Cuando a
mediados de 1957 estábamos en 4° “A” de secundaria en la Gran Unidad Escolar
“Ricardo Palma” se formó la comisión para organizar la excursión de la
promoción el siguiente año. Era tradicional realizar un viaje que marcara la
despedida de las aulas escolares, inmediatamente después del 28 de julio
coincidiendo con las vacaciones de medio año.
Quienes
fuimos elegidos para integrar esa comisión nos comenzamos a romper la cabeza
por nuestra principal tarea: conseguir fondos para poder solventar el viaje de
la mayoría de los integrantes de nuestro salón. Como señalé en otra oportunidad
(ver crónica “Noctámbulo a los quince años” del 20 de abril de 2012)
nuestra tarea fundamentalmente era imaginar acciones para obtener dinero.
Pensamos y concretamos dos festivales artísticos en el segundo semestre de ese
año y el primero del siguiente y realizamos una kermesse. Pero como primera
acción, incluso para tener algo de fondos para organizar las otras actividades,
decidimos rifar un radio.
Con un
préstamo pequeño que gestionamos, compramos un radio portátil que funcionaba
con conexión eléctrica, pero también con pilas lo cual me parece que en esa
época era algo novedoso.
EL
“GRINGO” ORGANIZADOR DE RIFAS
Ese radio
o, mejor dicho, la rifa de ese radio, resultó todo un acontecimiento, ya que se
rifó en varias ocasiones y en ninguna hubo un favorecido. Eso no lo sabíamos al
inicio Federico Tobaru, Ricardo Delgado, César Carmelino y yo, que integrábamos
la comisión junto con Edgardo Maguiña, cuando éste nos indicó que él se
encargaría de organizar la rifa. También nos informó que no debíamos
preocuparnos, ya que él se encargaría de guardarlo hasta que la rifáramos.
El
“gringo” Maguiña era un joven “colorado”, de pelo claro y ojos claros que vivía
en Miraflores en una zona entre los jirones Chiclayo y Arica, en una quinta
singular, ya que las casas no daban a un amplio espacio o patio común sino a
varios pasajes peatonales. Edgardo se movilizaba en bicicleta y le gustaban los
deportes. Al mismo tiempo tenía gran facilidad de palabra y mucho sentido de
humor.
En el
segundo semestre del año, quizás en setiembre, se realizó la primera rifa. Me
parece que se hicieron unos quinientos boletos y casi todos los alumnos nos
comprometimos a vender diez, me parece que a un sol cada uno. Hubo algunos que
no pudieron vender todos los boletos y los devolvieron. Para la fecha señalada,
en un momento del recreo de la tarde, se realizó la rifa. Estábamos un gran
número de alumnos, aunque varios de los que no habían cumplido con la cuota se
retiraron discretamente. Con la presencia de algún profesor y el auxiliar de
educación, Maguiña como organizador puso los talones de todos los números
emitidos en una caja que cerró y movió, luego sacó el número ganador y lo gritó
a todo pulmón. ¿Quién lo vendió?, preguntó. No hubo respuesta. Volvió a gritar
el número y siguió el silencio. Con cara de intrigado, nuestro compañero revisó
los 15 o 20 boletos que no se habían vendido y de pronto sonrió y declaró “El número
no se vendió”. Inmediatamente después anunció que la promoción rifaría el radio
en otra oportunidad.
Los
integrantes de la comisión respiramos tranquilos, teníamos para pagar el
préstamo con el que habíamos comprado el radio y nos quedaba un saldo que ya
servía para el “pozo” de nuestra excursión. Al iniciar nuestra siguiente
reunión y antes de tocar otros temas, cuatro nos felicitábamos de nuestra buena
suerte, mientras que el “gringo” sonreía. Quedamos en que se organizara otra
rifa un par de meses después. Yo me encargo, dijo Maguiña, porque el resto
tiene mucho trabajo con la organización del festival artístico en el cine “Primavera”.
“VAYA
SUERTE QUE TIENE NUESTRA PROMOCIÓN”
No
recuerdo si a finales de noviembre o principios de diciembre se realizó el
siguiente sorteo. Sólo que esta vez el “gringo” hizo mayor número de boletos,
unos 800 para que todos tratáramos de vender unos 15. El día del sorteo nuestro
compañero se empeño en buscar a otro profesor y no al mismo que había participado
en el primer sorteo, aunque no entendimos por qué. Lo que vino después fue casi
un calco del anterior sorteo. Maguiña colocó en una caja los talones de los
números emitidos, la cerró y movió. Cuando extrajo el número ganador, lo
anunció muy fuerte. ¿Quién lo vendió?, preguntó. Como no hubo respuesta, esta
vez no insistió y ya sonriendo revisó los 25 o 30 boletos no vendidos y declaró
“Número no vendido”. Inmediatamente añadió en voz alta “Vaya suerte que tiene
nuestra promoción”.
En el
primer semestre de 1958, cuando Maguiña nos propuso organizar otra rifa con el
radio, le dijimos sonriendo que la coincidencia de los dos sorteos anteriores
sin ganador hacia difícil para todos vender boletos. Más bien quedamos que se
pusiera como atractivo de una tómbola con distintos premios en una kermesse que
debíamos organizar. Y entre abril y mediados de julio, además de organizar la
kermesse, nos abocamos a realizar otro festival artístico, esta vez en el “Maximil”,
inaugurado poco antes y que era el cine teatro más moderno de Surquillo.
La kermesse
se realizó con kioscos donde se vendían viandas preparadas por nuestras madres,
las gaseosas Crush y Bidú obsequiadas por la fábrica Manuel A. Ventura S.A. que
quedaba a unas cinco cuadras del colegio y cerveza conseguida a consignación.
También pusimos un ambiente donde había una serie de regalos. Algunos
conseguidos en nuestras casas, casi siempre adornitos nuevos aunque sin uso,
paquetes de diversos tipos de galletas regalados por la fábrica “Arturo Field”
que quedaba a un par de cuadras de la unidad y diversos artículos que habíamos
conseguido como colaboración de parte de distintos establecimientos comerciales.
Y en un lugar privilegiado se encontraba el radio. Era la tómbola donde cada
objeto tenía un número, salvo las galletas que como eran numerosos paquetes se
señalaban con letras.
Una
enorme ánfora tenía gran cantidad de papelitos enrollados. Por cierto había algunos
en blanco. Los concurrentes a la kermesse compraban entusiasmados a un sol cada
papelito y aunque era posible que quien comprara un par nada se llevara era
casi seguro que quien compraba unos cinco se retiraba con algún premio. Cuando
comenzaron a acabarse los números, alguno de los asistentes reparó que el radio
no la había ganado nadie e insinuó que había “gato encerrado”. Maguiña que
estaba encargado de la tómbola -¡no podía ser otro!- indicó a los presentes que
después que se vendieran unos 20 números terminaría el sorteo. Luego de eso dio
por cerrado el sorteo y pidió a los curiosos que se quedaran para comprobar que
todo estaba correcto. Y le pidió a quien se había quejado que lo ayudará a
abrir y leer los números o letras que quedaban. El tipo aceptó gustoso, quizás
esperando hallar algo raro, y comenzó a desenrollar los papelitos… que Maguiña
le pasaba. Quedaban unos treinta. La mayoría que abría y leía tenían letras,
hasta que en un momento enmudeció y, pasando saliva, leyó el número que correspondía
al radio. Mientras que los curiosos que se habían quedado aplaudían, Maguiña
mostró una gran sonrisa y dijo “La promoción gana”, mientras regalaba los
paquetes de galletas que quedaban.
PARA EL
“GRINGO” SUS MANOS NO TENÍAN QUE VER CON NUESTRA SUERTE
Aunque
nadie fuera de los de la promoción se diera cuenta, varios de nosotros nos
pasamos los minutos finales de esa tómbola con la vista fija en las manos de
Maguiña, pero ninguno pudo descubrir cómo y en qué momento puso el número
premiado junto a los otros. Y por cierto, cuando alguno se lo preguntó al día
siguiente, recibió del “gringo” una sola respuesta: “Cómo se te ocurre
hermanito, se trata de suerte, de suerte de la promoción…”.
Unos
tres días después de haber marchado en el Campo de Marte, en el desfile escolar
de toda la capital del 27 de julio, y haber participado el 28 de julio en los
desfiles escolares de Surquillo y Miraflores, finalmente concretamos los
esfuerzos de casi un año e iniciamos nuestra excursión promocional (ver crónica “A paso de tortuga de Lima a Arica” del 16 de febrero de 2013).
Un par
de semanas luego de nuestro regreso, se realizó por última vez el sorteo del
radio. Ese día Maguiña la llevó al colegio y si bien se veía nuevo no lucía tan
reluciente como un año antes cuando la habíamos comprado. Participamos en el
sorteo no sólo los que habíamos viajado sino también los que no habían podido
hacerlo, ya que la excursión había contado con el apoyo de todos. No recuerdo
quien fue el ganador, pero sí que todos estuvimos de acuerdo con que el
“gringo” Maguiña no participara para no correr el riesgo que siguiera usando el
radio para siempre. Nuestro compañero aceptó sonriendo, pero aclaró que él no
tenía nada que ver con la buena suerte de nuestra promoción…
Al
“gringo” lo vi algunas veces después que salimos del colegio y cuando nos
encontrábamos siempre hubo posibilidad de conversar algo de nuestras
experiencias escolares y recordar su habilidad para que el radio que compramos
para rifar nadie lo pudiera ganar en tres sorteos. Mantenía la sonrisa de
siempre. Creo que prácticamente no asistió a las reuniones de la promoción,
después que un gran número nos reencontramos para nuestras Bodas de Plata en
1983, aunque supe que cuando fue convocado para actividades deportivas alguna
vez participó. Entiendo que Edgardo nunca dejó su barrio, donde era ya un
personaje bastante conocido… Incluso por un buen tiempo sacó un periódico
llamado “El Miraflorino” que aparecía dos o tres veces al año. En 1995 o 1996
lo vi en el “Haití” de Miraflores, conversamos algunos minutos, pero no me
pareció el de siempre, quizás lo sentí algo retraído y por algo que dijo, me lo
imaginé convertido en una persona solitaria. A finales de los noventa, cuando celebramos cuarenta años de egresar del colegio, no fue posible contar con él. En abril del 2000 falleció, pero nos
enteramos muchos meses después…
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