La
asunción de la presidencia de la república del general Francisco Morales
Bermúdez el 29 de agosto de 1975, “relevando” –como se dijo en ese momento- al
general Juan Velasco Alvarado, había descolocado a muchas personas, dado el
apoyo recibido inicialmente a este cambio de parte de los generales
“progresistas”.
Sin embargo, el pase al retiro de Leonidas Rodríguez en los últimos días de octubre, hizo que muchos sectores tomaran inmediata distancia del gobierno que aun utilizaba el título de revolucionario. Esto ocurrió claramente con la dirigencia campesina aglutinada en la novísima Confederación Nacional Agraria, CNA.
Sin embargo, el pase al retiro de Leonidas Rodríguez en los últimos días de octubre, hizo que muchos sectores tomaran inmediata distancia del gobierno que aun utilizaba el título de revolucionario. Esto ocurrió claramente con la dirigencia campesina aglutinada en la novísima Confederación Nacional Agraria, CNA.
LA
DERECHIZACIÓN DEL GOBIERNO MILITAR
Pero en
los últimos meses de ese año y los primeros de 1976, la preocupación por signos
de “derechización” del régimen fue cada vez más creciente entre otros sectores,
particularmente periodistas que escribían en las páginas editoriales o en
columnas de opinión, cuyos directores desde el 28 de julio del año anterior
eran nombrados “provisionalmente” por el gobierno en tanto se organizaban los
sectores sociales a quienes se les había asignado cada diario en la llamada
“socialización de la prensa”. Había reuniones de periodistas de distintos
medios para coordinar campañas, pero sobre todo para especular sobre los
distintos escenarios posibles a partir de algunas medidas del gobierno cuyo
nuevo presidente había prometido muy pocos meses antes “profundizar la
revolución”.
En la
segunda quincena de marzo de 1976, Rafael Roncagliolo fue elegido presidente de
la Federación de Periodistas del Perú, una de las dos existentes planteando
cada una ser la verdadera. La elección se produjo en un congreso realizado poco
después que el viraje a la derecha del gobierno militar se confirmara con el
cambio de los directores y comités directivos de los diarios y se suspendiera
por 90 días la estabilidad laboral en esos medios. En su juramentación,
Roncagliolo rechazó la ofensiva que se intuía ya contra los periodistas, por lo
que exigió la estabilidad laboral y demandó diálogo con el presidente Francisco
Morales Bermúdez.
Rafael
Roncagliolo, Rafo para sus amigos, había sido elegido dos meses antes, en enero,
secretario general del sindicato de periodistas y empleados de los diarios
Expreso y Extra enfrentando una lista encabezada por Alfonso Lizarzaburu. Esas
elecciones fueron particularmente complicadas y el comité electoral estuvo
presidido por mí, a pesar que recién había ingresado a planilla como
editorialista a principios de ese mes. Esto ocurrió porque había dos comités
electorales en pugna. Ambos declinaron para que yo me encargara de la
presidencia del único comité electoral del sindicato, considerando que era de
plena confianza para ambos candidatos y, de esa manera, se evitaría el riesgo que
el sindicato se dividiera por las pugnas de dos sectores, extremo al que nadie
quería llegar.
DESPIDOS
MASIVOS DE PERIODISTAS Y CIERRE DE REVISTAS
En la
primera semana de abril, comenzarían los despidos de los periodistas,
particularmente en Expreso, que desde
antes de 1974 había sido administrado por sus trabajadores. En el primer grupo
de despedidos por la nueva administración estuvo Rafo, después de ejercer
durante unos 20 meses la jefatura de la página editorial. En mi caso, estuve en
la tercera lista de despidos una semana después.
La
directiva de la federación encabezada por Roncagliolo a poco de instalarse no
sólo tuvo que afrontar los cambios de dirección y los despidos en Expreso y, en menor medida, en Extra, el diario de cariz más popular de
la misma casa editora, sino el despido de periodistas producido en todos los
diarios.
Justamente
entre los meses de abril y mayo de 1976, varios grupos de personas que habían
apoyado abierta o críticamente al régimen del general Juan Velasco y que
estaban pensando en organizarse políticamente desde por lo menos un año atrás,
aceleraron sus conciliábulos. Entre esos grupos había más de uno integrado por
periodistas o colaboradores de las páginas editoriales de los diarios
desplazados por las nuevas administraciones. Aunque algunos de estos núcleos
estaban enterados de los afanes de otros todavía no había una confluencia y,
pese a que no lo sabían aun, una buena parte estaba poniendo las bases de lo
que el 23 de noviembre de ese año sería el Partido Socialista Revolucionario.
Pero eso será otra crónica…
Valga
como paréntesis indicar que curiosamente unos de esos núcleos, aunque en ese
momento nadie lo podía sospechar, lo integrábamos los dos candidatos a la secretaria
general del sindicato de Expreso, Roncagliolo y Lizarzaburu, su personero en esos
comicios, Alfonso Klauer, y yo, junto con otras cinco personas con común
origen social cristiano. De los nueve Rafo y yo, así como Manuel Benza, José
María Salcedo y José Antonio Luna, estaríamos meses después en el naciente PSR.
Durante esos
mismos meses de abril y mayo, Rafo se dedicó a enfrentar al gobierno, no sólo
por su posición sobre la prensa, sino fundamentalmente por su viraje en la
política general, incluso en entrevistas a publicaciones del exterior. Sus
declaraciones fueron calificadas en más de oportunidad como “subversivas” por
el ministro del Interior, general Luis Cisneros.
A
principios de junio, en México, durante el Primer Congreso Latinoamericano de
Periodistas, Roncagliolo presentó un informe muy duro sobre la situación de los
periodistas en el Perú. El documento apareció días después en El Periodista, vocero de la federación
que él presidía. Esa publicación, como en otros casos, correspondía a los
varios intentos de sacar nuevos voceros, utilizando antiguas publicaciones que
habían dejado de circular por años o décadas, dadas las dificultades legales que
el gobierno de Morales Bermúdez había establecido para sacar alguna nueva. Fue
el caso no sólo de El Periodista,
sino además de Momento o Amauta del Mar. Sin embargo, al
iniciarse julio esas revistas fueron clausuradas junto con otras dos
publicaciones progresistas que se mantenían con dificultad como Marka y La Palabra del Pueblo. Igualmente se clausuraron semanarios de
derecha como ABC, El Tiempo, Gente y Opinión Libre. También Oiga dirigida por Francisco Igártua recientemente llegado de
exilio, Equis X del ex trotskista
Ismael Frías y Unidad, vocero del Partido
Comunista Peruano. La revista Caretas
estaba suspendida desde marzo de 1975, a pesar que ya en mayo de 1976 se le
había devuelto su local y autorizado el reingreso al país de su director,
Enrique Zileri. Estas últimas medidas coincidieron con el desplazamiento del
gobierno de los pocos generales “progresistas” que quedaban.
PERSECUCIÓN
A RONCAGLIOLO
Después
de su regreso de México, no había pasado mucho tiempo para que la entonces
Policía de Investigaciones del Perú, PIP, se dedicara a buscar a Rafael Roncagliolo.
El 30 de junio, un operativo evidentemente para detenerlo realizado en El
Cuadro, una urbanización situada en Chaclacayo, fracasó por confusión de la
policía en localizar la casa donde vivía con su esposa y su hijo Santiago en
ese entonces de apenas un año -y tres décadas después laureado escritor- pero
fue el aviso suficiente para que pasara a la clandestinidad.
Resultó
casi natural que al desaparecer de sus circuitos habituales, fuera yo su
contacto político en tareas o gestiones que no podía hacer y para analizar
conjuntamente la situación política que vivíamos. Con Rafo nos unía en esos
momentos una amistad de más de quince años. Incluso invitado por él desde más
de un año antes, yo había estado colaborando en Expreso. Él se mantuvo estrechamente vinculado a DESCO, institución
donde trabajaba desde unos seis años antes y a la que yo había ingresado a
mediados de 1974. Pero sobre todo, nos habíamos conocido desde el día que
ingresó a la Democracia Cristiana en noviembre de 1960 muy pocos días después que
cumpliera 16 años. Desde entonces habíamos desarrollado una sólida amistad, incluso
había sido testigo de mi matrimonio en 1972. No sólo habíamos trabajado partidariamente
juntos, ya que cuando yo era el secretario general de la Juventud DC, Rafo era
el subsecretario general, sino habíamos coincidido en promover el trabajo en
los frentes estudiantiles social cristianos. Pero además en impulsar el trabajo
internacional de la JDC que hizo posible que fuera elegida para presidir la JDC
de América Latina, que él asumió como presidente entre 1967 y 1969 y que yo
concluyera entre ese año y 1970. Además formamos parte del grupo que renunció a
la DC en junio de 1971. Pero desde hacía unos meses conformábamos, como me
referí párrafos antes, uno de los colectivos que buscaba formar un nuevo partido.
Salvo lo último, era posible que la otra información la hubiera armado la
policía después de unos diez o quince días. Por eso calculo que a mediados de
julio es que comenzaron a seguirme…
RUTINAS
PARA LA CLANDESTINIDAD
Desde
que se inició la clandestinidad de Rafo, las reglas quedaron tácitamente establecidas.
Yo no debía tener forma de buscarlo. Era él quien me llamaba, salvo cuando
habíamos quedado previamente en una cita. La policía no tenía cómo ubicarlo ya
que no iba a su casa, ni a la de su madre, ni a DESCO donde había regresado a
trabajar a tiempo completo luego de su despido de Expreso. Quien tenía que cuidarse de que lo siguieran era yo porque
hacía mis labores habituales, interrumpidas sólo de vez en cuando para nuestras
reuniones. Como yo no tenía teléfono en casa, se comunicaba conmigo en DESCO
cuya central telefónica desde algunos meses antes tenía ruidos un poco raros.
Pero nuestras conversaciones telefónicas no las podían entender ni nuestros
compañeros de trabajo si es que lograban oírme y menos algunas orejas extrañas
que estuvieran interesadas en lo que hablábamos.
- Nos vemos dos horas después que ayer...
- ¿Dónde?
- Frente al edificio de la ex esposa del que no quería usar como clave Samuel...
- ¿Ese café que tiene un estacionamiento amplio que da a dos avenidas?
- Exacto...
Pero
también teníamos códigos para en caso no poder concretar una reunión, como por
ejemplo reunirse una o dos horas después en el mismo sitio. Y también teníamos
“buzones de emergencia” para casos en que yo sufriera detención, percance que
siempre era posible considerando que tenía seguimiento casi permanente.
Me había
acostumbrado a seguir algunas rutinas que me servían para saber si tenía
“colas”. Avanzaba unas cuadras y me daba una o dos vueltas a la manzana.
Evidentemente si algún vehículo me seguía en tan insólito comportamiento, sabía
que estaba siendo seguido. Pero también sabía despegarme de tales “colas”.
Había algunas tiendas con salida por dos calles a las que entraba después de
estacionar mi auto por las inmediaciones, como quien entra a comprar algo e
inmediatamente me escabullía para salir por otro lado y tomar un taxi. O estacionaba
el auto y avanzaba a pie para voltear abruptamente por una calle con tránsito
en sentido contrario para subirme casi al vuelo a algún micro cuando mis
seguidores me habían perdido de vista para dar la vuelta a la manzana. O
calcular pasar el semáforo al borde del cambio de luz, para sacar ventaja de
algunas cuadras y entrar a una playa de estacionamiento y permanecer allí 10 a
15 minutos. En fin varias formas de despegarse.
El 27 de
julio, en La Prensa, se publicó una
entrevista hecha por el corresponsal de Excélsior
de México, en la que Rafo señaló que se encontraba perseguido. También dijo que
consideraba que el gobierno de Morales Bermúdez actuaba
contrarrevolucionariamente, desmantelando sistemática y calculadamente los
objetivos nacionalistas y revolucionarios. Afirmaba que ello había comenzado el
29 de octubre del año anterior con el pase al retiro de Leonidas Rodríguez y
culminado el 16 de julio con la salida del gobierno del Primer Ministro general
Jorge Fernández Maldonado, el Canciller general Miguel Ángel De la Flor, así
como los generales Enrique Gallegos y Arturo Valdés.
MI CASA ALLANADA
EN LA MADRUGADA
Quizás
cansados de seguirme durante más de tres semanas sin poder localizar a Rafo, es
que un día -o mejor dicho una madrugada- decidieron detenerme como forma de
presionarlo para que se entregue…
El sábado
7 de agosto cerca de las 3:30 de la madrugada tocaron con insistencia el timbre
de mi casa. Con Ana María mi esposa nos despertamos sobresaltados. No es común
que se visite una casa a esas horas, menos cuando hay estado de emergencia y
toque de queda de doce de la noche a cinco de la mañana. Me asomé a un ventanal
que había en la sala-comedor desde donde vi en la reja de entrada de la casa a
unos tres metros de donde yo estaba, a un grupo de personas que me gritaban que
abriera, pues eran policías.
Tres o
cuatro de ellos ingresaron a la casa y revisaron todos los cuartos. No puedo
decir que hubo rudeza, más bien se puede decir que incluso había respeto y el
deseo de mostrar que sólo cumplían órdenes “de arriba” aunque evidentemente las
pistolas en sus cartucheras no eran demostración de actitud amistosa.
Preguntaron por Rafo, aunque les resultó evidente que allí no se encontraba. Mi
esposa de pronto, al mirar un pequeño jardín interior, se dio cuenta que en el
techo de la casa habían unos tres efectivos, portando armas largas sostenidas
con ambas manos. Impactada les pidió a los que estaban dentro de la casa que no
hicieran ruido para no despertar a los niños, mi hijo de dos años y cinco meses
y mi hija de un año y dos meses. Tácitamente la petición fue aceptada y los
policías se movieron con más cuidado. Me dieron unos minutos para que me
cambiara y los acompañara.
Cinco
minutos después me despedí de mi esposa. Le dije rápidamente que evitara que
los niños se dieran cuenta de su nerviosismo, que comunicara lo sucedido a mi
madre y a Henry Pease y Fico Velarde, directivos de DESCO. Y le recalqué que no
olvidara de llamar a Emma, una secretaria joven que trabajaba con varios de
nosotros y le dijera que no podía tener listo el trabajo para el lunes y le explicara
que era debido a mi detención. Esto último le pareció extraño pero adivinó en
mi mirada que era muy importante.
Salí y
sentí más frio que el que seguramente había en ese momento. Quien era el jefe
del operativo, se despidió de Ana María. “No se preocupe, señora…” alcancé a
oír. No escuché porque bajó la voz la parte final de sus palabras “…el día que
aparezca el señor Roncagliolo, desaparecerán los problemas de su esposo”.
PREOCUPACIÓN
POR DETENCIÓN
A las
tres de la mañana y con toque de queda el recorrido desde la Urbanización La
Capullana en Surco hasta una estación PIP en los alrededores de las avenidas
Brasil y Bolívar en Jesús María, apenas duró unos veinte minutos.
Encerrado
en un calabozo maloliente y sentado en el suelo, me preguntaba si ya se habían trasladado
al Perú las prácticas de torturas que se sabía existían en los regímenes
militares de Chile, Argentina o Uruguay. No era el caso peruano en esta etapa
de “derechización” que encabezaba Morales Bermúdez, pero me preguntaba mientras
amanecía en pleno invierno limeño si no sería yo protagonista del cambio de
estilo. Si algo me tranquilizaba es que estaba en manos de la PIP, cuyos
integrantes sabían que un perseguido político de hoy podría ser parte del
gobierno mañana. Mi intranquilidad duró hasta poco después de las diez de la
mañana. A esa hora sabía que aunque me obligaran a decir dónde debía
encontrarme con Rafo, éste ya no estaría ahí.
Ese día
tenía que haberme encontrado con Rafo a las 9 de la mañana para dirigirnos a
ensayar cómo se produciría nuestro primer encuentro con Leonidas Rodríguez, quien
se encontraba permanentemente vigilado. Aunque por seguridad yo no lo sabía
aun, el encuentro sería en un nuevo centro comercial en Surco que tenía
pasadizos peatonales que podía hacer fácil el traslado de un auto a otro. Como
no llegué se dio una vuelta para regresar al sitio una hora después y al
comprobar alarmado que yo tampoco llegaba, se alejó rápidamente del lugar. Poco
después buscó un teléfono público para hacer una llamada. Se comunicó con la
más joven secretaria de DESCO quien no lo veía desde varias semanas atrás, cuando
pasó a la clandestinidad. La chica le dijo que era la segunda llamada
inesperada que recibía, porque unas dos horas antes la había llamado mi esposa
para hablarle de un trabajo que yo no tendría listo porque había sido detenido
en la madrugada. No te preocupes, es un trabajo que estábamos haciendo para una
publicación extranjera y seguramente Ana María pensó que era para DESCO, le
dijo Rafo sin traslucir ninguna preocupación. Ni la chica había sido avisada
que sería un involuntario “buzón de emergencia”, ni mi esposa sabía que en
realidad le había pedido trasmitir un mensaje para Rafo…Y éste y yo habíamos
comprobado que el sistema de utilizar a un tercero no enterado para mensajes de
emergencia había sido una buena idea.
DE
REGRESO EN CASA
Pasadas
las once de la noche, sin ningún interrogatorio durante todo el tiempo que
estuve detenido, me dejaron en libertad indicándome que al día siguiente
domingo tendría que estar en Seguridad del Estado de la PIP, ubicado en el
tercer piso del local de la Prefectura de Lima, donde había estado detenido en
mis tiempos de dirigente de la Juventud DC once años antes (ver crónica “¿Bombo o Bomba?” del 15 de
diciembre de 2012 y "Detenidos junto al cura Bolo” del 20 de enero de 2013). Pero esta nueva visita a las
instalaciones también conocidas como San Quintín, es para toda otra crónica…
Llegué a
mi casa al borde del toque de queda. Cuando Ana María sintió la puerta se
levantó asustada y respiró aliviada al ver que llegaba solo. Nos abrazamos como
si hubiéramos pasado días sin vernos e inconscientemente ambos miramos la parte
alta del jardincito. Esta vez por cierto no distinguimos hombres armados.
Más de
veinte horas después de haber salido detenido de mí casa me asome a ver a mis dos
hijos. Estaban igual a como los había dejado: profundamente dormidos.
Alfredo:
ResponderBorrarHoy leo tu crónica y ayer pasábamos en Surquillo por la casa de mi profesora Mercedes Filomeno, tu tía. Quedo impresionado por tu relato y compruebo que me encuentro ante un compañero especial. Soy poco afecto a la política, porque me dejé llevar más por el arte musical y la locución, pero si incursioné en el sindicalismo en la televisión y comprobé la triste realidad de dirigentes sólo empeñados en buscar notoriedad ante el patrón. Los intereses de los trabajadores pasaban a segundo plano. Una decepción, porque sólo conseguimos ingratos recuerdos.
Te felicito y me siento honrado de ser tu amigo y te agradezco haberme acompañado en la Misa, una sorpresa, dentro de esa contingencia, agradable.
Seguiremos leyendo tus crónicas.