Minutos antes de las siete de la noche llegué a casa de Francisco Moncloa,
Paco, donde varios dirigentes del Partido Socialista Revolucionario estábamos
citados por Antonio Meza Cuadra, secretario general del PSR. Era el 19 de julio
de 1977 y ese día se había realizado el paro nacional con el que durante más de
un año amenazaron distintos sectores del movimiento popular al gobierno del
general Francisco Morales Bermúdez.
No era una reunión formal de la dirección nacional sino una rápida
conversación para intercambiar informaciones e intentar una evaluación
preliminar. Conforme iban llegando los cuatro o cinco convocados, la
información que cada uno tenía confirmaba que el paro había sido contundente. Todos
lucían satisfechos pero preocupados. Moncloa sintetizaba en cuatro palabras la inquietud
que nos colmaba: “¿Después del paro, qué…?”
MINISTRO DE ECONOMÍA SÓLO DURÓ 50 DÍAS
Lo dicho por Paco tenía relación con lo que habíamos analizado menos
de dos semanas antes al enterarnos de la renuncia de Walter Piazza, ministro de
Economía y Finanzas, quien apenas había cumplido 50 días al frente del
ministerio y aparentemente no había conseguido respaldo del gabinete donde era
uno de los dos integrantes civiles.
No tiene sentido Intentar ahora, cuarenta años después, hacer un
análisis de las medidas de política económica que precipitaron el paro. Además,
tampoco tengo la preparación para hacerlo. Baste señalar que desde que se
inició la llamada “segunda fase” del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada,
a finales de agosto de 1975, el nuevo presidente general Francisco Morales Bermúdez
trató de modificar muchas de las políticas implementadas por su antecesor,
general Juan Velasco Alvarado. La percepción de amplios sectores del movimiento
popular organizado era que Morales Bermúdez quería dar “marcha atrás” en las
conquistas populares, particularmente en la reforma agraria y las comunidades
laborales.
Al iniciarse la “segunda fase” el nuevo ministro de Economía y
Finanzas fue el economista Luis Barúa Castañeda, con quien se busca un programa
de ajuste económico, que se implementa decididamente con un paquete de medidas
dictadas en enero de 1976 que, al bajar subsidios, elevaba los precios de los alimentos básicos reduciendo el poder
adquisitivo real de las grandes mayorías, independientemente de algún reajuste
de sueldos y salarios muy poco significativo. Todo esto generó un creciente
descontento de la población expresado en diversos paros y movilizaciones de
protesta. Pero por otro lado, los esfuerzos de Barúa pasaban por contar con el
apoyo del Fondo Monetario Internacional, FMI, y con funcionarios de este
organismo gubernamental estaba adelantando un programa que no contó con el
respaldo del gobierno, por lo que el ministro renunció. Al hacerlo señaló que
una comisión de ministros, con cuya constitución no estaba de acuerdo, llegaba
a “conclusiones discrepantes con las medidas propuestas” por él. Es decir que había
contradicciones en el seno del propio gobierno.
El 17 de mayo de 1977 juró Walter Piazza Tangüis en reemplazo de
Barúa. El diez de junio anunció un nuevo paquete de medidas económicas, que en
la práctica significó otro tardío e insuficiente aumento de sueldos y salarios,
aumento del precio de los derivados del petróleo, continuación de la reducción
de subsidios, mantenimiento de las mini devaluaciones, entre otras medidas. Es
misma noche, en varios puntos de la ciudad aparecen las pintas “Piazza Hambre
PSR”, expresando el sentir de los sectores populares. Por cierto que el
descontento del último año y medio continúo y creció.
Pero Piazza no sólo encontró las enérgicas discrepancias en las calles,
sino también en el propio gobierno, del cual no recibió respaldo para sus
propuestas, por lo que el 7 de julio expresó que “…al no haber logrado concordancia
con la mayoría de los miembros del Gabinete en lo referente a aspectos
conceptuales, he considerado conveniente tomar la decisión de renunciar”.
Al enterarnos de la renuncia, emitimos un pronunciamiento en el que señalamos:
“Nada se soluciona ni se corrige con la simple renuncia y reemplazo del señor
Piazza, No es la persona del Ministro renunciante lo que rechazó el pueblo,
sino a las medidas económicas impuestas por ese ministro. Los efectos corrosivos
de esas medidas continuarán debilitando al país mientras sigan en vigencia. Y
se mantendrá el daño producido si sirven de base y sustentación para cualquier
otro tipo de política alternativa.”
PARO EXITOSO, SALVO PARA PERIÓDICOS
Mientras esperábamos para comenzar la reunión, Paco se puso a leer en
voz alta ese comunicado del PSR. Al mismo tiempo otros ojeamos las primeras
planas de los periódicos de ese día que estaban sobre la mesa de la sala: “”Organizaciones
dicen no al paro”, “Pueblo Repudia a Provocadores, Demanda Unión Nacional, Trabajo
y Solidaridad”, “El transporte será normal”, “NO, al Paro”, “Frente a la
subversión: unidad y firmeza”, “Todo el peso de la Ley recaerá sobre
instigadores y agitadores políticos”, “Rechazo al Paro”, eran algunos de los
titulares. Parecen diarios de otro país, comentó alguien. No, dijo Paco, es el resultado
de la reunión con el “Gaucho” y mostró en uno de los periódicos un despacho de
la agencia oficial ESI – PERÚ indicando que el día anterior el ministro del
Interior, general Luis Cisneros Vizquerra, en reunión con los directores de los
diarios había solicitado que se abstengan de publicaciones contra la unidad nacional
y a favor de la subversión, y que a la escalada dirigida a crear caos y confusión
tenían que considerar que “la Patria está sobre cualquier otra consideración”.
El general Cisneros era conocido como el “Gaucho” por sus estudios en
Argentina.
Sentados ya a analizarlo, todos coincidimos que el paro había sido
exitoso. Teníamos versiones directas de militantes del partido que eran
dirigentes de la Confederación Nacional Agraria, CNA, de la base de Lima de la
Central de Trabajadores de la Revolución Peruana, CTRP - Lima y del Comité de
Empresas Administradas por sus Trabajadores, CEAT. Ellos no sólo tenían
información sobre la paralización en sus respectivos gremios sino que también
la de los otros, en la medida que se había establecido una red de intercambio
de información entre las centrales convocantes del paro como la Confederación
General de Trabajadores del Perú, CGTP, la Confederación Nacional de
Trabajadores, CNT y la Confederación Campesina del Perú, CCP,. Además tenían
información relevante de federaciones, aunque la mayoría pertenecía a la CGTP, que
contaban con indudable peso propio como la Federación Gráfica, la Cerveceros, la
de Trabajadores de Luz y Fuerza, la de Trabajadores de la Universidad Peruana, la
Federación de Pescadores del Perú y la Federación Nacional de Trabajadores
Mineros y Metalúrgicos.
Ese día no sólo habíamos mantenido contacto con Guzmán Rivera y Mateo
Tincopa de la CTRP-Lima, con Luis Aliaga de la CNA y Vilma Mazuelos del CEAT,
sino que habíamos quedado en que cada dirigente buscaría la mayor información
posible. No era fácil conseguirla. Estábamos en 1977, es decir no había correos
electrónicos, tampoco celulares, menos “WhatsApp”. Si uno estaba en la calle debía
buscar un teléfono público que no siempre estaba operativo y tener varias
monedas para usarlo.
EL INGENIO DE MONCLOA
Paco Moncloa había encontrado ese día su propio método de información.
Desde primeras horas de la mañana hizo llamadas telefónicas a distintos lugares
de la ciudad. A casas de familiares, amigos o conocidos que vivían en avenidas
o cerca de ellas. Sin importarle que quién contestara no fuera a quién llamaba
sino un familiar o una empleada, Paco pedía que se asomaran por la ventana y le
informaran si el tránsito era menor de lo normal, si circulaban las líneas de
transporte, si se veían marchas de trabajadores, o si había policías
patrullando las calles. En un par de casos que le contestaron que no podían
distinguir nada, pidió a sus interlocutores que salieran a la calle para ver y
que los llamaría minutos después. A donde llamó varias veces fue a la casa del extraordinario
fotógrafo Carlos Dominguez, el Chino, aunque sabía que no estaba al igual que
esposa Antonieta Gamarra, también fotógrafa, ya que ambos estaban tomando fotos
en las calles de las zonas obreras de Lima. Pero como su departamento quedaba
en un edificio en la esquina de las avenidas Grau y Abancay, llamó varias veces
y le pidió a quién contestó -sin averiguar si era hija o pariente- que mirara
por las ventanas para irse informando del desarrollo del paro.
Por mi parte había dejado más temprano de lo acostumbrado a mi esposa
en su trabajo, que funcionaba normalmente considerando que era una empresa
donde no había sindicato, aunque varios de sus trabajadores tuvieron problemas
para movilizarse por el paro de transporte. Inmediatamente fui a mi oficina en
DESCO. Como la mayoría de quienes allí trabajábamos, aun los que no tenían
militancia política, eran críticos del gobierno de Morales Bermúdez,
prácticamente nadie trabajó ese día. Más bien se convirtió en centro de información
ya que cada uno daba cuenta del desarrollo del paro de las zonas por donde se
había movilizado. Algunas secretarias que vivían en nuevas urbanizaciones en el
Cono Norte -hoy Lima Norte- no pudieron llegar debido no sólo al escaso
transporte sino también a las movilizaciones cerca de las fábricas ubicadas en
la carretera panamericana norte.
Con mi gran amigo Federico Velarde -compañero en la década anterior de
actividades políticas y aunque aún no lo sabíamos también en la década
siguiente- salimos a dar una vuelta por el centro de Lima para tratar de llegar
a la Plaza Dos de Mayo, escenario tradicional de las masivas concentraciones de
trabajadores y donde se encontraba el local de la CGTP, pero una fuerte
dotación policial lo impidió. Luego nos enteraríamos que ese local, al igual
que varios otros de organizaciones convocantes del paro, estaba tomado por la policía.
Después de mediodía hice un recorrido por Surquillo y Lince, dos distritos
populares y habitualmente con mucho movimiento de transporte colectivo. Las
calles estaban vacías y en varios casos se habían convertido en canchas de
fulbito, donde los jóvenes jugaban con la seguridad que no habría buses que los
amenazaran.
LAS CONVERSACIONES CON PARTIDOS DE IZQUIERDA
Ese día no estaba prevista ninguna reunión con otras agrupaciones
políticas. Había participado en varias en los días inmediatamente anteriores.
Solo o con Meza Cuadra, Manuel Benza o José María Salcedo. Todas para asegurar
el éxito del paro. Algunas sólo con el PCP. Otras con varios partidos pero sin
el PCP. Aunque teníamos la voluntad de conversar con todos, en esa época era
muy difícil un diálogo entre todos…
Hay que considerar que el PSR había nacido a fines de noviembre de
1976 y los militares retirados que habían estado entre quienes suscribieron su
manifiesto fundacional habían sido deportados cuarenta días después (Ver crónica “Durmiendo en camas ajenas” del
25 de julio de 2014). En
los siete meses de existencia y considerando el acelerado desgaste del gobierno
del general Morales Bermúdez, junto con los esfuerzos organizativos de un
movimiento político aun en gestación nos dedicamos a buscar conversaciones con
distintos sectores políticos de izquierda para tratar de encontrar planteamientos
comunes en el enfrentamiento al gobierno.
Gruesamente se podía hablar de cuatro sectores de izquierda. Por un
lado el más antiguo a quienes las nuevas agrupaciones le reprochaban su
alineamiento con el partido comunista soviético: el Partido Comunista Peruano,
PCP. Estaba luego el Partido Comunista del Perú - Patria Roja, la más fuerte de
las agrupaciones que más de una década atrás rompieron con el PCP desde una
perspectiva más cercana al partido comunista chino. En tercer lugar, más de una
docena de partidos catalogados como “nueva izquierda” entre los que destacaban
Vanguardia Revolucionaria y algunos fraccionamientos que había tenido, por un
lado, también distintas agrupaciones que se consideraban continuación del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria y el Partido Comunista Revolucionario
que también tenía un desprendimiento importante PCR - Trinchera Roja. Y,
finalmente, los distintos grupos trotskistas.
Esta temprana vocación dialogante nos había llevado desde el mes de
mayo a participar intensamente en las conversaciones de distintos sectores
políticos con presencia en el movimiento popular organizado que buscaba
encontrar una medida de fuerza contra el gobierno. Y esa búsqueda había
aumentado después de las medidas económicas del 10 de junio y tenía un solo
nombre: Paro Nacional. Pero la mayoría de los partidos no querían dialogar con
el PCP y éste tampoco tenía interés en hablar con los que denominaba
“ultraizquierdistas”. Sin embargo era iluso pensar en un paro nacional que no
fuera convocado por la CGTP, así como que no contara con la participación de
los profesores y los trabajadores mineros y metalúrgicos.
DEJARÍAMOS DE SER ASIDUOS CONCURRENTES AL CLUB
Justamente en el primer análisis que en esa noche hicimos, la
experiencia de diálogo con la gran mayoría de sectores de izquierda nos llevó a
coincidir en que era muy difícil llegar en el plano político a la unidad que se
había logrado en el movimiento popular. Definitivamente en ese momento había
diferencias que se hacían insalvables. No lo podíamos imaginar en ese momento
pero sería necesario que los partidos de izquierda se sintieran gigantes con
los resultados de las elecciones de la asamblea constituyente de 1978 y enanos
con los resultados de las elecciones generales de 1980 para que la unidad
estuviera en el primer lugar de sus preocupaciones. Pero el 19 de julio de 1977
todavía no se conocía las fechas de elecciones de ningún tipo…
Bueno, está bien que nuestro Club Trujillo descanse un poco, porque ya
estábamos preocupando al administrador, dijimos mientras sonreíamos. Algunos
meses atrás, quizás en febrero o marzo, Antonio Meza Cuadra contó que con
algunos colegas médicos se había inscrito en ese club. Estaba en el segundo
piso de un vetusto local de propiedad de la Fundación Canevaro en la esquina
del paseo Colón con el jirón Washington, al que se ingresaba por una amplia y
elegante escalera de mármol. Tenía pocos socios y esa circunstancia había
flexibilizado el ingreso en que uno sólo tenía que declarar tener un ancestro
trujillano. La cuota mensual era equivalente al costo de un menú económico o
poco más. En momentos en que no teníamos local por razones de seguridad, el Club
Trujillo nos cayó perfectamente. Nos inscribimos, si mal no recuerdo, además de
Antonio, Benza, Salcedo, Marcial Rubio y yo. Mi abuela materna había nacido en
Trujillo y eso me hizo sentir que mi inscripción era legítima aunque no pedían
a nadie demostrar su relación con Trujillo. Con poca gente, menús buenos y
económicos a las horas de almuerzo, bebidas y café todo el tiempo, con algunas
salitas para conversar, resultaba ideal para reuniones pequeñas de
coordinación. Antonio y yo utilizáramos en julio varias veces el salón de
reuniones más grande. Fue para coordinaciones políticas de apoyo al paro de más
de quince personas en que, además, hubo discusiones a viva voz que pusieron en
alerta a los empleados del club.
LA SALIDA DE MORALES BERMÚDEZ NO SERÍA CALMADA
Pero, como efectivamente sucedería en los meses siguientes, avizoramos
que después del paro ya no habría oportunidad de conversar fluidamente Y llegar
a esa conclusión –por provisional que fuera esa noche- era frustrante, ya si
algo quedaba demostrado con el paro es que había comenzado el fin del gobierno
de Morales Bermúdez. Ya entre finales de abril y principios de junio, el
gobierno se había reunido con varios partidos: Acción Popular Socialista,
Partido Popular Cristiano, Partido Aprista Peruano, Partido Comunista Peruano,
Acción Popular y Partido Demócrata Cristiano. En esas reuniones trascendió que
Morales Bermúdez hablaba de un proceso de transferencia que podría culminar en 1980. Al mismo
tiempo, el gobierno ignoraba las demandas que consideraran dialogar con las
fuerzas sociales organizadas. Y una consecuencia del exitoso paro era que el
gobierno no podía sino debía culminar la transferencia a más
tardar en 1980.
Pero el camino que vendría no era fácil. La represión se acentuaría.
Ese mismo día habían sido detenidos más de cincuenta dirigentes sindicales en
todo el país, incluyendo a Eduardo Castillo, secretario general de la CGTP. Serían
muchos más los dirigentes magisteriales que serían detenidos en 1979,
incluyendo a Horacio Zevallos, secretario general del Sindicato Único de
Trabajadores de la Educación del Perú, SUTEP.
Si bien antes de diez días, el presidente Morales Bermúdez señalaría
el mes de junio de 1978 como fecha de las elecciones para una asamblea constituyente
era impensable que esos comicios se realizaran sin movilizaciones y con suspensión
de garantías y toque de queda durante el mes final de campaña. Aunque considerábamos
que la posibilidad de elecciones contemplaría el regreso de los deportados,
habíamos escuchado diez días antes al general Cisneros que no era momento de
pensar en ello. Lo que seguramente ninguno pensaba era que si los dirigentes políticos
en el exilio regresaran volverían a ser deportados antes de dos meses (Ver crónica
“Clandestinidad y deportación” del 24 de junio de 2016). Tampoco que en fecha tan cercana como el 29
de agosto, unos cuarenta días después, Antonio Meza Cuadra sería detenido. Pero
esas son otras historias que ya han sido o serán convertidas en otras crónicas…
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