miércoles, 23 de marzo de 2016

VI A CEAUSESCU UN MES ANTES QUE FUERA FUSILADO (1989)


En los primeros días de diciembre de 1989 en una recepción en la residencia de alguna embajada, conversamos con un pequeño grupo de dirigentes del Partido Comunista Peruano y Eneida, funcionaria de la embajada cubana, quien desde hacía casi 20 años venía por temporadas a reemplazar al agregado político cuando salía de vacaciones. Los agregados fueron cambiando, pero el reemplazo siempre era ella. Yo tenía muy pocos días de haber regresado a Lima después de haber asistido, entre el 20 y 24 de noviembre, al XIV Congreso del Partido Comunista Rumano, PCR, en Bucarest. Me preguntaron sobre el congreso y la situación política rumana. Quedaron muy sorprendidos por mi respuesta.

Les dije que el congreso había sido absolutamente monocorde, con unanimidad en todas las decisiones, un total “culto a la personalidad” en relación al presidente de la República Socialista de Rumanía Nicolae Ceausescu, quien había sido reelegido como secretario general, cargo que venía ejerciendo desde 1965. Sobre la situación política mi respuesta fue tajante: “No creo que el régimen dure más de tres meses…”. No sospechaba en esos momentos que Ceausescu duraría muchísimo menos.

LAS REFORMAS DE GORBACHOV

La caída rápida de ese régimen no estaba en la cabeza de mis interlocutores. Aunque a fines de 1989 se habían producido importantísimos cambios en Europa Oriental, ya que se atravesaba en los entonces llamados “países socialistas” integrantes del Pacto de Varsovia, lo que algunos han denominado como “El otoño de las naciones”, se consideraba que el régimen rumano era más sólido que otros.

De alguna manera puede considerarse el inicio de tal etapa, los pasos reformistas que la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas inició a mediados de los años 80 con el acceso al poder de Mijail Gorbachov como secretario general del comité central del Partido Comunista de la URSS, primero, y luego a la conducción del Estado. Este líder, encabezando una nueva generación de dirigentes soviéticos, implantó la apertura o transparencia política, conocida como “glasnost” e inició la reestructuración económica o “perestroika”. De hecho hubo debates en la hasta entonces monocorde prensa soviética y hasta elecciones con varios candidatos para cada puesto. Y los cambios iniciados a la postre significaron la desaparición de la Unión Soviética al finalizar el año 1991.

Acostumbrados durante décadas al liderazgo soviético, los gobiernos rígidos de los llamados “países socialistas” quedaron descolocados, entre otras cosas porque los nuevos vientos reformistas incluían que la URSS ya no defendería políticamente ni menos con sus armas, a gobiernos reacios a aceptar las crecientes demandas de libertad política.

“EL OTOÑO DE LAS NACIONES”

En Polonia, la crisis del partido comunista llamado Partido Obrero Unificado Polaco, POUP, había comenzado antes con intensos movimientos obreros de oposición al régimen que culminaron con el nacimiento del sindicato independiente Solidaridad bajo el liderazgo del electricista y dirigente obrero Lech Walesa. Después de casi una década de movilizaciones, huelgas, detenciones y represión, a fines de agosto de 1989, la presión del sindicato Solidaridad sumada a la de algunos líderes reformistas del POUP propició el fin del régimen y el surgimiento en Polonia del primer gobierno no comunista que convocó a elecciones para mayo de 1990 en que resultaría elegido presidente el mencionado Lech Walesa.

En Hungría los nuevos dirigentes reformistas del partido comunista, llamado Partido Socialista Obrero Húngaro había impulsado reformas económicas, primero, y luego reformas políticas llegando a aprobarse en octubre de 1989 el multipartidismo para las elecciones de mayo de 1990 donde resultaría elegido el primer gobernante no comunista en 40 años. Pero antes, en mayo del 89, los reformistas habían conseguido la rehabilitación pública de la sublevación antisoviética fuertemente reprimida en 1956, así como la realización multitudinaria de un funeral de estado a Imre Nagy, líder de esa protesta que fue condenado a muerte y ejecutado en 1958.

Días antes, entre el 9 y 10 de noviembre había caído el Muro de Berlín que dividía esa ciudad permitiendo el ingreso de ciudadanos de la República Democrática Alemana a Berlín Occidental. Durante varios meses se había producido la fuga de alemanes del este hacia la República Federal Alemana utilizando países vecinos como Hungría y Checoslovaquia. El otrora hombre fuerte de Alemania del este, Erich Honecker, ya había renunciado y su sucesor no duraría mucho en medio de una crisis política que culminó el 3 de octubre del año siguiente con la desaparición de la RDA y la integración de sus cinco estados a la República Federal Alemana.

Como consecuencia de la caída del Muro de Berlín, inmediatamente se produjeron movilizaciones estudiantiles en Checoslovaquia planteando la liberalización del régimen comunista. Entre finales de noviembre y diciembre los problemas se acentuaron y culminaron con el abandono del poder de los gobernantes y la asunción provisional de dirigentes independientes e incluso expulsados del Partido Comunista. En junio del siguiente año en las elecciones fueron elegidos candidatos no comunistas.

Bulgaria había sido el país cuya dirigencia, en especial su dirigente máximo desde 1954 Todor Zhivkov, se había distinguido por ser seguidor absoluto de la política interna e internacional del partido comunista soviético hasta que Gorbachov inició el camino reformista. En un ambiente políticamente tenso, a las horas de la caída del Mutro de Berlín los dirigentes reformistas del partido impusieron cambios en la dirección partidaria, para evitar perder el poder por un eventual desborde popular. La nueva dirigencia inició la democratización a finales de 1989 y convocó a elecciones al año siguiente –luego que el PC se convirtió en Partido Socialista Búlgaro- luego de las cuales la República Popular de Bulgaria cambió a República de Bulgaria y del régimen de partido único se pasó a una democracia parlamentaria.

CEAUSESCU EL ÚLTIMO DIRIGENTE DE LA VIEJA GUARDIA

Estando así el panorama en Europa del Este, en Lima en esa noche de diciembre les había dicho a mis interlocutores que pensaba que el régimen rumano encabezado por Ceausescu no duraría más de tres meses. El Partido Comunista Rumano parecía ser sólido si se considera que en su seno no había disidencias, a diferencia de sectores renovadores que se habían dado en los partidos comunistas de Polonia, Hungría y Bulgaria. Pero como esa noche manifesté, la cohesión partidaria aparentemente era muy sólida pero no tenía nada que ver con lo que pensaba el ciudadano común y corriente.

Comenté algunas cosas del Congreso. En el informe, Ceausescu aseguró que Rumanía ingresaría al siglo 21 entre los países con mayor desarrollo en el mundo. Su exposición duró algo más de siete horas, con interrupciones en dos oportunidades para refrigerios de no más de media hora. Pero las más de seis horas restantes no fueron colmadas sólo por las palabras del líder rumano, ya que alrededor de la mitad de ese tiempo fue ocupado por las interrupciones de los cientos de delegados para aclamarlo. No estaba exagerando ya que, según uno de los invitados, el discurso fue cortado 125 veces con aplausos puestos de pie y 124 con aplausos algo más recatados permaneciendo en sus asientos. Ese invitado pertenecía a uno de los partidos socialistas asistentes que se había tomado la molestia de llevar la cuenta y nos los comunicó riéndose en la primera reunión que tuvimos los integrantes de la Coordinación Socialista Latinoamericana que nos encontrábamos en Bucarest. Si ponemos como promedio un minuto por cada aplauso de pie y medio minuto por aplauso permaneciendo sentados, tenemos tres horas y 7 minutos... Aun ahora me parece que ese cálculo podría haber sido llevado con poca prolijidad, pero en esa época yo “al ojo” había pensado que había sido alrededor de cien ovaciones con los delegados de pie. En todo caso estaba seguro que el total de aplausos superaba con creces las dos horas.

No relaté más esa noche a mis interlocutores, aunque tenía mucho más que contar sobre este peculiar congreso. Tampoco hablé sobre aspectos de la vida diaria en Rumanía que contaré en alguna crónica posterior.

Ceausescu era un orador bastante expresivo, muy distinto al estilo más bien frio de dirigentes de otros países de Europa Oriental que había tenido ocasión de escuchar. El liderazgo de Ceaușescu desde 1965 había significado un alejamiento de la dirigencia rumana de la influencia soviética, considerando que 20 años antes cerca del final de la Segunda Guerra Mundial con la liberación de Bucarest por parte del Ejército Rojo de la URSS se estableció una relación muy estrecha entre ambos países. En más de oportunidad, a finales de los 60 y en los 70 Ceaușescu hizo patente su autonomía. La muestra más clara fue cuando en 1968 fue el único dirigente de un país miembro del Pacto de Varsovia que condenó la intervención en Checoslovaquia para evitar los cambios reformistas y se opuso a la propuesta del presidente soviético Leónid Brezhnev quien planteaba “soberanía limitada” para los integrantes de ese Pacto. Incluso en algunos momentos hizo acercamientos a los países occidentales como para marcar distancia con la política exterior soviética. Y esto se acentuó cuando mostró su disconformidad con las políticas reformistas impulsadas por Mijail Gorbachov y remarcó su independencia.

EL CULTO A LA PERSONALIDAD

Pero volviendo al día del inicio del Congreso del PCR, después de las largas horas de intervención de Ceausescu, los invitados fuimos guiados a un salón donde después de unos minutos ingresó el líder rumano para recibir el saludo protocolar de los invitados extranjeros y los integrantes de la dirección del PCR y del Estado. Ninguno de los que le dábamos la mano podíamos suponer que antes que finalizara el año sería violentamente ejecutado. En el gran salón destacaban enormes y finas cortinas de techo a piso. No pude evitar acordarme de mi amigo chileno Ismael Llona quien había asistido unos diez años antes a un congreso del PCR, en representación del Movimiento de Acción Popular Unitaria Obrero Campesino, MAPU-OC. En esa ocasión en un salón similar mientras conversaba con algunos latinoamericanos vio en la parte baja de la cortina el borde de los pantalones y los zapatos del algún ineficiente “escuchador”.

No fue la primera vez que estaba cerca de Ceausescu. Justo dos años antes estuve sentado a unos diez metros de él durante el “Encuentro de representantes de partidos y movimientos con ocasión del 70 aniversario de la Gran Revolución de Octubre”, realizado en Moscú. Pero esa es también otra historia.

Aunque no lo relaté a mis interlocutores, recordaba que muy poco después del saludo se reinició la sesión plenaria del Congreso. Las intervenciones del final de la tarde fueron de dirigentes partidarios que al igual que los discursos de los numerosos delegados que escuchamos los invitados -a través de traducción simultánea- en los siguientes días, fueron bastante más cortos aunque absolutamente monótonos. Los saludos de los delegados a Ceausescu resultaron asombrosos por la forma tan exaltada del culto a la personalidad, ya que se dirigían a él con calificativos como “Sabio Timonel”, “El Titán”, “El Visionario”, “Conductor”, “El Nimbo de la Victoria”, aunque el apelativo más usado era “El Genio de los Cárpatos”, en alusión a la cadena montañosa que pasa por el país y que es la cordillera más larga de Europa después de los Alpes. Luego de estas denominaciones como preámbulo, es de suponer que el sentido de los discursos fuera de elogio absoluto a los “avances” del país presentados por Ceausescu en el informe, después de lo cual la intervención culminaba con palabras de adhesión incondicional al líder.

Me acordaba también con algo de “vergüenza ajena”, que en varias oportunidades los delegados también se dirigían a la segunda figura partidaria: Elena Ceausescu, esposa del secretario general, quien era integrante del Buró Político del PCR y Vice Primera Ministra del país. Al referirse a ella se mencionaban sus cargos partidarios y gubernamentales y se terminaba invariablemente con las frases: "doctora, ingeniera, académica y sabia de reconocimiento internacional".

Mientras escuchaba a los delegados reparaba en que aunque el rumano es un idioma latino, solamente muy pocas palabras las sentía conocidas, como pertenecientes a un italiano antiguo. Los ademanes al hablar sí vinculaban los discursos en rumano a lo que podía ser un estilo italiano, con variados matices en la voz y muchos ademanes.

En los días siguientes asistimos a varias plenarias, ya que algunas principalmente en las tardes se realizaban sin invitados. Pero todas las intervenciones tenían el mismo estilo: elogio al líder, apoyo total a su informe y compromiso para que se mantenga en el liderazgo del partido y del país. No pude ser testigo de una disidencia como lo fue Ismael Llona en un anterior congreso…

NO PUDE SER TESTIGO DE NINGUNA DISIDENCIA EN EL CONGRESO

Como mi amigo chileno recuerda en su libro “Los santos están marchando”, en el congreso al que asistió una tarde le dieron la palabra a Burbulescu, un antiguo militante y miembro del Buró Político del PCR, que incluso estaba sentado a dos asientos de Ceausescu y que no estaba programado para hablar. Este dirigente habló de su antigua militancia y su presencia en muchos congresos que habían hecho aportes a la causa del socialismo. Y añadió : “…nunca antes había asistido a un congreso como éste, un congreso que viene a vitorear y no a discutir, un congreso manejado, un congreso manipulado, un congreso preparado por Nicolae Ceausescu para ser reelecto por aclamación como secretario general y perpetuarse…”. Cuenta Llona que en esos momentos los asistentes habían pasado de la euforia al silencio, mientras también se silenciaban los audífonos de los invitados que dejaron de escuchar la traducción. Pudieron sí ver y escuchar cómo el viejo dirigente terminaba entre pifias y gritos, mientras se dirigía a su asiento junto a Elena Ceausescu. Inmediatamente hubo un par de intervenciones condenando al disidente y los invitados escucharon -con los audífonos nuevamente funcionando- al propio Ceausescu manifestando “…Burbulescu nada hizo en la guerra contra el fascismo. Burbulescu nada hizo para oponerse a la fracción pro soviética. Fue siempre un cobarde, toda la vida. Y ahora, además, es un traidor. Ha traicionado a Rumania, al socialismo y al partido, ante el mundo, en presencia del mundo…”. Allí se suspendió la sesión abierta.

Cuando esa noche Llona y otros chilenos preguntaron a la traductora que pasaría con Burbulescu, la respuesta fue “No se preocupen, mañana no estará en el Congreso”. Y efectivamente en los días siguientes, el “traidor” no fue visto nunca más. Un “traidor” que estuvo en la mesa directiva del congreso en un lugar que significaba que era el cuarto o quinto dirigente en importancia, como lo conversamos con Ismael cuando me lo contó.

Un chileno residente en Bucarest le escribió poco después a Llona que unos quince días después de culminado el congreso en que se produjo su disidencia, en una pequeña nota periodística se informó que Burbulescu había fallecido…

DE LAS ACLAMACIONES AL PELOTÓN DE FUSILAMIENTO

Menos de un mes después del congreso al que yo asistí, se produjeron lo que inicialmente parecían pequeños incidentes en algunas ciudades rumanas, que al ser reprimidas se convirtieron muy rápidamente en levantamientos populares en contra del régimen. De alguna manera la oposición hasta ese momento silenciosa encontró ocasión de desbordarse y salir a las calles exigiendo el fin del régimen. Hubo unos seis días de enfrentamiento y al final sectores importantes de las fuerzas armadas y policiales rumanas se plegaron a las fuerzas opositores.

El 23 de diciembre, el hasta ese entonces poderoso Ceausescu huía con su esposa en un helicóptero. Horas después, un ingeniero de una planta industrial donde se habían escondido en las afueras de otra ciudad, los reconoció y los denunció. Luego de sumarísimo juicio, el 25 de diciembre Nicolae y Elena Ceausescu fueron fusilados en un acto que incluso fue poco después propalado por la televisión. Estoy seguro que muchos de los que había visto aplaudir en la clausura del Congreso del PCR un mes antes no lamentaron lo que estaban viendo…

El enfrentamiento armado entre militantes del PCR y opositores se prolongó hasta un par de días después del fusilamiento de los Ceausescu. En los diez días trascurridos desde el inicio del conflicto se produjeron más de 1100 muertos y hubo 3300 heridos, en ambos casos la mayoría producidos en los feroces enfrentamientos posteriores a la huida del líder rumano.

La muerte de Burbulescu después de quince días de culminado el XII Congreso del Partido Comunista Rumano ocupó un pequeño espacio en un diario rumano.

La muerte de Ceausescu después de treinta días de culminado el XIV Congreso del Partido Comunista Rumano ocupó las primeras planas de diarios de todo el mundo…

Antes de que terminara el año 1989 el omnipresente Partido Comunista Rumano había desaparecido, el gobierno estaba en manos de un Frente de Salvación Nacional que incluía a antiguos miembros del PCR caídos en desgracia años antes y de “El Genio de los Cárpatos” se trataba de no hablar…

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