Cuando el 19 de febrero de 1970 a las siete de la noche desembarcamos
junto al ecuatoriano Juan Pablo Moncagatta y el boliviano Tonchy Marinkovic en Maiquetía, el aeropuerto de Caracas, me
encontraba bastante tenso. Aunque yo hablaba con ambos, entre ellos
prácticamente ni se miraban. El malestar evidente no tenía que ver con
problemas personales sino con las divergencias ideológicas que se estaban
generando entre los demócratas cristianos del continente y particularmente
quienes integraban sus organizaciones juveniles.
En la capital venezolana se iniciaría al día siguiente una reunión del Directorio de la Juventud Demócrata Cristiana de América Latina, JUDCA. Yo era el presidente de la organización y Tonchy el secretario general. Mientras que Juan Pablo era el secretario general de Unión Internacional de Jóvenes Demócratas Cristianos, UIJDC. En mi caso, al igual, que los otros integrantes del directorio o del comité mundial, el cargo era para la organización. Aunque cuando en 1967, en el congreso de JUDCA en San Salvador, la JDC del Perú obtuvo la presidencia con el sobreentendido que se la encargaría a Rafael Roncagliolo. Cuando Rafo renunció porque viajaba por estudios fuera del país, la directiva de la JDC peruana me dio a mí el encargo. En el caso de Juan Pablo se le había elegido en una reunión mundial en Venecia en 1965 y a Tonchy elegido también en San Salvador, aunque inicialmente como primer integrante del secretariado, asumió la secretaria general ante la renuncia del salvadoreño Héctor Dada quien no pudo posesionarse por compromisos políticos en su país que impedían su traslado a Santiago de Chile, sede del secretariado.
En la capital venezolana se iniciaría al día siguiente una reunión del Directorio de la Juventud Demócrata Cristiana de América Latina, JUDCA. Yo era el presidente de la organización y Tonchy el secretario general. Mientras que Juan Pablo era el secretario general de Unión Internacional de Jóvenes Demócratas Cristianos, UIJDC. En mi caso, al igual, que los otros integrantes del directorio o del comité mundial, el cargo era para la organización. Aunque cuando en 1967, en el congreso de JUDCA en San Salvador, la JDC del Perú obtuvo la presidencia con el sobreentendido que se la encargaría a Rafael Roncagliolo. Cuando Rafo renunció porque viajaba por estudios fuera del país, la directiva de la JDC peruana me dio a mí el encargo. En el caso de Juan Pablo se le había elegido en una reunión mundial en Venecia en 1965 y a Tonchy elegido también en San Salvador, aunque inicialmente como primer integrante del secretariado, asumió la secretaria general ante la renuncia del salvadoreño Héctor Dada quien no pudo posesionarse por compromisos políticos en su país que impedían su traslado a Santiago de Chile, sede del secretariado.
Ya en ese congreso se notó el creciente distanciamiento entre las
juventudes DC de tradicionales posiciones centristas e incluso centro
derechistas de algunos de los partidos DC. Reconociendo
la Doctrina Social de la Iglesia Católica como guía, el "aggiornamento"
que el Papa Juan XXIII había impulsado con el Concilio Vaticano II iniciado en octubre
de 1962 se tradujo en un mayor compromiso social que la mayoría de los jóvenes
DC asumieron con entusiasmo y tradujeron en posiciones políticas en San
Salvador (Ver crónica “Peruanos y bolivianos en San Salvador” del 19
de diciembre de 2014).
DISIDENCIA DE LAS JUVENTUDES DEMOCRISTIANAS
Juan Pablo en Roma, la sede de la UIJDC tenía que equilibrar las
posiciones de las juventudes DC europeas siempre a la derecha de las
latinoamericanas. Incluso las diferencias se venían ampliando en los últimos
años con la mayor radicalización de las dirigencias latinoamericanas. Esas
radicalizaciones ya tenían repercusiones orgánicas y habían significado el
rompimiento de los partidos DC en Chile y Bolivia.
En mayo de 1969 se había formado el Movimiento de Acción Popular
Unitaria, MAPU, en Chile encabezada por la dirigencia de la JDC, incluyendo sus
tres últimos presidentes, Rodrigo Ambrosio, Enrique Correa y Juan Enrique Vega.
Y a fines del mismo año, la JDC de Bolivia, incluyendo varias promociones de
dirigentes habían roto con el partido para formar la Democracia Cristiana
Revolucionaria. Entre los dirigentes más notorios estaban Jorge Ríos,
Antonio Araníbar, Alfonso Camacho, Alfonso Ferrucino y
Jorge Gumucio, quienes además de gran experiencia partidaria habían participado
en la conducción del movimiento universitario de su país. Tonchy siempre formó
parte de ese colectivo.
En la perspectiva
de Juan Pablo era distinto mantener diálogo y relaciones con dirigentes de
juventudes DC bastante izquierdistas que con quienes eran parte de las
disidencias partidarias. Y le resultaba obvio que de haber estado viviendo en
Bolivia, Tonchy estaría también entre los disidentes. Pero éste seguía viviendo
en Santiago y coordinando y trabajando con los otros miembros del secretariado:
el
uruguayo Carlos Baráibar y el chileno Jorge Leyva.
Y es que más allá de lo que sucedía en Bolivia, Tonchy sentía que debía
culminar su gestión y se sentía particularmente identificado con los esfuerzos
de la dirigencia de la JDC chilena de ese momento por evitar una derechización
mayor de su partido, así como los esfuerzos que desde sus particulares
circunstancias, realizaban por radicalizar a sus partidos las JDC de Uruguay y
el Perú.
Aunque en ese
momento no podíamos imaginar lo que pasaría, en febrero de 1971 el PDC de Uruguay fundaría
el Frente Amplio junto con varios partidos y colectivos de izquierda, mientras
que a
inicios de junio del mismo año integrantes de la JDC peruana renunciaríamos al
partido y muchos nos reencontraríamos cinco años después cuando se fundara el
Partido Socialista Revolucionario. Por otro lado, que integrantes de esa
dirigencia de la JDC chilena e incluso la siguiente formaría Izquierda
Cristiana en octubre del mismo 1971.
COMPROMISO
DE SACAR ADELANTE CONGRESO EN QUITO
Pero regresemos la
noche que llegamos a Caracas. Los anfitriones serían los camaradas de la Juventud Revolucionaria
Copeyana, rama juvenil del COPEI nombre con que había nacido más de 20 años
atrás el partido social cristiano de Venezuela, cuyo principal líder Rafael
Caldera, era presidente de Venezuela desde marzo de 1969. Algunos dirigentes
nos esperaban para trasladar a Tonchy y a mí al IFEDEC, lugar donde nos
alojaríamos y donde se realizaría la reunión del Directorio.
El hoy llamado Centro de Políticas Públicas IFEDEC, era un Instituto Internacional
de Estudios Políticos que realizaba cursos de capacitación para dirigentes de
los partidos demócratas cristianos del continente. Por lo que sabía, dirigentes
del partido peruano participaban en unos seis u ocho cursos al año de un mes de
duración cada uno. En esos días no había ningún curso y teníamos el cómodo y
austero local a nuestra disposición. Cuando llegamos encontramos
ya a Eusebio Melgarejo de la JDC del Paraguay y a Andrés Culiolis de la JDC de
Panamá. Poco después, creo, llegaría Pedro Freile
del Ecuador. Con todos ellos conversamos un buen rato después de la cena.
Al día siguiente
sirvió para pasar revista de la situación de las organizaciones juveniles de
nuestros países y principalmente sobre los preparativos para el IV Congreso Latinoamericano
de Juventudes DC previsto para tres meses después en Quito, la capital de
Ecuador. En esta parte de la reunión participó Moncagatta antes
de continuar su viaje esa noche a Roma, ya que el apoyo de la UIJDC era necesario para la realización de ese
evento que se clausuraría el 31 de mayo, casi
exactamente tres años después del congreso realizado en San Salvador. Juan
Pablo -en su doble condición de latinoamericano y ecuatoriano- estaba dispuesto
a conseguir todo el apoyo posible, particularmente el financiamiento de los
pasajes de dos delegados de cada organización.
CONVERSACIONES
CON DOS PRESIDENTES DE VENEZUELA
Los dirigentes de
la JUDCA tuvimos ese fin de semana la posibilidad de conversar con dos de los
principales líderes DC de Venezuela. Uno de ellos el propio presidente de la
república, Rafael Caldera. Fue una cordial reunión en el Palacio de Miraflores
el sábado a mediodía. En primer lugar, nos recordó que se había dirigido a los
jóvenes DC latinoamericanos con ocasión del III Congreso, ya que fue invitado a
hablar en su clausura.
Caldera se interesó
por lo que estaba pasando en nuestros países. En el caso peruano manifestó su
preocupación por que el PDC apoyaba algunas de las medidas del gobierno del
general Velasco Alvarado. Traté de contestarle que se trataba de medidas
progresistas -como la Reforma Agraria- que eran parte de nuestro programa, pero
para Caldera ese tipo de gobierno era dictatorial sin importar qué medidas
tomara. Habló también -refiriéndose principalmente a lo sucedido en Chile- de
cómo en el COPEI se habían logrado manejar las discrepancias internas sin
llegar a rompimientos.
Al día siguiente
estuvimos en casa del entonces diputado Luis Herrera Campins, secretario general de la Organización Demócrata
Cristiana de América, ODCA. Fue un desayuno que se prolongó en una larga
conversación. Su conocimiento sobre la realidad de los partidos DC
latinoamericanos lo llevaba a preocuparse por el hecho
que no se valoraran las inquietudes de los jóvenes indignados por el
crecimiento de la desigualdad en sus países, al mismo tiempo que influenciados
por el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia Católica a partir del ya
mencionado Concilio Vaticano II. Herrera Campins representaba una tendencia de
centro izquierda en el COPEI, pero al igual que Caldera valoraba la necesidad
de la unidad partidaria y remarcaba la necesidad que las discrepancias internas
se debatieran sin llegar a rompimientos. Herrera estaba en su cuarto periodo de
diputado y sería elegido senador en el periodo de 1974 a 1979.
Nuestro
interlocutor perdería un par de años después la nominación partidaria para la
candidatura presidencial. Sin embargo, después que el candidato Lorenzo
Fernández fue derrotado por Carlos Andrés Pérez de Acción Democrática, el COPEI
postuló a Herrera Campins
para las elecciones de finales de 1978 y logró un aplastante triunfo. Los
dirigentes juveniles que nos reunimos ese domingo de febrero en su casa, no nos
imaginábamos que en menos de 24 horas habíamos conversado con un presidente y
un futuro presidente de Venezuela.
En la Juventud
Revolucionaria Copeyana había un debate ideológico intenso entre tres
corrientes: los araguatos,
los astronautas y los avanzados. Simplificando bastante esa situación de la
década del 60, puedo decir que a los primeros –quienes además tenían la
conducción de la JRC- se les consideraba identificados con la línea oficial del
COPEI y el liderazgo de Caldera y a los segundos cuestionándola desde
posiciones radicalmente izquierdistas, mientras los avanzados trataban de encontrar
una posición intermedia. Terminada la reunión del directorio de la JUDCA, junto
con Tonchy mantuvimos conversaciones, además de los dirigentes de la JRC, con
algunos de los copeyanos representativos de las otras dos tendencias. No
recuerdo detalles, pero sí hay que resaltar que en el COPEI no hubo una
escisión significativa incluso hasta más de 20 años después. Y cuando la hubo
en 1992… ¡fue encabezada por el propio Rafael Caldera!
CREÍAMOS QUE EN MAYO ACABARÍA NUESTRO MANDATO
Pero nuestras preocupaciones
los últimos días de febrero de 1970 estaban en culminar bien nuestra gestión
tres meses después. Poco antes que Tonchy se embarcara a Santiago de regreso,
conversamos y me dijo que él se dedicaría a coordinar con todas las
organizaciones integrantes de la JUDCA, pero que yo mantuviera la relación con
Juan Pablo Moncagatta considerando la evidente tirantez existente entre ellos.
Y así lo hicimos.
Aunque con algún
problema inicial, porque lo identificábamos como cercano a una corriente
distinta a la nuestra en la JDC peruana, había desarrollado una buena relación
con Juan Pablo quien había estado más de una vez en Lima por razones de su
cargo, pero además en viajes personales ya que tenía una hermana casada que
residía -entiendo que aun ahora- en Lima. Incluso para ese viaja a Caracas se
embarcó en Lima luego de estar unos días donde su hermana.
Justamente, el día
en que se reunió con nosotros acompañé a Juan Pablo Moncagatta
hasta la salida y le aseguré que seguiríamos impulsando la organización de ese
congreso, incluso que a mi regreso me quedaría en Quito para algunas
coordinaciones. Al despedirnos estábamos seguros que en mayo nos encontraríamos
en el cuarto congreso en Quito. Lo que no nos imaginábamos es que la reunión
-en cuya inauguración hablaríamos ambos- no culminaría por una medida represiva
del gobierno ecuatoriano, ni tampoco que medio año después él me estaría
proponiendo como uno de sus posibles sucesores (Ver crónicas “Declarados personas no gratas” al Ecuador” del 19 de noviembre de 2016 y “Expulsado de Ecuador, con el Papa en Roma”
del 28 de enero de 2014).
De regreso a Lima,
hice una escala de casi 24 horas en Quito y comprobé que todo estaba marchando
bien con el esfuerzo de los dirigentes de la JDC encabezados por Freile. Estos
camaradas trabajan muy bien aunque son enredados para transitar, me dije
sonriendo, cuando me acompañaron de un lugar a otro y por cuarta vez se
desviaron para pasar por la Plaza de la Independencia, la principal plaza de la
ciudad, y me mostraron -por
cuarta vez también- la placa al costado de la fachada de la Catedral
Metropolitana con la inscripción “Es gloria de Quito
el descubrimiento del río
Amazonas”, forma de manifestarme sin sutilezas su apoyo a la reivindicación ecuatoriana que
felizmente terminó en octubre de 1998 con la firma del Acta de Brasilia que
señaló la “conclusión definitiva de las diferencias” que habían
separado al Perú y a Ecuador.
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