Era
el último día de octubre de 1977. Después de un complicado viaje desde Lima, la
noche anterior me había reencontrado con Rafael Roncagliolo y el general Arturo
Valdés en Lund, pequeña ciudad al sur de Suecia (Ver crónica “Llegué a Lund en avión, bus, barco, tren y auto” del 20 de
enero de 2013). Ellos llegaron desde
México donde vivían exiliados al igual que el general Leonidas Rodríguez, con
quien nos encontraríamos al día siguiente cuando arribara a Estocolmo. Habíamos
dormido y tomado desayuno en casa de un matrimonio de académicos suecos que
habían vivido en el Perú y nos iríamos a Malmo en el auto de otro amigo sueco
para desde allí trasladarnos a Dinamarca. Al momento de dejar la casa, Arturo
un poco nervioso revisó sus bolsillos para comprobar que llevaba su pasaporte,
yo hice lo mismo y Rafo buscó el suyo y me lo mostró sonriendo: ¡Vi un
pasaporte mexicano!
Los cuatro éramos fundadores del Partido Socialista Revolucionario e íbamos a presentar en diez países de Europa a nuestra agrupación política -apenas fundada en noviembre del año anterior- principalmente a partidos social demócratas y socialistas, pero también comunistas, además de ofrecer conferencias de prensa y participar en charlas sobre la situación que vivía el Perú.
A MÉXICO SÓLO LE CONSTABA QUE ESO ERA LO
QUE EL ASILADO DECLARABA
No
hubo ocasión de conversarlo en el trayecto a Malmo, importante ciudad sueca
donde abordaríamos el “ferry” en que cruzaríamos el mar Báltico para llegar a
Copenhague. Poco después de mediodía debíamos estar en esa ciudad, ya que
estaba previsto una conferencia de prensa, una entrevista larga para una
revista, conversaciones con dirigentes políticos y una conferencia en un instituto
de cooperación Internacional, así como una cena con parlamentarios daneses. Ya
en la nave hablamos del pasaporte mexicano. Me explicó que su pasaporte estaba
vencido y que en el consulado peruano en México le informaron que había orden
de no revalidárselo. De todas formas lo estoy trayendo porque calculo que esa
directiva pueda haber sido remarcada a todos los consulados existentes en México,
pero es posible que en algún consulado en Europa pueda revalidarlo, dijo.
Mientras tanto estoy utilizando el documento que el gobierno mexicano entrega a
los exiliados cuyos países le niegan pasaporte para que se puedan desplazar al
salir temporalmente del país, añadió.
Hay
que recordar que el Departamento de Pasaportes que pertenecía al ministerio de
Relaciones Exteriores había pasado al ministerio del Interior y era de presumir
que desde ese ministerio sería más difícil ejercer el control en todos los
consulados peruanos a los que sí tenía acceso la Cancillería. De hecho, en
muchos casos la labor de cónsules la ejercían, en adición a sus labores, funcionarios
diplomáticos.
En
realidad el documento que portaba Rafo no era un pasaporte sino de un
“Documento de Viaje” por el cual los Estados Unidos Mexicanos acreditaban que
el portador cuya fotografía aparecía adherida en las primeras páginas residía
en el país y declaraba tener determinado nombre y ser natural de determinado país.
Pero la apariencia era de un pasaporte ya que mostraba el nombre del país y,
creo, el escudo en la tapa de la pasta gruesa que tenía. Exagerando, Rafo decía
que sólo faltaba indicar que a México únicamente le constaba lo que el portador
declaraba sobre su identidad y país de origen.
México
tenía una larga tradición de recibir exiliados políticos. Indudablemente lo más
significativo fueron las decenas de miles de españoles que dejaron su país
expulsados, perseguidos o amenazados por el franquismo durante la sangrienta guerra
civil e inmediatamente después de terminada con el triunfo del franquismo sobre
los partidarios de cambiar monarquía por república. Había sido también lugar de
asilo en los años cuarenta y cincuenta de políticos que luchaban contra las
dictaduras de Latinoamérica y El Caribe. Y desde 1964 con el golpe militar en
Brasil, había sido refugio de miles de exiliados de Chile, Argentina, Uruguay,
Bolivia enfrentados a los gobiernos militares dictatoriales. En muchísimo menor
número, acaso un par de decenas, había peruanos enfrentados al gobierno del
general Francisco Morales Bermúdez, como mis compañeros con los que habíamos
fundado el Partido Socialista Revolucionario casi un año antes. El gobierno
mexicano seguramente emitía “Documento de viaje” por decenas cada mes.
Pero
regresemos al 31 de octubre de 1977. No hubo momento ni a la ida ni al regreso
cerca de medianoche en que las autoridades de Suecia o Dinamarca revisaran los
pasaportes. De todas maneras Rafo estaba tranquilo ya que con ese documento, dos
días antes de arribar a Suecia, había llegado y salido de París, en Francia. Confié
entonces que no tendríamos ningún problema con encargados de migraciones en los
aeropuertos a los que llegáramos en esos casi 40 días en que estaba proyectada la
gira.
LLEGAMOS
CUATRO AL AEROPUERTO, SALIMOS TRES…
Y efectivamente, no hubo problemas hasta
dos semanas después cuando llegamos a Italia. Era la una de la tarde del 14 de
noviembre cuando el avión que nos trasladaba desde Belgrado aterrizó en el
Aeropuerto Fiumicino de Roma. Íbamos a estar cuatro días en esa ciudad y
nuestro principal anfitrión era el Partido Comunista Italiano. En esa época los
peruanos no necesitábamos visa. Leonidas y Arturo pasaron el control
rápidamente. No así Rafo, ya que el agente de migraciones algo le dijo.
Mientras yo pasaba sin problemas por otra fila me alcanzó a decir que iba a
demorar unos minutos. El problema era que los mexicanos sí necesitaban visa
cuando la permanencia era de más de tres días. Mientras esperábamos a unos
metros, se acercó un atento italiano preguntando por Leonidas y la delegación
del PSR. Era el ex diputado Bretano de la comisión internacional del PCI quien estaba encargado de recibirnos y acompañarnos.
Mientras esperábamos fuera del área de
Migraciones, Bretano ingresó a ella, conversó con Rafo y con varios
funcionarios. Poco era lo que podíamos oír desde donde estábamos aunque más de
una vez escuchamos la palabra “Onorevole”. Después de unos 15 minutos de
gestiones, Bretano salió y nos dijo que lo de nuestro compañero se arreglaría
apenas llegara un funcionario de mayor nivel que en ese momento no se encontraba.
Añadió que debíamos partir ya que estábamos con el tiempo justo para llegar a
la ciudad, almorzar y dirigirnos a una reunión con Gian Carlo Pajetta, responsable de las relaciones internacionales del PCI, quien nos esperaba a las 4 y 30 de la tarde. No se preocupen por su compañero, estoy dejando a uno de
mis asistentes para que se quede hasta que se solucione el asunto, añadió. También nos dijo que nuestra instalación en el hotel sería después de la reunión con Pajetta para evitar demoras.
En el trayecto a la ciudad y durante el
almuerzo pudimos conocer que “Onorevole” -o honorable en español- era el
tratamiento que se les daba a los diputados italianos y, aparentemente, también
a los ex diputados. Si bien nuestro “Onorevole” acompañante se había manejado
con mucha soltura en el aeropuerto así como para dar indicaciones a sus
asistentes, cuando mencionaba que Pajetta nos esperaba pronunciaba ese apellido cambiando su tono cordial a uno más bien reverencial.
UNA CONVERSACIÓN Y UN PERSONAJE FASCINANTES
Casi nada sabía yo de quien sería
nuestro interlocutor esa tarde, aunque tenía claro que siendo el responsable
internacional del partido comunista más significativo de Occidente, impulsor
además de la corriente denominada “eurocomunista”, Pajetta debería ser un muy importante dirigente.
¡Y vaya que lo era! Apenas llegamos y
luego de saludarnos cordialmente, preguntó extrañado a Bretano cómo le habían
anunciado a una delegación de cuatro dirigentes cuando sólo veía a tres. La
ventaja de escuchar hablar en italiano y además ver los gestos, nos permitió
entender bastante la conversación. Cuando el “Onorevole” comenzó a explicar lo
sucedido con Rafo, Pajetta lo cortó y le dijo que a un invitado del PCI que tenía una cita con él se le debería garantizar el ingreso sí o sí. Bretano no llegó a tomar
asiento en la sala de reuniones donde nos estábamos instalando, ya que fue prácticamente echado apresuradamente para que se regresara al aeropuerto por el invitado faltante.
La conversación fue muy interesante, ya
que versó sobre el “eurocomunismo” teniendo en cuenta que poco más de medio año
antes en Madrid el PCI, el Partido Comunista Español y el Partido Comunista
Francés, representados por sus secretarios generales Enrico Berlinguer,
Santiago Carrillo y Georges Marchais, presentaron las características de esta
interpretación que los diferenciaba claramente del seguidismo incondicional al
Partido Comunista de la Unión Soviética, PCUS, pues incluía la necesidad de la
democracia y el pluralismo partidario. Los comunistas italianos desde mucho
tiempo atrás habían mostrado una línea política independiente de Moscú, incluso
habían condenado sin ninguna duda la invasión soviética a Checoslovaquia en
1968.
También hablamos del llamado “compromiso
histórico” que el PCI tenía por preservar el sistema democrático en su país,
independientemente de ser oposición al gobierno demócrata cristiano. Lo había
hecho cuando representaban la cuarta parte del electorado y lo hacía en esos
momentos cuando el año anterior había superado el tercio de la votación.
Cuando
lo conocimos, Pajetta tenía 66 años de edad y más de 50 de experiencia
política. A los 16 años fue condenado a dos años de prisión y a los 20 se
exilió en Francia. Dos años después ingresó clandestinamente a su país para
seguir enfrentado al fascismo pero fue apresado y condenado a prisión, que dejó
a la caída del fascismo 10 años después. Una vez libre, pasó a combatir la
ocupación alemana en el norte de Italia. Esa tarde de noviembre en que
conversamos tenía casi 30 años como encargado de las relaciones internacionales
del PCI. Era diputado desde 1946, más de 30 años antes de nuestra conversación,
y lo sería hasta su muerte en 1990 cuando era el único dirigente histórico del
PCI. Cerca de 200 mil personas acompañaron sus restos. Meses antes había
presidido el dramático XX Congreso Nacional en que se aprobaron varias reformas que
llevaron posteriormente al abandono del comunismo y la adhesión a la
Internacional Socialista. Esto último no lo vio Pajetta, ya había fallecido.
Como
nuestra conversación con el veterano dirigente del PCI fue bastante larga, hubo
tiempo para que el “Onorevole” Bretano regresara para informarle que el ingreso
de Roncagliolo se había solucionado y en ese momento estaba rumbo al hotel del
PCI. Llegó justo para estar presente en el momento de terminar nuestra reunión
y llevarnos al hotel donde nos encontramos con Rafo que acababa de instalarse.
DE CUMPLEAÑOS
SIN SABER SI LO DEJABAN ENTRAR…
Después
de también nosotros dejar rápidamente nuestros equipajes en las habitaciones, bajamos
al pequeño lobby de ese hotel, austero y acogedor. Allí Rafo nos contó sus
peripecias. Cuando los funcionarios de Migraciones tuvieron en sus manos el
Documento de Viaje, luego de indicar que los mexicanos no podían ingresar por más
de tres días, le tomaron más atención al documento y vieron que su portador era
peruano con lo cual las dificultades crecieron y hubo miradas inquisitorias a
quien automáticamente consideraban sospechoso de algo, aunque no se les ocurría
de qué. Incluso hablaron de no permitirle la entrada y reembarcarlo. En lo que
ninguno de ellos cayó en cuenta al revisar reiteradamente el documento es que
ese día era cumpleaños de Rafo. Cumplía 33 años. Menos podían imaginar que el
exiliado peruano retenido en el aeropuerto romano, sería poco más de otros 33
años después Canciller del Perú.
Fue
muy importante la primera gestión de Bretano antes de dirigirse con nosotros a
Roma, con la cual se consiguió que el documento fuera tratado como si fuera un
pasaporte mexicano. Rafo se pasó un buen rato tratando de lograr un cambio de
pasaje para salir a Bruselas el jueves y no el viernes, con lo cual desaparecía
el problema ya que estaría menos de 72 horas en territorio italiano. Estaba a
la espera de una respuesta sobre su cambio de vuelo cuando reapareció Bretano
habló con el jefe de Migraciones en el aeropuerto y le concedieron
excepcionalmente la entrada por cuatro días. Bueno, comentó Arturo, después de
la “cuadrada” de Pajetta el “Onorevole” debe haber movido a todos los contactos
del PCI en diversas dependencias para que Rafo salga del aeropuerto.
Aunque
no hubo otra reunión con el PCI sí se realizó una entrevista para su periódico L´Unitá.
Hasta cuatro días después cuando partimos, Bretano estuvo permanentemente
preocupado en facilitar nuestro programa que incluyó reuniones con la
Democracia Cristiana, el Partido Socialista Italiano, así como institutos y
medios de comunicación varios bastante distantes de las posiciones de nuestros
anfitriones. Y también con algunos dirigentes chilenos en el exilio, entre
ellos los dirigentes del Movimiento
de Acción Política Unitaria Obrero Campesino, MAPU-OC, Jaime Gazmuri y José Miguel Insulza, amigos de Rafo y míos desde años atrás, quienes cumplían destacados roles en la oposición a la dictadura brutal de Pinochet y que luego de la restauración de la democracia en Chile en 1990 -integrados al Partido Socialista- desempeñarían también importantes funciones en los gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia y con quienes conversamos en nuestra primera noche en Roma.
Ya de
regreso en el hotel, después de hacer un breve recuento de las varias actividades
del día, convinimos que en París o Madrid, ciudades donde íbamos a permanecer
más tiempo que en otras, Rafo tendría que tentar que en algún consulado le revalidaran
la vigencia de su pasaporte. No sospechábamos que antes de llegar a esas
capitales tendría la posibilidad de hacerlo, ni tampoco la “metida de pata” que
significó el intento. Pero eso es otra historia…
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