viernes, 23 de septiembre de 2016

UN PASAPORTE QUE NUNCA SE PUDO USAR (1977)

Cuando el viernes 18 de noviembre de 1977 llegamos a Bruselas, estábamos más o menos a la mitad de la gira de un grupo de dirigentes del Partido Socialista Revolucionario para presentarlo a diversos partidos de Europa, tener conversaciones con autoridades y parlamentarios, así como ofrecer conferencias de prensa y participar en charlas sobre la situación política peruana. Como lo he narrado en varias otras oportunidades, como sub secretario general del PSR viajé desde Lima para iniciar esa gira en Suecia donde me encontré con los generales Leonidas Rodríguez y Arturo Valdés y con Rafael “Rafo” Roncagliolo quienes arribaron desde México donde vivían exiliados.

Como también en alguna ocasión relaté, Bélgica era el país en que menos actividades teníamos programadas, debido a que Rafo -quien coordinó desde México las actividades para los diez países a visitar- no pudo ubicar posibles interlocutores. Íbamos a estar prácticamente de paso: dos reuniones cortas ese día, una visita a la universidad de Lovaina para encontrarnos con estudiantes peruanos y latinoamericanos al día siguiente y salida a La Haya el domingo. Sin embargo, ya en Bruselas el propio Roncagliolo logró concertar al final de la tarde de ese viernes, cuatro o cinco reuniones para la siguiente semana. Convinimos entonces que después de estar en esa ciudad holandesa dos de nosotros seguirían a Londres -como estaba previsto en el programa- pero que otros dos regresarían a Bruselas para encontrarnos todos luego el 24 en París.

OFRECIMIENTO DE AYUDA QUE NO TRANQUILIZABA

En la capital belga estuvimos alojados y permanentemente acompañados por un cusqueño que allí vivía y que nos hizo cómplices involuntarios de varios aprovechamientos de la buena fe belga (Ver crónica “Complicada compañía en Bruselas del 27 de diciembre de 2013). Y cuando el domingo salimos de su departamento con destino a la estación de tren, al enterarse que dos regresarían a Bruselas este compatriota, a quien seguiremos llamando Vladimir, nos ofreció alojamiento nuevamente.

En la estación debíamos despedirnos. Vladimir acompañaría a Leonidas y Arturo al tren que los llevaría al aeropuerto, mientras que Rafo y yo iríamos por tierra en el auto de una pareja mexicana que tenía amistad con mis compañeros a quienes habían conocido en México y que se encontraban estudiando postgrado en Lovaina donde los habíamos encontrado. Con la pareja -Sol y Eduardo- nos encontramos allí en la estación. Justamente al momento de separarnos, Rafo preguntó si el control migratorio en la frontera con Holanda era muy riguroso. Prácticamente no hay, le contestaron los mexicanos. ¿Por qué preguntas eso? dijo Vladimir intrigado. Entonces contamos brevemente los problemas en Roma cuando Rafo presentó un Documento de Viaje mexicano en lugar de pasaporte y que le valieron varias horas de retención en el aeropuerto Fiumicino (Ver crónica Retuvieron en aeropuerto a futuro canciller” del 26 de agosto de 2016). ¿No tienes pasaporte peruano? preguntó uno de los mexicanos. Sí, pero vencido y hay orden en los consulados de no renovármelo, contestó. En Paris o Madrid en que estaremos más días trataré que me lo renueven, añadió. Y Vladimir le dijo: Si tú eres uno de los que regresa a Bruselas, tu problema está solucionado, yo me encargo… Los cuatro peruanos nos miramos y, como lo conversaríamos después, pensamos que seguramente no sería la primera vez que el cusqueño ayudara a revalidar un pasaporte, pero el problema era cómo lo haría…

Cuando cinco días después, Arturo y yo que habíamos viajado a Londres, y Leonidas y Rafo que habían regresado a Bruselas, nos reencontramos en París muy poco antes de una entrevista periodística a Leonidas en su calidad de presidente del PSR. Mientras tomábamos un café al paso, intercambiamos rápidamente información sobre las actividades en ambas ciudades y nos enteramos que Vladimir los había acompañado en el viaje en tren, aunque viajando en primera clase mientras nuestros dos compañeros lo hacían en segunda (Ver crónica “Trastadas de un cusqueño en París” del 25 de julio de 2014).

DOCUMENTO SIN REVALIDAR CONVERTIDO EN DOCUMENTO INSERVIBLE

Después de la entrevista, ya con más tiempo y tranquilidad le pregunté a Rafo si había logrado revalidar su pasaporte. No, me dijo, pero además ya no podré renovarlo ni aquí ni en Madrid. Lo miré intrigado y me relató lo sucedido.

Después de participar con Leonidas en las reuniones programadas en Bruselas, les quedó un tiempo libre. Entonces Vladimir le insistió en viajar a Amberes, ciudad a unos 50 kilómetros de distancia, donde había un consulado. El cónsul es un viejito belga simpático que tiene de secretaria a una señora muy amable, yo de vez en cuando visito el consulado y converso con ellos, le contó. Y añadió: vamos a visitarlo, le indico que eres un profesor universitario peruano que está haciendo turismo por el país y que como llegamos a su ciudad me pareció interesante presentártelo. Tú te pones a conversar un rato con él, mientras que yo que tendré tu pasaporte en un bolsillo me encargo de arreglar la revalidación con la secretaria.

Cuando llegaron a la casa del cónsul, en una de cuyas habitaciones funcionaba el consulado, el viejito -seguramente con menos edad que la que hoy tengo- los recibió con mucha cordialidad y cuando Vladimir señalando el pequeño escritorio de la secretaria preguntó por ella le contestó que estaba enferma. Como Rafo quedó algo desconcertado, el amigo cusqueño le hizo una seña dándole a entender que no se preocupara. La conversación se prolongó por unos 30 minutos, en algún momento Vladimir se paró y comenzó a mirar pequeños letreros, cerca del escritorio, con algunas indicaciones para quienes requerían servicios consulares. Luego de un rato y ante la sorpresa de Rafo, indicó que ya tenían que partir para una reunión y ambos se despidieron con mucha cordialidad del cónsul honorario.

Una vez en la calle, Vladimir sonrió satisfecho, mientras sacaba de un bolsillo del saco el pasaporte y decía: Rafo ya tienes tus papeles en regla. Siempre sonriente abrió el documento y comenzó a pasar lentamente las páginas. Y de pronto cambió de expresión y exclamó: ¡Carajo, esto se jodió!

¿Qué había pasado? Mientras Vladimir aparentemente leía los letreros en la pared, buscaba los sellos de la secretaria del cónsul. Siempre mirando los letreros, puso el pasaporte abierto sobre el escritorio, cogió el sello cuadrado de las revalidaciones y lo estampó en una de las páginas en blanco. Siguió mirando un par de minutos más los letreros. Cuando se reintegró a la conversación ya se había guardado el pasaporte...

Preocupado como estaba en que el cónsul no se diera cuenta, Vladimir no había sido cuidadoso al momento de sellar. Por eso su exclamación mientras mostraba a Rafo su pasaporte con el sello de “REVALIDADO POR UN AÑO…” sobre una página en blanco impreso nítidamente, pero al revés.

Evidentemente con el sello “boca abajo” era imposible usarlo al ingresar a algún país. Tampoco se podía revalidar en ningún consulado, aunque estuviese a cargo de una persona amiga. El pasaporte quedó inutilizado y guardado seguramente hasta hoy como recuerdo de la vida agitada en los tiempos en que el general Morales Bermúdez gobernaba el país. Después de París, viajamos a Madrid y luego de un amplio programa nos separamos. En las primeras horas del 7 de diciembre me embarqué de regreso a Lima. Horas después salieron a México Leonidas, Arturo y Rafo. Ya no había ningún problema para éste. Con su “Documento de Viaje” no tendría problemas en ingresar al país que lo había acogido como asilado. Y si había algún problema en el aeropuerto madrileño de Barajas lo expulsarían a… México.

FIN DEL EXILIO CON NUEVO PASAPORTE

El 16 de abril los dirigentes del PSR regresan del exilio, luego que el gobierno dejara “sin efecto las disposiciones que puedan impedir el retorno al país de peruanos que se encuentran en el extranjero”, forma velada de aceptar que se estaba amnistiando a deportados y asilados. Rafo llegó con un nuevo pasaporte expedido en el consulado peruano en México. Sesenta y cinco días después, apenas realizadas las elecciones de la Asamblea Constituyente, volvió a asilarse en la embajada mexicana vista la persecución que sufría desde fines de mayo. Llevaba por cierto su nuevo pasaporte, que había que cuidarlo bastante por si lo necesitaba utilizar en otra etapa de persecución…

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