miércoles, 28 de marzo de 2018

DIVERGENCIAS LATINOAMERICANAS EN CARACAS (1970)


Cuando el 19 de febrero de 1970 a las siete de la noche desembarcamos junto al ecuatoriano Juan Pablo Moncagatta y el boliviano Tonchy Marinkovic en Maiquetía, el aeropuerto de Caracas, me encontraba bastante tenso. Aunque yo hablaba con ambos, entre ellos prácticamente ni se miraban. El malestar evidente no tenía que ver con problemas personales sino con las divergencias ideológicas que se estaban generando entre los demócratas cristianos del continente y particularmente quienes integraban sus organizaciones juveniles.

En la capital venezolana se iniciaría al día siguiente una reunión del Directorio de la Juventud Demócrata Cristiana de América Latina, JUDCA. Yo era el presidente de la organización y Tonchy el secretario general. Mientras que Juan Pablo era el secretario general de Unión Internacional de Jóvenes Demócratas Cristianos, UIJDC. En mi caso, al igual, que los otros integrantes del directorio o del comité mundial, el cargo era para la organización. Aunque cuando en 1967, en el congreso de JUDCA en San Salvador, la JDC del Perú obtuvo la presidencia con el sobreentendido que se la encargaría a Rafael Roncagliolo. Cuando Rafo renunció porque viajaba por estudios fuera del país, la directiva de la JDC peruana me dio a mí el encargo. En el caso de Juan Pablo se le había elegido en una reunión mundial en Venecia en 1965 y a Tonchy elegido también en San Salvador, aunque inicialmente como primer integrante del secretariado, asumió la secretaria general ante la renuncia del salvadoreño Héctor Dada quien no pudo posesionarse por compromisos políticos en su país que impedían su traslado a Santiago de Chile, sede del secretariado.

Ya en ese congreso se notó el creciente distanciamiento entre las juventudes DC de tradicionales posiciones centristas e incluso centro derechistas de algunos de los partidos DC. Reconociendo la Doctrina Social de la Iglesia Católica como guía, el "aggiornamento" que el Papa Juan XXIII había impulsado con el Concilio Vaticano II iniciado en octubre de 1962 se tradujo en un mayor compromiso social que la mayoría de los jóvenes DC asumieron con entusiasmo y tradujeron en posiciones políticas en San Salvador (Ver crónica “Peruanos y bolivianos en San Salvador” del 19 de diciembre de 2014).

DISIDENCIA DE LAS JUVENTUDES DEMOCRISTIANAS

Juan Pablo en Roma, la sede de la UIJDC tenía que equilibrar las posiciones de las juventudes DC europeas siempre a la derecha de las latinoamericanas. Incluso las diferencias se venían ampliando en los últimos años con la mayor radicalización de las dirigencias latinoamericanas. Esas radicalizaciones ya tenían repercusiones orgánicas y habían significado el rompimiento de los partidos DC en Chile y Bolivia.

En mayo de 1969 se había formado el Movimiento de Acción Popular Unitaria, MAPU, en Chile encabezada por la dirigencia de la JDC, incluyendo sus tres últimos presidentes, Rodrigo Ambrosio, Enrique Correa y Juan Enrique Vega. Y a fines del mismo año, la JDC de Bolivia, incluyendo varias promociones de dirigentes habían roto con el partido para formar la Democracia Cristiana Revolucionaria. Entre los dirigentes más notorios estaban Jorge Ríos, Antonio Araníbar, Alfonso Camacho, Alfonso Ferrucino y Jorge Gumucio, quienes además de gran experiencia partidaria habían participado en la conducción del movimiento universitario de su país. Tonchy siempre formó parte de ese colectivo.

En la perspectiva de Juan Pablo era distinto mantener diálogo y relaciones con dirigentes de juventudes DC bastante izquierdistas que con quienes eran parte de las disidencias partidarias. Y le resultaba obvio que de haber estado viviendo en Bolivia, Tonchy estaría también entre los disidentes. Pero éste seguía viviendo en Santiago y coordinando y trabajando con los otros miembros del secretariado: el uruguayo Carlos Baráibar y el chileno Jorge Leyva. Y es que más allá de lo que sucedía en Bolivia, Tonchy sentía que debía culminar su gestión y se sentía particularmente identificado con los esfuerzos de la dirigencia de la JDC chilena de ese momento por evitar una derechización mayor de su partido, así como los esfuerzos que desde sus particulares circunstancias, realizaban por radicalizar a sus partidos las JDC de Uruguay y el Perú.

Aunque en ese momento no podíamos imaginar lo que pasaría, en febrero de 1971 el PDC de Uruguay fundaría el Frente Amplio junto con varios partidos y colectivos de izquierda, mientras que a inicios de junio del mismo año integrantes de la JDC peruana renunciaríamos al partido y muchos nos reencontraríamos cinco años después cuando se fundara el Partido Socialista Revolucionario. Por otro lado, que integrantes de esa dirigencia de la JDC chilena e incluso la siguiente formaría Izquierda Cristiana en octubre del mismo 1971.

COMPROMISO DE SACAR ADELANTE CONGRESO EN QUITO

Pero regresemos la noche que llegamos a Caracas. Los anfitriones serían los camaradas de la Juventud Revolucionaria Copeyana, rama juvenil del COPEI nombre con que había nacido más de 20 años atrás el partido social cristiano de Venezuela, cuyo principal líder Rafael Caldera, era presidente de Venezuela desde marzo de 1969. Algunos dirigentes nos esperaban para trasladar a Tonchy y a mí al IFEDEC, lugar donde nos alojaríamos y donde se realizaría la reunión del Directorio.

El hoy llamado Centro de Políticas Públicas IFEDEC, era un Instituto Internacional de Estudios Políticos que realizaba cursos de capacitación para dirigentes de los partidos demócratas cristianos del continente. Por lo que sabía, dirigentes del partido peruano participaban en unos seis u ocho cursos al año de un mes de duración cada uno. En esos días no había ningún curso y teníamos el cómodo y austero local a nuestra disposición. Cuando llegamos encontramos ya a Eusebio Melgarejo de la JDC del Paraguay y a Andrés Culiolis de la JDC de Panamá. Poco después, creo, llegaría Pedro Freile del Ecuador. Con todos ellos conversamos un buen rato después de la cena.

Al día siguiente sirvió para pasar revista de la situación de las organizaciones juveniles de nuestros países y principalmente sobre los preparativos para el IV Congreso Latinoamericano de Juventudes DC previsto para tres meses después en Quito, la capital de Ecuador. En esta parte de la reunión participó Moncagatta antes de continuar su viaje esa noche a Roma, ya que el apoyo de la UIJDC era necesario para la realización de ese evento que se clausuraría el 31 de mayo, casi exactamente tres años después del congreso realizado en San Salvador. Juan Pablo -en su doble condición de latinoamericano y ecuatoriano- estaba dispuesto a conseguir todo el apoyo posible, particularmente el financiamiento de los pasajes de dos delegados de cada organización.

CONVERSACIONES CON DOS PRESIDENTES DE VENEZUELA

Los dirigentes de la JUDCA tuvimos ese fin de semana la posibilidad de conversar con dos de los principales líderes DC de Venezuela. Uno de ellos el propio presidente de la república, Rafael Caldera. Fue una cordial reunión en el Palacio de Miraflores el sábado a mediodía. En primer lugar, nos recordó que se había dirigido a los jóvenes DC latinoamericanos con ocasión del III Congreso, ya que fue invitado a hablar en su clausura.

Caldera se interesó por lo que estaba pasando en nuestros países. En el caso peruano manifestó su preocupación por que el PDC apoyaba algunas de las medidas del gobierno del general Velasco Alvarado. Traté de contestarle que se trataba de medidas progresistas -como la Reforma Agraria- que eran parte de nuestro programa, pero para Caldera ese tipo de gobierno era dictatorial sin importar qué medidas tomara. Habló también -refiriéndose principalmente a lo sucedido en Chile- de cómo en el COPEI se habían logrado manejar las discrepancias internas sin llegar a rompimientos.

Al día siguiente estuvimos en casa del entonces diputado Luis Herrera Campins, secretario general de la Organización Demócrata Cristiana de América, ODCA. Fue un desayuno que se prolongó en una larga conversación. Su conocimiento sobre la realidad de los partidos DC latinoamericanos lo llevaba a preocuparse por el hecho que no se valoraran las inquietudes de los jóvenes indignados por el crecimiento de la desigualdad en sus países, al mismo tiempo que influenciados por el desarrollo de la Doctrina Social de la Iglesia Católica a partir del ya mencionado Concilio Vaticano II. Herrera Campins representaba una tendencia de centro izquierda en el COPEI, pero al igual que Caldera valoraba la necesidad de la unidad partidaria y remarcaba la necesidad que las discrepancias internas se debatieran sin llegar a rompimientos. Herrera estaba en su cuarto periodo de diputado y sería elegido senador en el periodo de 1974 a 1979.

Nuestro interlocutor perdería un par de años después la nominación partidaria para la candidatura presidencial. Sin embargo, después que el candidato Lorenzo Fernández fue derrotado por Carlos Andrés Pérez de Acción Democrática, el COPEI postuló a Herrera Campins para las elecciones de finales de 1978 y logró un aplastante triunfo. Los dirigentes juveniles que nos reunimos ese domingo de febrero en su casa, no nos imaginábamos que en menos de 24 horas habíamos conversado con un presidente y un futuro presidente de Venezuela.

En la Juventud Revolucionaria Copeyana había un debate ideológico intenso entre tres corrientes: los araguatos, los astronautas y los avanzados. Simplificando bastante esa situación de la década del 60, puedo decir que a los primeros –quienes además tenían la conducción de la JRC- se les consideraba identificados con la línea oficial del COPEI y el liderazgo de Caldera y a los segundos cuestionándola desde posiciones radicalmente izquierdistas, mientras los avanzados trataban de encontrar una posición intermedia. Terminada la reunión del directorio de la JUDCA, junto con Tonchy mantuvimos conversaciones, además de los dirigentes de la JRC, con algunos de los copeyanos representativos de las otras dos tendencias. No recuerdo detalles, pero sí hay que resaltar que en el COPEI no hubo una escisión significativa incluso hasta más de 20 años después. Y cuando la hubo en 1992… ¡fue encabezada por el propio Rafael Caldera!

CREÍAMOS QUE EN MAYO ACABARÍA NUESTRO MANDATO

Pero nuestras preocupaciones los últimos días de febrero de 1970 estaban en culminar bien nuestra gestión tres meses después. Poco antes que Tonchy se embarcara a Santiago de regreso, conversamos y me dijo que él se dedicaría a coordinar con todas las organizaciones integrantes de la JUDCA, pero que yo mantuviera la relación con Juan Pablo Moncagatta considerando la evidente tirantez existente entre ellos. Y así lo hicimos.

Aunque con algún problema inicial, porque lo identificábamos como cercano a una corriente distinta a la nuestra en la JDC peruana, había desarrollado una buena relación con Juan Pablo quien había estado más de una vez en Lima por razones de su cargo, pero además en viajes personales ya que tenía una hermana casada que residía -entiendo que aun ahora- en Lima. Incluso para ese viaja a Caracas se embarcó en Lima luego de estar unos días donde su hermana.

Justamente, el día en que se reunió con nosotros acompañé a Juan Pablo Moncagatta hasta la salida y le aseguré que seguiríamos impulsando la organización de ese congreso, incluso que a mi regreso me quedaría en Quito para algunas coordinaciones. Al despedirnos estábamos seguros que en mayo nos encontraríamos en el cuarto congreso en Quito. Lo que no nos imaginábamos es que la reunión -en cuya inauguración hablaríamos ambos- no culminaría por una medida represiva del gobierno ecuatoriano, ni tampoco que medio año después él me estaría proponiendo como uno de sus posibles sucesores (Ver crónicas Declarados personas no gratas” al Ecuador” del 19 de noviembre de 2016 yExpulsado de Ecuador, con el Papa en Roma” del 28 de enero de 2014).

De regreso a Lima, hice una escala de casi 24 horas en Quito y comprobé que todo estaba marchando bien con el esfuerzo de los dirigentes de la JDC encabezados por Freile. Estos camaradas trabajan muy bien aunque son enredados para transitar, me dije sonriendo, cuando me acompañaron de un lugar a otro y por cuarta vez se desviaron para pasar por la Plaza de la Independencia, la principal plaza de la ciudad, y me mostraron -por cuarta vez también- la placa al costado de la fachada de la Catedral Metropolitana con la inscripción “Es gloria de Quito el descubrimiento del río Amazonas”, forma de manifestarme sin sutilezas su apoyo a la reivindicación ecuatoriana que felizmente terminó en octubre de 1998 con la firma del Acta de Brasilia que señaló la “conclusión definitiva de las diferencias” que habían separado al Perú y a Ecuador.

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