El 22 o 23 de enero de 1977, en la
ciudad de Panamá donde se hallaba deportado, el general de división Leonidas
Rodríguez estaba preocupado en envolver un tardío obsequio de Navidad para
enviar a Lima -creo aunque no estoy seguro que era una caja de chocolates- que
no debía llegar de ninguna manera después del 27. Él, el contralmirante Jorge
Dellepiani, así como el capitán de navío Manuel Benza Chacón y su esposa María
Luisa Pflücker de Benza, fundadores a fines de noviembre del año anterior del
Partido Socialista Revolucionario, habían llegado el 8 de enero deportados por
el gobierno del general Francisco Morales Bermúdez.
En esos días se encontraban
evaluando si era más conveniente quedarse en Panamá o más bien trasladarse a
México, donde se encontraba el también deportado esa misma fecha, general de brigada Arturo Valdés y asilado desde
casi cuatro meses antes Rafael Roncagliolo. Entre los factores a favor
consideraban la posibilidad de coordinar mejor el pequeño núcleo de exiliados
del joven partido en un solo lugar y además acrecentar los contactos con
dirigentes de partidos perseguidos por las tantas dictaduras existentes en el
continente latinoamericano.
Cuando los miembros de la dirección
nacional del PSR públicamente ya conocidos, nos reunimos con Leonidas en su
casa el 7 de enero, éste nos contó que había sido informado por el Comandante
General del Ejército, General de División EP Guillermo Arbulú Galliani que el
gobierno de Morales Bermúdez había decidido su salida del país en el plazo
perentorio de 48 horas debido a las “actividades políticas” que estaba
realizando como dirigente del PSR. Igual ocurrió con Valdés, mientras que a Dellepiani
y Benza quien les comunicó la decisión gubernamental fue el Comandante General
de Marina, Vicealmirante Jorge Parodi Galliani. Siendo integrantes retirados de
la Fuerza Armada, las diferencias con otras deportaciones fueron dos: se les
dio a escoger el país al que serían desterrados y se les permitió permanecer en
sus casas hasta salir al aeropuerto en las primeras horas del sábado 8.
IDENTIFICACIÓN CON EL CAMPESINADO
Como ya lo he narrado en otra
ocasión, esta situación permitió que reunidos con él en su casa tomáramos una
serie de acuerdos partidarios y que decidiéramos algunas medidas de seguridad
por si la represión gubernamental se extendía a otros dirigentes del PSR. De
hecho por precaución no asistieron a la reunión dos o tres dirigentes que no
estaban identificados por los encargados del seguimiento y represión en el
ministerio del Interior (Ver crónica “Durmiendo en camas ajenas” del
25 de julio de 2014).
También sirvió para que Leonidas grabara un discurso de saludo a la II
Convención de la Federación Agraria Departamental de Lima, FADEL, que ese mismo
día se inauguraba en Huando. Por cierto que la FADEL no sólo rechazó la
deportación de Leonidas sino nominó la convención con su nombre, enfatizando en
un comunicado la estrecha relación que tenía con el campesinado nacional.
Es
que antes de fundarse el PSR y conocerse que era su presidente a fines de
noviembre de 1976, Leonidas ya era asesor de la Confederación Nacional Agraria cargo
que los dirigentes campesinos le plantearon casi inmediatamente después de su obligado
pedido de pasar al retiro el 29 de octubre de 1975, luego que el gobierno del
general Morales Bermúdez y sus incondicionales en el Ejército le quitaran el
respaldo a su condición de jefe de una región militar.
A
poco de cumplir un año de fundación, la CNA rechazó enérgicamente las maniobras
contra Leonidas, a quien consideraban uno de los principales promotores de la
Ley de Reforma Agraria e impulsores de la organización de las bases campesinas.
Más aun programó el 8 de noviembre un acto de desagravio en la cooperativa
agraria Caudevilla, en el distrito limeño de Carabayllo, en ese tiempo más
rural que urbano. A partir de esa fecha fueron varias las reuniones que los
dirigentes de la CNA tuvieron con Leonidas Rodríguez y desde las primeras le
plantearon que se incorporara como asesor, lo que sucedió finalmente a inicios
de marzo de 1976. Aceptó el cargo pero remarcando que sería sin ningún tipo de
remuneración. Se le asignó una oficina e iba entre tres y cinco horas diarias a
su local.
LA
COMPAÑÍA PERMANENTE DE LEONIDAS
En
los meses siguientes era común ver salir a Leonidas con dirección a la CNA desde
su casa en la avenida Principal -hoy Gálvez Barrenechea- a cincuenta metros de
donde quince años después se inauguraría el ovalo Quiñonez. Su salida podía ser
diferente: solo manejando su auto, o acompañado por su chofer, o por algún
dirigente campesino, o por alguna persona que había acudido a manifestarle su
apoyo, o por un futuro correligionario que lo había buscado para compartir la
inquietud de formar un nuevo movimiento político. Pero lo que no variaba era
que otro auto lo siguiera. Era el mismo vehículo que se encontraba
permanentemente estacionado frente a su casa con dos efectivos policiales de
civil que miraban el reloj y apuntaban en una libreta cada vez que alguien
llegaba o salía de la casa. Sin ningún disimulo, incluso devolvían
respetuosamente el burlón saludo que les dirigía alguno de los “anotados”. Me
parece que se retiraban poco antes del “toque de queda”.
Vale
como paréntesis señalar que los “vigilantes” se sentían tan cómodos en el papel
que sus jefes les habían asignado, que en diciembre de ese año -apenas unas
semanas antes de la deportación- uno de ellos bajó del auto y se acercó a un
atónito Leonidas solicitándole una “carta de recomendación” a sus superiores
donde se indicara que cumplía a cabalidad con las tareas de vigilancia
asignadas…
UNA
ASAMBLEA NACIONAL EN QUE SE JUGABA MUCHO
Al
momento de su deportación, considerando sus responsabilidades partidarias, Leonidas
había disminuido el tiempo dedicado al apoyo a la dirigencia de la CNA pero no
la intensidad de su compromiso. Venía coordinando con dirigentes y asesores la
IV Asamblea Nacional de la CNA que acababa de postergarse por dos semanas por
problemas logísticos, pasándose del 14 de enero en Tacna al 28 en Trujillo.
En
el PSR éramos conscientes que para esa asamblea el gobierno utilizaría todos
los recursos posibles para que en la nueva directiva no figuraran simpatizantes
del PSR o de Leonidas. Hay que tener en cuenta que esa organización campesina reunía
básicamente a campesinos directamente beneficiados por el proceso de Reforma Agraria
y que habían contado en la “primera fase” con el apoyo gubernamental para su
agrupación en ligas campesinas en cada provincia. De hecho desde el momento en
que la dirigencia nacional había manifestado simpatía con Leonidas, el gobierno
de Morales Bermúdez estaba interesado en que la nueva directiva apoyara a la
“segunda fase” del gobierno militar o, por lo menos, no se manifestara
abiertamente en contra. En momentos en que diversos partidos tenían influencia
en varios gremios sindicales, profesionales o campesinos, no era poco para un
partido con dos meses de nacido mantener presencia significativa en un gremio
nacional.
En
los días inmediatamente anteriores a su deportación, Leonidas venía trabajando
en frenar los intentos del gobierno por controlar la Asamblea Nacional.
Dirigentes y asesores se desplazaban por el país para asegurar la participación
en las convenciones departamentales previas a ese encuentro nacional campesino,
así como identificar desde dónde vendrían los embestidas gubernamentales, sin descuidar
frenar los esfuerzos ultraizquierdistas por tener presencia en ese evento. Como
preparando el ambiente, y siguiendo un libreto de evidente hechura gobiernista,
incluso el diario Extra el día 24
indicó “Vientos de renovación sustancial
y no precisamente de continuismo estarían soplando -y cada vez más fuerte- en
el ámbito campesino. Importantes delegaciones ante la IV Asamblea Nacional de
Confederación Agraria (CNA) propiciarían una nueva Directiva cuya nota
distintiva consistiría en desligar TOTALMENTE a la CNA del Partido Socialista Revolucionario. Como se sabe, hasta
hace pocos días un alto dirigente del PSR era a la vez Asesor de la CNA”.
CARTA DIFÍCIL DE ENVIAR
En esa época, ¡cuarenta años atrás!,
no había la posibilidad que en Panamá se siguiera el detalle lo que pasaba en
el Perú, no recuerdo ninguna conversación telefónica con nuestros dirigentes
desterrados hasta las escasísimas que tuvieron con Antonio Meza Cuadra,
secretario general del PSR, cuando ya estaban todos en México. A pocos días de
la Asamblea de la CNA, nuestros compañeros tenían que suponer que los embates
del gobierno por controlarla seguirían, así como estaría firme la resistencia
no sólo de quienes ya se encontraban identificados con el PSR sino también
muchos independientes que no querían ser maniobrados por un gobierno que
consideraban podía retroceder en lo que consideraban legítimos avances. Al
mismo tiempo, consideraban la importancia que las palabras de Leonidas fueran
escuchadas por los delegados a ese encuentro. Las dificultades de comunicación
hicieron que desecharan la posibilidad de una grabación y optaron por una
carta, aun cuando no sabían cuál era la forma más segura para hacerla llegar.
En la carta que firmaba “con un
fraternal abrazo revolucionario”, Leonidas Rodríguez Figueroa señalaba “Estoy
absolutamente convencido, porque conozco el espíritu gremial y revolucionario
de quienes militan en nuestra querida CNA, que no defraudarán jamás a los
millones de campesinos que han depositado en ustedes todo el caudal de su fe y
de su esperanza revolucionaria, y elegirán a los nuevos dirigentes nacionales
más idóneos, a aquellos que estén resueltos a luchar por la unidad de la Confederación Nacional Agraria, por su
autonomía, por los intereses de las bases, por la Reforma Agraria y por nuestra
Revolución ahora en franco retroceso”.
Leonidas
tenía ya la carta de cuatro párrafos en que también deseaba éxitos a una
reunión de “cuyo desarrollo dependerá el destino de la más poderosa
organización gremial de nuestra Patria…” pero no tenía idea de cómo hacerla
llegar a quienes debían conocerla: los delegados a la asamblea de la CNA. Y
sucedió algo casual que dio una solución ingeniosa al problema.
En
Panamá trabajaba en un organismo internacional, desde alrededor de un año
antes, Jorge Santistevan de Noriega, quien 19 años después sería el primer
Defensor del Pueblo que hubo en el Perú. Desde México Rafael Roncagliolo se
contactó con él. Ambos y Rosemary, la esposa de Jorge habían trabajado años
antes en DESCO y eran amigos. Además Jorge había trabajado en los años 1972 y
1973 en “Quipu“ un programa periodístico televisivo que dirigía Roncagliolo.
Desde su exilio Rafo les pidió apoyo para los deportados, apoyo no político
sino humano. Es decir la posibilidad de departir en el seno de una joven
familia peruana. La segunda o tercera vez que se reunieron, Leonidas comentó de
paso sobre la carta que no sabía cómo enviar.
REGALO CON SORPRESA
Jorge
opinó que lo más práctico era enviarlo con un “Courier” a una dirección de un
familiar acompañando a un regalo. Ese era el paquete que Leonidas se preocupaba
de envolver el 22 o 23 de enero y que tenía camuflado la hoja de papel con su
firma. La destinataria fue advertida por Meza Cuadra, después de enterarnos por
conversación telefónica medio en clave desde México cómo llegaría el mensaje.
Ella nos avisó cuando llegó el presente dos o tres días después. Al día
siguiente ya no en papel de regalo sino en sencillo sobre la carta fue
embarcado a su destino.
El
28 de enero se inauguró la IV Asamblea Nacional de la CNA en Trujillo y el
mensaje fue escuchado con atención y aplaudido prolongadamente. Cuando dos días
después culminó el Congreso, el flamante nuevo presidente, el cusqueño Avelino
Mar, remarcó la distancia que los campesinos tenían con el gobierno de Morales
Bermúdez, señaló la necesidad que la CNA consolide su total autonomía, que
garantice su militancia revolucionaria y exigió el regreso de los deportados, particularmente
de Leonidas Rodríguez.
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