cuando tenían que saber que se trataba de
una organización sin ninguna experiencia partidaria internacional. De hecho,
calculo que se trató del primer viaje a una reunión internacional de Cambio 90
y quizás el único en mucho tiempo, dado su casi ninguna referencia común con
otras organizaciones en el mundo. Asistieron por este movimiento su secretario
general, Andrés Reggiardo y Wilfredo Álvarez, vicepresidente de la Cámara de
Diputados. Si bien el primero no tenía experiencia política, Álvarez había sido
militante comunista durante décadas, primero en el único partido comunista que
existía y siendo dirigente universitario fue parte de la escisión pro-china
conocida como Bandera Roja en 1964, incluso llegó a ser presidente de la
federación universitaria de San Marcos y posteriormente pasó como la mayoría de
los militantes jóvenes a formar el PC del P- Patria Roja en 1969. Perteneciendo
a ese partido principal fuerza dentro de UNIR, integrante a su vez de Izquierda
Unida, fue elegido alcalde de Surquillo en el periodo 1984 a 1986.
Distinta era la
situación de los dos integrantes del PSR: José Antonio Luna y yo. Los coreanos
habían invitado a la Coordinación Socialista Latinoamericana, cuya secretaría
general estaba a cargo de Fernando Sánchez Albavera, con 70 días ejerciendo
como ministro de Energía y Minas del Perú, y a varios partidos que la
integraban, entre ellos los de Chile, Bolivia, Colombia, Uruguay, entre los que
recuerdo. Luna viajaba en representación de Fernando y yo como secretario
general del PSR. Aunque la suya era una posición comunista sui géneris trataban de definirse como de una posición socialista
propia ligada a su propia cultura y, por esa razón, les interesaba relacionarse
con partidos latinoamericanos, agrupados en la Coordinación, a los que
consideraban como “no alineados”. Y pese a su cercanía no sólo geográfica con la Unión Soviética, los
coreanos recalcaban siempre que también tenían sus diferencias.
Justamente en
esos meses las relaciones de Partido de los Trabajadores de Corea con el PCUS estaban
pasando por uno de sus momentos más críticos. Cuatro meses antes, en los
primeros días de junio, los presidentes de la Unión Soviética y de Corea del
Sur, se habían reunido en San Francisco, Estados Unidos, en la primera reunión
de dirigentes de ambos países en 45 años. Lógicamente la reacción de los
coreanos del norte fue de considerar que un país aliado por varias décadas
había optado por sentarse con "el enemigo" y que esa nueva situación
podría resultar muy negativa. Lo tensa de la situación entre ambos países y
partidos tendríamos ocasión de vivirlo cuatro latinoamericanos algunos días
después, en nuestro viaje de regreso cuando en nuestra escala de casi 48 horas
en Moscú tuvimos que organizar una cita clandestina con funcionarios
soviéticos, debido a que nuestros anfitriones coreanos no querían que lo
hiciéramos. Pero eso es para tratarlo más extensamente en otra crónica.
EL CULTO A LA PERSONALIDAD
Regresemos al 9
de octubre de 1990. A nuestra llegada nos esperaban varios grupos de “pioneros”
con ramos de flores, ya que en ese avión que había partido de Moscú coincidimos
los que habíamos llegado en el vuelo de Aeroflot que había tomado pasajeros en
Lima y La Habana, con otras delegaciones que habían llegado a la capital rusa
desde otras partes del mundo.
En esta crónica queremos
referirnos a algunos temas que nos resultaron curiosos desde nuestros ojos no
sólo occidentales sino también republicanos. Si bien podía haber entre los
latinoamericanos de distintos partidos diversas orientaciones políticas, en
algo que había consenso era en que la democracia era el mejor –o el menos malo-
de los sistemas políticos. Si ya algunas incertidumbres habían generado las
llamadas “democracias populares”, la mayoría de las cuales ya habían caído o
estaban en camino de desaparecer, la violenta caída casi 10 meses antes de
Nicolae Ceausescu nos hacía pensar que regímenes como el rumano marcaba la
definitiva desaparición del “culto a la personalidad”. Sin embargo estaba muy
distante de ser así en la República Popular Democrática de Corea.
Desde que uno
arribaba al aeropuerto, en paredes, sobre los muebles, en las calles, en los
edificios se encontraba presente la foto de Kim Il Sung, primer ministro del
país desde su fundación en 1948 hasta 1972, año en que se creó la presidencia
de la república como el cargo con el máximo del poder. Kim Il Sung fue elegido
presidente de la república sucesivamente en 1972, 1977, 1982, 1987 y 1990. Conocido
como “El Gran Líder” también tenía los cargos de Secretario General del Partido
de los Trabajadores de Corea y Comandante Supremo del Ejército Popular de Corea
desde 1953.
Pero no sólo
eso, en muchas de las fotos y pinturas del Gran Líder aparecía también su hijo
Kim Jong-il, conocido como “El Querido Dirigente” y que desde 10 años antes
había accedido al Presidium y al Comité Central del partido, incorporado en el
culto a la personalidad de su padre. No estaba en duda que sería su sucesor, lo
que ocurrió casi cuatro años después, confirmando el establecimiento de la
primera dinastía familiar comunista. En octubre de 1990, Kim Il Sung tenía 78
años y su hijo estaba a pocos meses de cumplir 50. Pero a nadie se le podría
ocurrir que Kim Jong Un, nieto de uno e hijo del otro, de apenas 6 años en ese
entonces, pese a no ser el hijo mayor sería conocido un par de décadas después
como “Brillante Camarada" y que a la muerte de su padre asumiría la
presidencia de la república y el liderazgo total que habían tenido sus
ancestros, a pocos días de recién cumplir 28 años.
Unos veinte años
antes Kim Il Sung había formulado la “Idea Juche o Zuche” como ideología de su
partido en reemplazo del marxismo leninismo. En realidad era una adaptación de
la ideología a la realidad coreana y según fuentes norcoreanas significaba que cada coreano adoptara el papel de maestro de
la revolución y reconstrucción de su propio país, lo que significaba proceder
en forma independiente y creativa para adaptar las soluciones a los problemas
que puedan aparecer en el proceso de revolución y construcción.
La propaganda
señalaba en términos superlativos la genialidad del líder por haber formulado
una ideología distinta a las existentes. La actitud reverencial hacia Kim Il
Sung la notaríamos a lo largo de esta visita. Algunas cosas aparentemente absurdas
sólo se explicaban por tal actitud. Desde distintos puntos de la ciudad se
podía ver una enorme torre que terminaba en una llama roja iluminada: era un
monumento a la idea Juche o Zuche. Cuando días después visitamos la torre, el
guía se esforzaba por indicarnos que determinado tramo tenía 15 escalones y
luego de un descanso 4 escalones más. O que un cuadro con una enorme pintura
tenía 4 metros de alto por 15 de ancho. O que determinado salón tenía 15
ventanas por un lado y 4 por otro. Y así varios casos donde se repetían ambos
números. La cara del guía y traductor mostró inmensa satisfacción cuando
alguien acertó: significaba 15 de abril. Y claro, el Gran Líder había nacido el
15 de abril de 1912.
UN PAÍS ABSOLUTAMENTE DISTINTO
Camino del
aeropuerto a nuestro alojamiento en un par de buses sorprendía la gran cantidad
de edificaciones modernas, que resultaba fácilmente entendible si consideramos
que Pyongyang quedó destruida en
la Guerra de Corea, después de la cual la península coreana quedó dividida en
dos sectores, al norte República Popular Democrática de Corea, donde nos
encontrábamos y al sur la República de Corea, aunque periodísticamente se
conocían más como Corea del Norte y Corea del Sur. Pero quizá llamaba más la
atención avanzar por grandes avenidas casi sin vehículos que la recorrieran y
con escasas personas caminando por ellas, considerando que la ciudad tenía más
de dos millones y medio de habitantes.
Pero en algunas
esquinas o en las afueras de algunos edificios, se veía pequeños grupos de
personas conversando tranquilamente… en cuclillas. Esa posición que para
nosotros es de total incomodidad, parece ser que para los coreanos así como
personas de otros países asiáticos es todo lo contrario. ¿Alguna especial
configuración física de los asiáticos o, más bien, una costumbre ancestral? Me
inclino a creer lo segundo, pero igual me pareció extrañísima la posición.
Cuando llegamos a
SOCH, lugar de nuestro alojamiento, nos encontramos en una especie de gigantesco
condominio con numerosos chalets diseminados entre inmensos jardines. Nos distribuyeron
en las distintas casas, ubicándonos juntos a Pepe Luna, al ex canciller
boliviano Edgar Camacho, del Movimiento Bolivia Libre y a mí. Cada uno con su
dormitorio con baño y compartiendo sala de recibo, un par de ambientes como
para conversar y un comedor pequeño para el desayuno. Había jóvenes traductoras que se
encargaban en algunos casos de una delegación o en otros de varias, dependiendo
del número de integrantes. Y además otra joven que se encargaba de servir refrescos
en cada casa y que además servía de compañía a la traductora cuando llegaba de
regreso de las visitas o actividades con los invitados. También teníamos
acceso a una gran construcción que contaba con auditorio, comedores y pequeñas salas
de reuniones. Se podía llegar a pie de cualquiera de las casas del conjunto y allí
se servía el almuerzo y la comida. Justamente cuando nos dirigíamos a los comedores
que quedaban en el segundo piso, las traductoras se separaban para ir al suyo
en el primero. Cuando nosotros terminábamos las encontrábamos al final de la
escalera. Calladas, sin conversar entre ellas, atentas para encontrar a sus
delegados. Eran veinte o treinta, para distintas delegaciones e idiomas. Vistas
así uno no podía distinguirlas. Bajitas, delgaditas, jovencitas, sonrientes y,
por cierto, con ojos oblicuos, parecían iguales. Ellas se acercaban a su
respectiva delegación al notar la confusión.
AISLADOS DEL MUNDO EXTERIOR
A la traductora
que me atendía le pedí que me buscara el teléfono de la embajada de Cuba, ya
que quería comunicarme con el embajador. Felipe Huamán, presidente de
Confederación Nacional Agraria, al enterarse de mi viaje me pidió que saludara
al ex vicepresidente de la Asociación nacional de Agricultores Pequeños de
Cuba, que recientemente había sido nombrado embajador en ese país. Ni el día
que se lo dije, ni el siguiente, la traductora pudo darme cuenta de nada. Fue
entonces que le pedí la guía telefónica. Quedó en conseguirme una. Fue grande
mi sorpresa cuando me alcanzó un par de hojas con nombres de entidades
estatales y algunas embajadas. Los números respectivos tenían dos cifras… Como
ella tenía que hacer la llamada utilizando una central, ya que lo que teníamos
en la casa era un anexo, nunca logró hacerlo. Un día mientras esperaba otro
intento, le pregunté cómo hacían para enviar un fax. La cara le cambió.
Pensando que era una palabra desconocida para ella, traté de explicarle que se
trataba de enviar un mensaje escrito desde un teléfono y que en otro lugar del
mundo una persona recibía una copia de dicho mensaje. La coreanita me miro,
inicialmente me preguntó inocentemente si estaba bromeando con ella y luego me
dijo que en realidad no sabía de ese aparato. Poco después la escuche hablar
con la otra chica de la casa y el tono era de total sorpresa e incredulidad.
Un par de
pinceladas más sobre esta estancia en la capital norcoreana. Los almuerzos y
comidas eran simples, sin exceso de condimentos y en cantidades como para
satisfacer el hambre de quienes habían hecho varias visitas durante la jornada.
Pero definitivamente no se podía hablar de un gran arte culinario coreano. Una
noche, el “loro” Aguilar me dijo que no lograba identificar la carne que estaba
comiendo. Yo ya había terminado mi plato y creo que estaba comiendo algún tipo
de postre y con la cara más seria posible le dije: ¿Has visto algún perro en
estos días en que estamos recorriendo en buses distintas calles? Aguilar dejó
su plato sin terminar…
¿ALGUIEN SE ATREVE A OPERAR A DIOS?
El día final de
la reunión se procedió a tomar una foto en un gran salón del palacio
presidencial. Éramos por lo menos doscientos delegados. Los peruanos estábamos
en la tercera fila, salvo Reggiardo que estaba en la primera. Carlos Roca que
estaba a mi costado me dijo: mira el cuello de Kim Il Sung. Me fijé y vi que
tenía un enorme tumor en la parte posterior izquierda del cuello. Fácilmente de
unos doce centímetros de largo por 7 de ancho y unos 5 de alto en su parte
central. Me dijo que en una visita anterior ya era notoria la protuberancia. Y
añadió Carlos: pensé que ya le habían operado ese tumor…
El diálogo que
siguió fue más o menos así:
-¿Eres católico?
-Si…
-¿Crees que Dios
es inmortal?
-Si…
-Si fueras
médico, te atreverías a extirparle un tumor a Dios…
-….
-¿Habrá un médico
coreano dispuesto a que el Gran Líder se le quede en la mesa de operaciones…?
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