viernes, 25 de agosto de 2017

MIS PRIMEROS CIGARRILLOS (1957/59)

Aunque en esta época los fumadores deben ser conscientes que la mayoría de los estudios científicos hablan sobre los daños causados por el cigarrillo, muchos no consideran el peligro del tabaco para su salud su principal problema. Quizá lo que más les afecta es la virtual segregación que viven dada la creciente presión social y mediática a la que se encuentran sometidos. Como ha dicho más de una vez en sus programas de radio mi amigo José María Salcedo, aunque hay múltiples accidentes de tránsito debido al consumo de alcohol por los conductores y no se sabe de accidentes provocados por choferes fumadores, se puede hacer publicidad a las bebidas alcohólicas pero está prohibido hacerla a los cigarrillos…

En mi condición de ex fumador hace más de 8400 días -se acaban de cumplir 23 años desde que aspiré mi último cigarrillo- veo cómo la marginación es cada vez más intensa y cómo cada vez es mayor el número de gente que ha pasado de ser “no fumador” a “anti fumador”. Esta crónica no pretende otra cosa que contrastar las costumbres en relación a los fumadores en las últimas décadas.

Si antes era común que se fumara en las oficinas, ahora ya no es raro ver en las afueras de edificios a algunas personas fumando -medio vergonzantemente- mientras que quienes ingresan o salen de esas instalaciones les dirigen miradas desaprobatorias. No se puede fumar ciertamente en los restaurantes, cafeterías o bares de muchos distritos, aunque algunos aún lo permiten en sus zonas al aire libre. Pero incluso en vías y áreas públicas no es raro que algunas personas exijan a otras que apaguen sus cigarrillos.

SE PODÍA FUMAR EN CUALQUIER SITIO

Como ya comenté en otra ocasión (Ver crónica “Cines de barrio en mi vida escolar” del 24 de abril de 2017) mis primeros cigarrillos los fumé en “balcón” -la localidad más barata- del cine Royal en el Rímac y eran cigarrillos negros de marca “Inca”. Era el año 1957 y en esa época era casi automático que los primeros cigarrillos se encendieran inmediatamente después de la aparición en la pantalla del letrero de “Prohibido Fumar” que marcaba el inicio del breve intermedio después de proyectarse los avances de futuras películas. Esta costumbre se mantuvo en los cinemas del Perú hasta principios de los años 70 en que, si no me equivoco, en el cine Roma cercano al Parque de la Reserva, comenzaron a interrumpir las películas cuando alguien prendía un cigarrillo.

No sólo era en el cine donde se fumaba sino en la mayoría de lugares cerrados donde se juntaba gran cantidad de personas, como coliseos, estadios, circos o teatros. Quizás la única excepción eran las iglesias… En locales escolares era común que los profesores fumaran, incluso mientras dictaban clase. Pero también en centros de salud, como hospitales o clínicas. No era raro que los visitantes fumaran en los cuartos de los pacientes a quienes visitaban. O que los cirujanos entraran con su paquete de cigarrillos a los quirófanos. Cuando nació la mayor de mis hijas, luego que una enfermera se la llevó a limpiarla el médico obstetra que la atendió felicitó a mi esposa cuando salía de la sala de partos y le preguntó qué antojo tenía. Un cigarro le contestó. Y el galeno sacó el paquete de un bolsillo, le ofreció uno y se lo encendió… Incluso hace 30 años fue ministra de Salud Ilda Urizar, una reconocida y honesta dirigente aprista prematuramente desaparecida, quien en entrevistas con la prensa aparecía con un inseparable cigarrillo. Se contó en su época que cuando llegó por primera vez al despacho ministerial reclamó la falta de ceniceros.

En el trasporte público se fumaba, tanto en los buses como en los tranvías, en los taxis o en los colectivos. El pasajero podía no fumar pero el chofer sí. En el transporte interprovincial también se fumaba. Yo mismo tenía un cigarrillo en la boca cuando en mayo de 1961 vi que estaba en Ticlio, el punto más alto de la carretera central a 4818 metros de altura. No era raro, incluso, que algunas personas entraran fumando a los ascensores.

En los viajes en avión, incluyendo los largos vuelos internacionales, iban pasajeros que no dejaban de fumar a lado de los no fumadores, incluyendo niños. Así era por lo menos hasta los años 70 o quizás algo más. En la década de los 80 ya había zonas de no fumadores y fumadores, estos últimos al final de cada división del avión. A finales de esa década en la línea aérea soviética Aeroflot sólo se podía fumar en vuelos internacionales, por lo que más de una vez en viajes aéreos tuve que fumar en los baños (Ver crónica “De tránsito por un país que no existe” del 21 de febrero de 2014). En viajes realizados en los últimos 20 años he comprobado que ya no se puede fumar en ningún vuelo…

UNOS CIGARRILLOS SIN TABACO

Pero regresemos a 1957, cuando me inicié como fumador. Por esos años los cigarrillos que se fabricaban en el Estanco del Tabaco eran negros. Y con el riesgo de equivocarme en algunos centavos creo acordarme de los precios. El paquete de “Inca” con 20 cigarrillos costaban S/ 1.60 ó 1.80 y su envoltura era de papel amarillo con azul. Ese mismo precio tenían unos ovalados de dos marcas distintas: “Nacional Presidente” e “Inca Especial”, pero venían en cajitas de cartón muy delgado y traían sólo 14 ó 16 cigarrillos. Los más baratos y que eran muy fuertes, envueltos en paquetes de papel de color rojo y blanco conteniendo 20 cigarrillos, me parece que se llamaban “Nacionales” y costaban un sol. Había una serie de cigarrillos rubios importados que costaban 6.50 o 7 soles según fueran del tamaño convencional o un poco más largos, en algunos casos por tener filtro.

Aunque había un tipo de cigarrillos rubios fabricados en el Perú. Se llamaban Country y el paquete costaba S/ 3.20 o algo más, es decir alrededor de la mitad de los rubios importados. Algunos decían que era porque sólo eran medio rubios. Para muchos eran para aparentar que se fumaban rubios cuando no se tenía el dinero suficiente para comprar los verdaderos. Alguna vez los fumé y no me gustaron.

En 1959 ya en la universidad fumaba Inca y cuando podía darme el lujo Lucky Strike. Como fumador ocasional desde los 14 o 15 años y habitual desde los 16 no se me ocurría fumar Country. Muchos fumadores decían que el Country era impasable, una pésima imitación porque comparado con cualquier rubio importado era francamente malo. En esas época eran muy pocas las personas que los tenían como preferidos. La única persona que recuerdo que los fumaba, pero además los disfrutaba, era el senador democristiano Mario Polar Ugarteche.

El año 1959 en mis primeros meses como afiliado al Partido Demócrata Cristiano, trataba de acudir al local central que quedaba en la avenida Guzmán Blanco 168, a una cuadra de la plaza Bolognesi, los lunes a las siete u ocho de la noche. Esos días se reunía el Comité Ejecutivo Nacional a las 9 pm y algunos dirigentes llegaban bastante antes, habitualmente Javier Correa Ellas, presidente del partido, que le gustaba conversar con los jóvenes DC presentes en el local. Una noche en abril o mayo además de él se encontraba Polar que en algún momento anunció que tenía varios chistes “cochinos” que contar y pese a la cara de desaprobación de Correa comenzó a hacerlo logrando las carcajadas de quienes lo rodeaban, excepto don Javier que se sentía incómodo y resistía a reírse.

Mientras contaba sus chistes, don Mario no dejaba de aspirar un cigarrillo, como había hecho durante la media hora previa en estuvo conversando en serio. Prendía un nuevo cigarrillo a poco de terminar el anterior. En el momento que encendió uno más, Correa aprovechó para cambiar de tema y le preguntó: ¿ahora que algunos científicos dicen que el tabaco puede provocar cáncer no se te ha ocurrido dejar de fumar? No porque fumo Country, fue la respuesta. ¿Y? le dijo intrigado Correa. Y burlándose de su cigarrillo preferido, don Mario retrucó: Lo que pasa es que los otros cigarrillos se hacen con tabaco pero el Country se hace con guano y nadie ha dicho todavía que la caca provoca cáncer… Esta vez las carcajadas incluyeron a don Javier Correa Ellas.


1 comentario:

  1. EXCELENTE REMEMBRANZA DE UN PASADO QUE NO DEJE DE PASAR INADVERTIDO PESE A MI EDAD JUVENIL Y ADOLESCENTE. PUDE VERLO EN MI PADRE, MIS VIEJOS FAMILIARES Y AMIGOS DE LA FAMILIA. AUN A VECES ENTRE CHICOS DE MI MISMA EDAD. YO NUNCA FUI INCLINADO HACIA LOS CIGARRILLOS, PERO DE JOVEN SI FUMABA (O QUEMABA) SOLO CUANDO IBA AL CINE O ESTABA ACOMPAÑADO DE ALGUNA DAMITA. LA MAGIA Y EL ENCANTO DE LOS VIEJOS CIGARRILLOS SE DESVANECIO, PERO MARCARON UNA EPOCA PREÑADA DE ROMANTICISMO, DESAPEGO Y NOSTALGICA EUFORIA.

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