lunes, 24 de abril de 2017

MENSAJE EN PAPEL DE REGALO (1977)

El 22 o 23 de enero de 1977, en la ciudad de Panamá donde se hallaba deportado, el general de división Leonidas Rodríguez estaba preocupado en envolver un tardío obsequio de Navidad para enviar a Lima -creo aunque no estoy seguro que era una caja de chocolates- que no debía llegar de ninguna manera después del 27. Él, el contralmirante Jorge Dellepiani, así como el capitán de navío Manuel Benza Chacón y su esposa María Luisa Pflücker de Benza, fundadores a fines de noviembre del año anterior del Partido Socialista Revolucionario, habían llegado el 8 de enero deportados por el gobierno del general Francisco Morales Bermúdez.

En esos días se encontraban evaluando si era más conveniente quedarse en Panamá o más bien trasladarse a México, donde se encontraba el también deportado esa misma fecha, general de brigada Arturo Valdés y asilado desde casi cuatro meses antes Rafael Roncagliolo. Entre los factores a favor consideraban la posibilidad de coordinar mejor el pequeño núcleo de exiliados del joven partido en un solo lugar y además acrecentar los contactos con dirigentes de partidos perseguidos por las tantas dictaduras existentes en el continente latinoamericano.

Cuando los miembros de la dirección nacional del PSR públicamente ya conocidos, nos reunimos con Leonidas en su casa el 7 de enero, éste nos contó que había sido informado por el Comandante General del Ejército, General de División EP Guillermo Arbulú Galliani que el gobierno de Morales Bermúdez había decidido su salida del país en el plazo perentorio de 48 horas debido a las “actividades políticas” que estaba realizando como dirigente del PSR. Igual ocurrió con Valdés, mientras que a Dellepiani y Benza quien les comunicó la decisión gubernamental fue el Comandante General de Marina, Vicealmirante Jorge Parodi Galliani. Siendo integrantes retirados de la Fuerza Armada, las diferencias con otras deportaciones fueron dos: se les dio a escoger el país al que serían desterrados y se les permitió permanecer en sus casas hasta salir al aeropuerto en las primeras horas del sábado 8.

IDENTIFICACIÓN CON EL CAMPESINADO

Como ya lo he narrado en otra ocasión, esta situación permitió que reunidos con él en su casa tomáramos una serie de acuerdos partidarios y que decidiéramos algunas medidas de seguridad por si la represión gubernamental se extendía a otros dirigentes del PSR. De hecho por precaución no asistieron a la reunión dos o tres dirigentes que no estaban identificados por los encargados del seguimiento y represión en el ministerio del Interior (Ver crónica “Durmiendo en camas ajenas” del 25 de julio de 2014). También sirvió para que Leonidas grabara un discurso de saludo a la II Convención de la Federación Agraria Departamental de Lima, FADEL, que ese mismo día se inauguraba en Huando. Por cierto que la FADEL no sólo rechazó la deportación de Leonidas sino nominó la convención con su nombre, enfatizando en un comunicado la estrecha relación que tenía con el campesinado nacional.

Es que antes de fundarse el PSR y conocerse que era su presidente a fines de noviembre de 1976, Leonidas ya era asesor de la Confederación Nacional Agraria cargo que los dirigentes campesinos le plantearon casi inmediatamente después de su obligado pedido de pasar al retiro el 29 de octubre de 1975, luego que el gobierno del general Morales Bermúdez y sus incondicionales en el Ejército le quitaran el respaldo a su condición de jefe de una región militar.

A poco de cumplir un año de fundación, la CNA rechazó enérgicamente las maniobras contra Leonidas, a quien consideraban uno de los principales promotores de la Ley de Reforma Agraria e impulsores de la organización de las bases campesinas. Más aun programó el 8 de noviembre un acto de desagravio en la cooperativa agraria Caudevilla, en el distrito limeño de Carabayllo, en ese tiempo más rural que urbano. A partir de esa fecha fueron varias las reuniones que los dirigentes de la CNA tuvieron con Leonidas Rodríguez y desde las primeras le plantearon que se incorporara como asesor, lo que sucedió finalmente a inicios de marzo de 1976. Aceptó el cargo pero remarcando que sería sin ningún tipo de remuneración. Se le asignó una oficina e iba entre tres y cinco horas diarias a su local.

LA COMPAÑÍA PERMANENTE DE LEONIDAS

En los meses siguientes era común ver salir a Leonidas con dirección a la CNA desde su casa en la avenida Principal -hoy Gálvez Barrenechea- a cincuenta metros de donde quince años después se inauguraría el ovalo Quiñonez. Su salida podía ser diferente: solo manejando su auto, o acompañado por su chofer, o por algún dirigente campesino, o por alguna persona que había acudido a manifestarle su apoyo, o por un futuro correligionario que lo había buscado para compartir la inquietud de formar un nuevo movimiento político. Pero lo que no variaba era que otro auto lo siguiera. Era el mismo vehículo que se encontraba permanentemente estacionado frente a su casa con dos efectivos policiales de civil que miraban el reloj y apuntaban en una libreta cada vez que alguien llegaba o salía de la casa. Sin ningún disimulo, incluso devolvían respetuosamente el burlón saludo que les dirigía alguno de los “anotados”. Me parece que se retiraban poco antes del “toque de queda”.

Vale como paréntesis señalar que los “vigilantes” se sentían tan cómodos en el papel que sus jefes les habían asignado, que en diciembre de ese año -apenas unas semanas antes de la deportación- uno de ellos bajó del auto y se acercó a un atónito Leonidas solicitándole una “carta de recomendación” a sus superiores donde se indicara que cumplía a cabalidad con las tareas de vigilancia asignadas…

UNA ASAMBLEA NACIONAL EN QUE SE JUGABA MUCHO

Al momento de su deportación, considerando sus responsabilidades partidarias, Leonidas había disminuido el tiempo dedicado al apoyo a la dirigencia de la CNA pero no la intensidad de su compromiso. Venía coordinando con dirigentes y asesores la IV Asamblea Nacional de la CNA que acababa de postergarse por dos semanas por problemas logísticos, pasándose del 14 de enero en Tacna al 28 en Trujillo.

En el PSR éramos conscientes que para esa asamblea el gobierno utilizaría todos los recursos posibles para que en la nueva directiva no figuraran simpatizantes del PSR o de Leonidas. Hay que tener en cuenta que esa organización campesina reunía básicamente a campesinos directamente beneficiados por el proceso de Reforma Agraria y que habían contado en la “primera fase” con el apoyo gubernamental para su agrupación en ligas campesinas en cada provincia. De hecho desde el momento en que la dirigencia nacional había manifestado simpatía con Leonidas, el gobierno de Morales Bermúdez estaba interesado en que la nueva directiva apoyara a la “segunda fase” del gobierno militar o, por lo menos, no se manifestara abiertamente en contra. En momentos en que diversos partidos tenían influencia en varios gremios sindicales, profesionales o campesinos, no era poco para un partido con dos meses de nacido mantener presencia significativa en un gremio nacional.

En los días inmediatamente anteriores a su deportación, Leonidas venía trabajando en frenar los intentos del gobierno por controlar la Asamblea Nacional. Dirigentes y asesores se desplazaban por el país para asegurar la participación en las convenciones departamentales previas a ese encuentro nacional campesino, así como identificar desde dónde vendrían los embestidas gubernamentales, sin descuidar frenar los esfuerzos ultraizquierdistas por tener presencia en ese evento. Como preparando el ambiente, y siguiendo un libreto de evidente hechura gobiernista, incluso el diario Extra el día 24 indicó “Vientos de renovación sustancial y no precisamente de continuismo estarían soplando -y cada vez más fuerte- en el ámbito campesino. Importantes delegaciones ante la IV Asamblea Nacional de Confederación Agraria (CNA) propiciarían una nueva Directiva cuya nota distintiva consistiría en desligar TOTALMENTE a la CNA del Partido Socialista Revolucionario. Como se sabe, hasta hace pocos días un alto dirigente del PSR era a la vez Asesor de la CNA”.

CARTA DIFÍCIL DE ENVIAR

En esa época, ¡cuarenta años atrás!, no había la posibilidad que en Panamá se siguiera el detalle lo que pasaba en el Perú, no recuerdo ninguna conversación telefónica con nuestros dirigentes desterrados hasta las escasísimas que tuvieron con Antonio Meza Cuadra, secretario general del PSR, cuando ya estaban todos en México. A pocos días de la Asamblea de la CNA, nuestros compañeros tenían que suponer que los embates del gobierno por controlarla seguirían, así como estaría firme la resistencia no sólo de quienes ya se encontraban identificados con el PSR sino también muchos independientes que no querían ser maniobrados por un gobierno que consideraban podía retroceder en lo que consideraban legítimos avances. Al mismo tiempo, consideraban la importancia que las palabras de Leonidas fueran escuchadas por los delegados a ese encuentro. Las dificultades de comunicación hicieron que desecharan la posibilidad de una grabación y optaron por una carta, aun cuando no sabían cuál era la forma más segura para hacerla llegar.

En la carta que firmaba “con un fraternal abrazo revolucionario”, Leonidas Rodríguez Figueroa señalaba “Estoy absolutamente convencido, porque conozco el espíritu gremial y revolucionario de quienes militan en nuestra querida CNA, que no defraudarán jamás a los millones de campesinos que han depositado en ustedes todo el caudal de su fe y de su esperanza revolucionaria, y elegirán a los nuevos dirigentes nacionales más idóneos, a aquellos que estén resueltos a luchar por la unidad de la Confederación Nacional Agraria, por su autonomía, por los intereses de las bases, por la Reforma Agraria y por nuestra Revolución ahora en franco retroceso”.

Leonidas tenía ya la carta de cuatro párrafos en que también deseaba éxitos a una reunión de “cuyo desarrollo dependerá el destino de la más poderosa organización gremial de nuestra Patria…” pero no tenía idea de cómo hacerla llegar a quienes debían conocerla: los delegados a la asamblea de la CNA. Y sucedió algo casual que dio una solución ingeniosa al problema.

En Panamá trabajaba en un organismo internacional, desde alrededor de un año antes, Jorge Santistevan de Noriega, quien 19 años después sería el primer Defensor del Pueblo que hubo en el Perú. Desde México Rafael Roncagliolo se contactó con él. Ambos y Rosemary, la esposa de Jorge habían trabajado años antes en DESCO y eran amigos. Además Jorge había trabajado en los años 1972 y 1973 en “Quipu“ un programa periodístico televisivo que dirigía Roncagliolo. Desde su exilio Rafo les pidió apoyo para los deportados, apoyo no político sino humano. Es decir la posibilidad de departir en el seno de una joven familia peruana. La segunda o tercera vez que se reunieron, Leonidas comentó de paso sobre la carta que no sabía cómo enviar.

REGALO CON SORPRESA

Jorge opinó que lo más práctico era enviarlo con un “Courier” a una dirección de un familiar acompañando a un regalo. Ese era el paquete que Leonidas se preocupaba de envolver el 22 o 23 de enero y que tenía camuflado la hoja de papel con su firma. La destinataria fue advertida por Meza Cuadra, después de enterarnos por conversación telefónica medio en clave desde México cómo llegaría el mensaje. Ella nos avisó cuando llegó el presente dos o tres días después. Al día siguiente ya no en papel de regalo sino en sencillo sobre la carta fue embarcado a su destino.

El 28 de enero se inauguró la IV Asamblea Nacional de la CNA en Trujillo y el mensaje fue escuchado con atención y aplaudido prolongadamente. Cuando dos días después culminó el Congreso, el flamante nuevo presidente, el cusqueño Avelino Mar, remarcó la distancia que los campesinos tenían con el gobierno de Morales Bermúdez, señaló la necesidad que la CNA consolide su total autonomía, que garantice su militancia revolucionaria y exigió el regreso de los deportados, particularmente de Leonidas Rodríguez.

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