domingo, 30 de julio de 2017

19 DE JULIO DE 1977: PRIMERAS IMPRESIONES DEL PARO (1977)

Minutos antes de las siete de la noche llegué a casa de Francisco Moncloa, Paco, donde varios dirigentes del Partido Socialista Revolucionario estábamos citados por Antonio Meza Cuadra, secretario general del PSR. Era el 19 de julio de 1977 y ese día se había realizado el paro nacional con el que durante más de un año amenazaron distintos sectores del movimiento popular al gobierno del general Francisco Morales Bermúdez.

No era una reunión formal de la dirección nacional sino una rápida conversación para intercambiar informaciones e intentar una evaluación preliminar. Conforme iban llegando los cuatro o cinco convocados, la información que cada uno tenía confirmaba que el paro había sido contundente. Todos lucían satisfechos pero preocupados. Moncloa sintetizaba en cuatro palabras la inquietud que nos colmaba: “¿Después del paro, qué…?”

MINISTRO DE ECONOMÍA SÓLO DURÓ 50 DÍAS

Lo dicho por Paco tenía relación con lo que habíamos analizado menos de dos semanas antes al enterarnos de la renuncia de Walter Piazza, ministro de Economía y Finanzas, quien apenas había cumplido 50 días al frente del ministerio y aparentemente no había conseguido respaldo del gabinete donde era uno de los dos integrantes civiles.

No tiene sentido Intentar ahora, cuarenta años después, hacer un análisis de las medidas de política económica que precipitaron el paro. Además, tampoco tengo la preparación para hacerlo. Baste señalar que desde que se inició la llamada “segunda fase” del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, a finales de agosto de 1975, el nuevo presidente general Francisco Morales Bermúdez trató de modificar muchas de las políticas implementadas por su antecesor, general Juan Velasco Alvarado. La percepción de amplios sectores del movimiento popular organizado era que Morales Bermúdez quería dar “marcha atrás” en las conquistas populares, particularmente en la reforma agraria y las comunidades laborales.

Al iniciarse la “segunda fase” el nuevo ministro de Economía y Finanzas fue el economista Luis Barúa Castañeda, con quien se busca un programa de ajuste económico, que se implementa decididamente con un paquete de medidas dictadas en enero de 1976 que, al bajar subsidios, elevaba los precios de los alimentos básicos reduciendo el poder adquisitivo real de las grandes mayorías, independientemente de algún reajuste de sueldos y salarios muy poco significativo. Todo esto generó un creciente descontento de la población expresado en diversos paros y movilizaciones de protesta. Pero por otro lado, los esfuerzos de Barúa pasaban por contar con el apoyo del Fondo Monetario Internacional, FMI, y con funcionarios de este organismo gubernamental estaba adelantando un programa que no contó con el respaldo del gobierno, por lo que el ministro renunció. Al hacerlo señaló que una comisión de ministros, con cuya constitución no estaba de acuerdo, llegaba a “conclusiones discrepantes con las medidas propuestas” por él. Es decir que había contradicciones en el seno del propio gobierno.

El 17 de mayo de 1977 juró Walter Piazza Tangüis en reemplazo de Barúa. El diez de junio anunció un nuevo paquete de medidas económicas, que en la práctica significó otro tardío e insuficiente aumento de sueldos y salarios, aumento del precio de los derivados del petróleo, continuación de la reducción de subsidios, mantenimiento de las mini devaluaciones, entre otras medidas. Es misma noche, en varios puntos de la ciudad aparecen las pintas “Piazza Hambre PSR”, expresando el sentir de los sectores populares. Por cierto que el descontento del último año y medio continúo y creció.

Pero Piazza no sólo encontró las enérgicas discrepancias en las calles, sino también en el propio gobierno, del cual no recibió respaldo para sus propuestas, por lo que el 7 de julio expresó que “…al no haber logrado concordancia con la mayoría de los miembros del Gabinete en lo referente a aspectos conceptuales, he considerado conveniente tomar la decisión de renunciar”.

Al enterarnos de la renuncia, emitimos un pronunciamiento en el que señalamos: “Nada se soluciona ni se corrige con la simple renuncia y reemplazo del señor Piazza, No es la persona del Ministro renunciante lo que rechazó el pueblo, sino a las medidas económicas impuestas por ese ministro. Los efectos corrosivos de esas medidas continuarán debilitando al país mientras sigan en vigencia. Y se mantendrá el daño producido si sirven de base y sustentación para cualquier otro tipo de política alternativa.”

PARO EXITOSO, SALVO PARA PERIÓDICOS

Mientras esperábamos para comenzar la reunión, Paco se puso a leer en voz alta ese comunicado del PSR. Al mismo tiempo otros ojeamos las primeras planas de los periódicos de ese día que estaban sobre la mesa de la sala: “”Organizaciones dicen no al paro”, “Pueblo Repudia a Provocadores, Demanda Unión Nacional, Trabajo y Solidaridad”, “El transporte será normal”, “NO, al Paro”, “Frente a la subversión: unidad y firmeza”, “Todo el peso de la Ley recaerá sobre instigadores y agitadores políticos”, “Rechazo al Paro”, eran algunos de los titulares. Parecen diarios de otro país, comentó alguien. No, dijo Paco, es el resultado de la reunión con el “Gaucho” y mostró en uno de los periódicos un despacho de la agencia oficial ESI – PERÚ indicando que el día anterior el ministro del Interior, general Luis Cisneros Vizquerra, en reunión con los directores de los diarios había solicitado que se abstengan de publicaciones contra la unidad nacional y a favor de la subversión, y que a la escalada dirigida a crear caos y confusión tenían que considerar que “la Patria está sobre cualquier otra consideración”. El general Cisneros era conocido como el “Gaucho” por sus estudios en Argentina.

Sentados ya a analizarlo, todos coincidimos que el paro había sido exitoso. Teníamos versiones directas de militantes del partido que eran dirigentes de la Confederación Nacional Agraria, CNA, de la base de Lima de la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana, CTRP - Lima y del Comité de Empresas Administradas por sus Trabajadores, CEAT. Ellos no sólo tenían información sobre la paralización en sus respectivos gremios sino que también la de los otros, en la medida que se había establecido una red de intercambio de información entre las centrales convocantes del paro como la Confederación General de Trabajadores del Perú, CGTP, la Confederación Nacional de Trabajadores, CNT y la Confederación Campesina del Perú, CCP,. Además tenían información relevante de federaciones, aunque la mayoría pertenecía a la CGTP, que contaban con indudable peso propio como la Federación Gráfica, la Cerveceros, la de Trabajadores de Luz y Fuerza, la de Trabajadores de la Universidad Peruana, la Federación de Pescadores del Perú y la Federación Nacional de Trabajadores Mineros y Metalúrgicos.

Ese día no sólo habíamos mantenido contacto con Guzmán Rivera y Mateo Tincopa de la CTRP-Lima, con Luis Aliaga de la CNA y Vilma Mazuelos del CEAT, sino que habíamos quedado en que cada dirigente buscaría la mayor información posible. No era fácil conseguirla. Estábamos en 1977, es decir no había correos electrónicos, tampoco celulares, menos “WhatsApp”. Si uno estaba en la calle debía buscar un teléfono público que no siempre estaba operativo y tener varias monedas para usarlo.

EL INGENIO DE MONCLOA

Paco Moncloa había encontrado ese día su propio método de información. Desde primeras horas de la mañana hizo llamadas telefónicas a distintos lugares de la ciudad. A casas de familiares, amigos o conocidos que vivían en avenidas o cerca de ellas. Sin importarle que quién contestara no fuera a quién llamaba sino un familiar o una empleada, Paco pedía que se asomaran por la ventana y le informaran si el tránsito era menor de lo normal, si circulaban las líneas de transporte, si se veían marchas de trabajadores, o si había policías patrullando las calles. En un par de casos que le contestaron que no podían distinguir nada, pidió a sus interlocutores que salieran a la calle para ver y que los llamaría minutos después. A donde llamó varias veces fue a la casa del extraordinario fotógrafo Carlos Dominguez, el Chino, aunque sabía que no estaba al igual que esposa Antonieta Gamarra, también fotógrafa, ya que ambos estaban tomando fotos en las calles de las zonas obreras de Lima. Pero como su departamento quedaba en un edificio en la esquina de las avenidas Grau y Abancay, llamó varias veces y le pidió a quién contestó -sin averiguar si era hija o pariente- que mirara por las ventanas para irse informando del desarrollo del paro.

Por mi parte había dejado más temprano de lo acostumbrado a mi esposa en su trabajo, que funcionaba normalmente considerando que era una empresa donde no había sindicato, aunque varios de sus trabajadores tuvieron problemas para movilizarse por el paro de transporte. Inmediatamente fui a mi oficina en DESCO. Como la mayoría de quienes allí trabajábamos, aun los que no tenían militancia política, eran críticos del gobierno de Morales Bermúdez, prácticamente nadie trabajó ese día. Más bien se convirtió en centro de información ya que cada uno daba cuenta del desarrollo del paro de las zonas por donde se había movilizado. Algunas secretarias que vivían en nuevas urbanizaciones en el Cono Norte -hoy Lima Norte- no pudieron llegar debido no sólo al escaso transporte sino también a las movilizaciones cerca de las fábricas ubicadas en la carretera panamericana norte.

Con mi gran amigo Federico Velarde -compañero en la década anterior de actividades políticas y aunque aún no lo sabíamos también en la década siguiente- salimos a dar una vuelta por el centro de Lima para tratar de llegar a la Plaza Dos de Mayo, escenario tradicional de las masivas concentraciones de trabajadores y donde se encontraba el local de la CGTP, pero una fuerte dotación policial lo impidió. Luego nos enteraríamos que ese local, al igual que varios otros de organizaciones convocantes del paro, estaba tomado por la policía. Después de mediodía hice un recorrido por Surquillo y Lince, dos distritos populares y habitualmente con mucho movimiento de transporte colectivo. Las calles estaban vacías y en varios casos se habían convertido en canchas de fulbito, donde los jóvenes jugaban con la seguridad que no habría buses que los amenazaran.

LAS CONVERSACIONES CON PARTIDOS DE IZQUIERDA

Ese día no estaba prevista ninguna reunión con otras agrupaciones políticas. Había participado en varias en los días inmediatamente anteriores. Solo o con Meza Cuadra, Manuel Benza o José María Salcedo. Todas para asegurar el éxito del paro. Algunas sólo con el PCP. Otras con varios partidos pero sin el PCP. Aunque teníamos la voluntad de conversar con todos, en esa época era muy difícil un diálogo entre todos…

Hay que considerar que el PSR había nacido a fines de noviembre de 1976 y los militares retirados que habían estado entre quienes suscribieron su manifiesto fundacional habían sido deportados cuarenta días después (Ver crónica “Durmiendo en camas ajenas” del 25 de julio de 2014). En los siete meses de existencia y considerando el acelerado desgaste del gobierno del general Morales Bermúdez, junto con los esfuerzos organizativos de un movimiento político aun en gestación nos dedicamos a buscar conversaciones con distintos sectores políticos de izquierda para tratar de encontrar planteamientos comunes en el enfrentamiento al gobierno.

Gruesamente se podía hablar de cuatro sectores de izquierda. Por un lado el más antiguo a quienes las nuevas agrupaciones le reprochaban su alineamiento con el partido comunista soviético: el Partido Comunista Peruano, PCP. Estaba luego el Partido Comunista del Perú - Patria Roja, la más fuerte de las agrupaciones que más de una década atrás rompieron con el PCP desde una perspectiva más cercana al partido comunista chino. En tercer lugar, más de una docena de partidos catalogados como “nueva izquierda” entre los que destacaban Vanguardia Revolucionaria y algunos fraccionamientos que había tenido, por un lado, también distintas agrupaciones que se consideraban continuación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y el Partido Comunista Revolucionario que también tenía un desprendimiento importante PCR - Trinchera Roja. Y, finalmente, los distintos grupos trotskistas.

Esta temprana vocación dialogante nos había llevado desde el mes de mayo a participar intensamente en las conversaciones de distintos sectores políticos con presencia en el movimiento popular organizado que buscaba encontrar una medida de fuerza contra el gobierno. Y esa búsqueda había aumentado después de las medidas económicas del 10 de junio y tenía un solo nombre: Paro Nacional. Pero la mayoría de los partidos no querían dialogar con el PCP y éste tampoco tenía interés en hablar con los que denominaba “ultraizquierdistas”. Sin embargo era iluso pensar en un paro nacional que no fuera convocado por la CGTP, así como que no contara con la participación de los profesores y los trabajadores mineros y metalúrgicos.

DEJARÍAMOS DE SER ASIDUOS CONCURRENTES AL CLUB

Justamente en el primer análisis que en esa noche hicimos, la experiencia de diálogo con la gran mayoría de sectores de izquierda nos llevó a coincidir en que era muy difícil llegar en el plano político a la unidad que se había logrado en el movimiento popular. Definitivamente en ese momento había diferencias que se hacían insalvables. No lo podíamos imaginar en ese momento pero sería necesario que los partidos de izquierda se sintieran gigantes con los resultados de las elecciones de la asamblea constituyente de 1978 y enanos con los resultados de las elecciones generales de 1980 para que la unidad estuviera en el primer lugar de sus preocupaciones. Pero el 19 de julio de 1977 todavía no se conocía las fechas de elecciones de ningún tipo…

Bueno, está bien que nuestro Club Trujillo descanse un poco, porque ya estábamos preocupando al administrador, dijimos mientras sonreíamos. Algunos meses atrás, quizás en febrero o marzo, Antonio Meza Cuadra contó que con algunos colegas médicos se había inscrito en ese club. Estaba en el segundo piso de un vetusto local de propiedad de la Fundación Canevaro en la esquina del paseo Colón con el jirón Washington, al que se ingresaba por una amplia y elegante escalera de mármol. Tenía pocos socios y esa circunstancia había flexibilizado el ingreso en que uno sólo tenía que declarar tener un ancestro trujillano. La cuota mensual era equivalente al costo de un menú económico o poco más. En momentos en que no teníamos local por razones de seguridad, el Club Trujillo nos cayó perfectamente. Nos inscribimos, si mal no recuerdo, además de Antonio, Benza, Salcedo, Marcial Rubio y yo. Mi abuela materna había nacido en Trujillo y eso me hizo sentir que mi inscripción era legítima aunque no pedían a nadie demostrar su relación con Trujillo. Con poca gente, menús buenos y económicos a las horas de almuerzo, bebidas y café todo el tiempo, con algunas salitas para conversar, resultaba ideal para reuniones pequeñas de coordinación. Antonio y yo utilizáramos en julio varias veces el salón de reuniones más grande. Fue para coordinaciones políticas de apoyo al paro de más de quince personas en que, además, hubo discusiones a viva voz que pusieron en alerta a los empleados del club.

LA SALIDA DE MORALES BERMÚDEZ NO SERÍA CALMADA

Pero, como efectivamente sucedería en los meses siguientes, avizoramos que después del paro ya no habría oportunidad de conversar fluidamente Y llegar a esa conclusión –por provisional que fuera esa noche- era frustrante, ya si algo quedaba demostrado con el paro es que había comenzado el fin del gobierno de Morales Bermúdez. Ya entre finales de abril y principios de junio, el gobierno se había reunido con varios partidos: Acción Popular Socialista, Partido Popular Cristiano, Partido Aprista Peruano, Partido Comunista Peruano, Acción Popular y Partido Demócrata Cristiano. En esas reuniones trascendió que Morales Bermúdez hablaba de un proceso de transferencia que podría culminar en 1980. Al mismo tiempo, el gobierno ignoraba las demandas que consideraran dialogar con las fuerzas sociales organizadas. Y una consecuencia del exitoso paro era que el gobierno no podía sino debía culminar la transferencia a más tardar en 1980.

Pero el camino que vendría no era fácil. La represión se acentuaría. Ese mismo día habían sido detenidos más de cincuenta dirigentes sindicales en todo el país, incluyendo a Eduardo Castillo, secretario general de la CGTP. Serían muchos más los dirigentes magisteriales que serían detenidos en 1979, incluyendo a Horacio Zevallos, secretario general del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú, SUTEP.

Si bien antes de diez días, el presidente Morales Bermúdez señalaría el mes de junio de 1978 como fecha de las elecciones para una asamblea constituyente era impensable que esos comicios se realizaran sin movilizaciones y con suspensión de garantías y toque de queda durante el mes final de campaña. Aunque considerábamos que la posibilidad de elecciones contemplaría el regreso de los deportados, habíamos escuchado diez días antes al general Cisneros que no era momento de pensar en ello. Lo que seguramente ninguno pensaba era que si los dirigentes políticos en el exilio regresaran volverían a ser deportados antes de dos meses (Ver crónica “Clandestinidad y deportación” del 24 de junio de 2016). Tampoco que en fecha tan cercana como el 29 de agosto, unos cuarenta días después, Antonio Meza Cuadra sería detenido. Pero esas son otras historias que ya han sido o serán convertidas en otras crónicas…

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