viernes, 19 de julio de 2013

UN RADIO QUE NADIE PODÍA GANAR (1957/1958)

Cuando a mediados de 1957 estábamos en 4° “A” de secundaria en la Gran Unidad Escolar “Ricardo Palma” se formó la comisión para organizar la excursión de la promoción el siguiente año. Era tradicional realizar un viaje que marcara la despedida de las aulas escolares, inmediatamente después del 28 de julio coincidiendo con las vacaciones de medio año.

Quienes fuimos elegidos para integrar esa comisión nos comenzamos a romper la cabeza por nuestra principal tarea: conseguir fondos para poder solventar el viaje de la mayoría de los integrantes de nuestro salón. Como señalé en otra oportunidad (ver crónica “Noctámbulo a los quince años” del 20 de abril de 2012) nuestra tarea fundamentalmente era imaginar acciones para obtener dinero. Pensamos y concretamos dos festivales artísticos en el segundo semestre de ese año y el primero del siguiente y realizamos una kermesse. Pero como primera acción, incluso para tener algo de fondos para organizar las otras actividades, decidimos rifar un radio.
 
Con un préstamo pequeño que gestionamos, compramos un radio portátil que funcionaba con conexión eléctrica, pero también con pilas lo cual me parece que en esa época era algo novedoso.
 
EL “GRINGO” ORGANIZADOR DE RIFAS
 
Ese radio o, mejor dicho, la rifa de ese radio, resultó todo un acontecimiento, ya que se rifó en varias ocasiones y en ninguna hubo un favorecido. Eso no lo sabíamos al inicio Federico Tobaru, Ricardo Delgado, César Carmelino y yo, que integrábamos la comisión junto con Edgardo Maguiña, cuando éste nos indicó que él se encargaría de organizar la rifa. También nos informó que no debíamos preocuparnos, ya que él se encargaría de guardarlo hasta que la rifáramos.
 
El “gringo” Maguiña era un joven “colorado”, de pelo claro y ojos claros que vivía en Miraflores en una zona entre los jirones Chiclayo y Arica, en una quinta singular, ya que las casas no daban a un amplio espacio o patio común sino a varios pasajes peatonales. Edgardo se movilizaba en bicicleta y le gustaban los deportes. Al mismo tiempo tenía gran facilidad de palabra y mucho sentido de humor.
 
En el segundo semestre del año, quizás en setiembre, se realizó la primera rifa. Me parece que se hicieron unos quinientos boletos y casi todos los alumnos nos comprometimos a vender diez, me parece que a un sol cada uno. Hubo algunos que no pudieron vender todos los boletos y los devolvieron. Para la fecha señalada, en un momento del recreo de la tarde, se realizó la rifa. Estábamos un gran número de alumnos, aunque varios de los que no habían cumplido con la cuota se retiraron discretamente. Con la presencia de algún profesor y el auxiliar de educación, Maguiña como organizador puso los talones de todos los números emitidos en una caja que cerró y movió, luego sacó el número ganador y lo gritó a todo pulmón. ¿Quién lo vendió?, preguntó. No hubo respuesta. Volvió a gritar el número y siguió el silencio. Con cara de intrigado, nuestro compañero revisó los 15 o 20 boletos que no se habían vendido y de pronto sonrió y declaró “El número no se vendió”. Inmediatamente después anunció que la promoción rifaría el radio en otra oportunidad.
 
Los integrantes de la comisión respiramos tranquilos, teníamos para pagar el préstamo con el que habíamos comprado el radio y nos quedaba un saldo que ya servía para el “pozo” de nuestra excursión. Al iniciar nuestra siguiente reunión y antes de tocar otros temas, cuatro nos felicitábamos de nuestra buena suerte, mientras que el “gringo” sonreía. Quedamos en que se organizara otra rifa un par de meses después. Yo me encargo, dijo Maguiña, porque el resto tiene mucho trabajo con la organización del festival artístico en el cine “Primavera”.
 
“VAYA SUERTE QUE TIENE NUESTRA PROMOCIÓN”
 
No recuerdo si a finales de noviembre o principios de diciembre se realizó el siguiente sorteo. Sólo que esta vez el “gringo” hizo mayor número de boletos, unos 800 para que todos tratáramos de vender unos 15. El día del sorteo nuestro compañero se empeño en buscar a otro profesor y no al mismo que había participado en el primer sorteo, aunque no entendimos por qué. Lo que vino después fue casi un calco del anterior sorteo. Maguiña colocó en una caja los talones de los números emitidos, la cerró y movió. Cuando extrajo el número ganador, lo anunció muy fuerte. ¿Quién lo vendió?, preguntó. Como no hubo respuesta, esta vez no insistió y ya sonriendo revisó los 25 o 30 boletos no vendidos y declaró “Número no vendido”. Inmediatamente añadió en voz alta “Vaya suerte que tiene nuestra promoción”.
 
En el primer semestre de 1958, cuando Maguiña nos propuso organizar otra rifa con el radio, le dijimos sonriendo que la coincidencia de los dos sorteos anteriores sin ganador hacia difícil para todos vender boletos. Más bien quedamos que se pusiera como atractivo de una tómbola con distintos premios en una kermesse que debíamos organizar. Y entre abril y mediados de julio, además de organizar la kermesse, nos abocamos a realizar otro festival artístico, esta vez en el “Maximil”, inaugurado poco antes y que era el cine teatro más moderno de Surquillo.
 
La kermesse se realizó con kioscos donde se vendían viandas preparadas por nuestras madres, las gaseosas Crush y Bidú obsequiadas por la fábrica Manuel A. Ventura S.A. que quedaba a unas cinco cuadras del colegio y cerveza conseguida a consignación. También pusimos un ambiente donde había una serie de regalos. Algunos conseguidos en nuestras casas, casi siempre adornitos nuevos aunque sin uso, paquetes de diversos tipos de galletas regalados por la fábrica “Arturo Field” que quedaba a un par de cuadras de la unidad y diversos artículos que habíamos conseguido como colaboración de parte de distintos establecimientos comerciales. Y en un lugar privilegiado se encontraba el radio. Era la tómbola donde cada objeto tenía un número, salvo las galletas que como eran numerosos paquetes se señalaban con letras.
 
Una enorme ánfora tenía gran cantidad de papelitos enrollados. Por cierto había algunos en blanco. Los concurrentes a la kermesse compraban entusiasmados a un sol cada papelito y aunque era posible que quien comprara un par nada se llevara era casi seguro que quien compraba unos cinco se retiraba con algún premio. Cuando comenzaron a acabarse los números, alguno de los asistentes reparó que el radio no la había ganado nadie e insinuó que había “gato encerrado”. Maguiña que estaba encargado de la tómbola -¡no podía ser otro!- indicó a los presentes que después que se vendieran unos 20 números terminaría el sorteo. Luego de eso dio por cerrado el sorteo y pidió a los curiosos que se quedaran para comprobar que todo estaba correcto. Y le pidió a quien se había quejado que lo ayudará a abrir y leer los números o letras que quedaban. El tipo aceptó gustoso, quizás esperando hallar algo raro, y comenzó a desenrollar los papelitos… que Maguiña le pasaba. Quedaban unos treinta. La mayoría que abría y leía tenían letras, hasta que en un momento enmudeció y, pasando saliva, leyó el número que correspondía al radio. Mientras que los curiosos que se habían quedado aplaudían, Maguiña mostró una gran sonrisa y dijo “La promoción gana”, mientras regalaba los paquetes de galletas que quedaban.
 
PARA EL “GRINGO” SUS MANOS NO TENÍAN QUE VER CON NUESTRA SUERTE
 
Aunque nadie fuera de los de la promoción se diera cuenta, varios de nosotros nos pasamos los minutos finales de esa tómbola con la vista fija en las manos de Maguiña, pero ninguno pudo descubrir cómo y en qué momento puso el número premiado junto a los otros. Y por cierto, cuando alguno se lo preguntó al día siguiente, recibió del “gringo” una sola respuesta: “Cómo se te ocurre hermanito, se trata de suerte, de suerte de la promoción…”.
 
Unos tres días después de haber marchado en el Campo de Marte, en el desfile escolar de toda la capital del 27 de julio, y haber participado el 28 de julio en los desfiles escolares de Surquillo y Miraflores, finalmente concretamos los esfuerzos de casi un año e iniciamos nuestra excursión promocional (ver crónica “A paso de tortuga de Lima a Arica” del 16 de febrero de 2013).
 
Un par de semanas luego de nuestro regreso, se realizó por última vez el sorteo del radio. Ese día Maguiña la llevó al colegio y si bien se veía nuevo no lucía tan reluciente como un año antes cuando la habíamos comprado. Participamos en el sorteo no sólo los que habíamos viajado sino también los que no habían podido hacerlo, ya que la excursión había contado con el apoyo de todos. No recuerdo quien fue el ganador, pero sí que todos estuvimos de acuerdo con que el “gringo” Maguiña no participara para no correr el riesgo que siguiera usando el radio para siempre. Nuestro compañero aceptó sonriendo, pero aclaró que él no tenía nada que ver con la buena suerte de nuestra promoción…
 
Al “gringo” lo vi algunas veces después que salimos del colegio y cuando nos encontrábamos siempre hubo posibilidad de conversar algo de nuestras experiencias escolares y recordar su habilidad para que el radio que compramos para rifar nadie lo pudiera ganar en tres sorteos. Mantenía la sonrisa de siempre. Creo que prácticamente no asistió a las reuniones de la promoción, después que un gran número nos reencontramos para nuestras Bodas de Plata en 1983, aunque supe que cuando fue convocado para actividades deportivas alguna vez participó. Entiendo que Edgardo nunca dejó su barrio, donde era ya un personaje bastante conocido… Incluso por un buen tiempo sacó un periódico llamado “El Miraflorino” que aparecía dos o tres veces al año. En 1995 o 1996 lo vi en el “Haití” de Miraflores, conversamos algunos minutos, pero no me pareció el de siempre, quizás lo sentí algo retraído y por algo que dijo, me lo imaginé convertido en una persona solitaria. A finales de los noventa, cuando celebramos cuarenta años de egresar del colegio, no fue posible contar con él. En abril del 2000 falleció, pero nos enteramos muchos meses después…

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