Integraba el comité organizador del primer Congreso Latinoamericano de
Juventudes Demócratas Cristianas que se realizaría en Lima a fines de octubre
de 1959, paralelamente al V Congreso Internacional de la Democracia Cristiana. Con
17 años y sin tener aún la estatura a la que llegaría recién alrededor de un
año después, a inicios de ese mes en una ocasión en que estaba viendo los últimos
documentos del V Congreso que se iban a enviar al exterior, algunos
destinatarios despertaron mi curiosidad.
Encontré algunos partidos DC cuyas direcciones no eran de sus países.
Inmediatamente caí en cuenta que se trataba de organizaciones de países de
Europa Oriental donde gobernaban partidos comunistas. Entre los que recuerdo
estaban los de Polonia y Hungría, cuyos dirigentes vivían en el exilio.
Encontré un partido antirrevolucionario de Holanda y quedé muy extrañado,
aunque poco tiempo después me enteré que había sido creado casi un siglo antes y
era un organización política confesional protestante ortodoxa opuesta a las
ideas de la… Revolución Francesa. Había también una lista de “personalidades”
de diversas partes del mundo a las que también se mandaba información. Me llamó
mucho la atención que debajo de las siglas “EEUU” estaba un solo destinatario:
John F. Kennedy, senador por Massachusetts.
UN KENNEDY EN EL PERÚ
Fue la primera vez que leí ese apellido. Semanas después me enteré que
era un importantísimo político católico quien en algún momento había sido
contactado por líderes demócratas cristianos europeos y con los que
ocasionalmente intercambiaba correspondencia. En esa época tenía 42 años y era
senador desde seis años antes, luego de ser representante por el mismo Estado
también por seis años. En noviembre del año siguiente, Kennedy ganó la
presidencia de su país como candidato del Partido Demócrata, derrotando a Richard
Nixon, vicepresidente de los Estados Unidos y postulante al cargo por el Partido Republicano, así se convirtió en el hasta ahora único presidente
católico de su país. Como se sabe, el carismático presidente fue asesinado
antes de cumplir tres años de mandato, el 22 de noviembre de 1963. Lo reemplazó
el vice presidente Lyndon Johnson, quien mantuvo como Fiscal General -equivalente
a ministro de Justicia- a Robert F. Kennedy, bastante más joven que su hermano
y que ejercía el cargo desde inicio del gobierno. Nueve meses más tarde, dejó
el Gabinete por discrepancias con Johnson sobre el curso de la guerra en Vietnam. y
muy poco después, en noviembre de 1964 justo cuando cumplió 40 años, fue
elegido al Senado por Nueva York donde desde hacía dos años se encontraba su
hermano menor Edward, elegido por el Estado de Massachusetts en 1962 a los 30
años y reelegido varias veces hasta su muerte en el 2009.
El 10 de noviembre de 1965 -¡hace cincuenta años!- Robert F. Kennedy
llegó al Perú durante una gira por varios países latinoamericanos. No se quedó
más de tres días pero tuvo un intenso programa de actividades que comenzó con
una reunión de dos horas denominada “Encuentro con los universitarios” en el auditorio
del Instituto Cultural Peruano Norteamericano en el centro de Lima. Se indicó
que los miembros de la embajada se habían cuidado de invitar sólo a estudiantes
que no pondrían incómodo al senador, aunque algunas de sus afirmaciones más
bien intranquilizó a un buen sector de los asistentes.
No hubiese añadido algo más sobre el encuentro. Sin embargo, al
revisar publicaciones de la época he encontrado el nombre de la persona que
habló en nombre de los jóvenes asistentes y me parece importante mencionarlo.
Fue Luis Fernando Figari en esa época de 18 o 19 años, quien en 1971 fundó un
movimiento católico denominado Sodalicio de Vida Cristiana y hoy, acercándose a los 70 años, se encuentra en
Roma en un “retiro espiritual”. Pero ahora ya no habla, ni siquiera para
responder las denuncias en su contra que en estos días se han conocido por
presuntos abusos sexuales, psicológicos y físicos cometidos contra jóvenes de
esa agrupación.
Durante su estancia en el país, Kennedy realizó una serie de visitas a
la ciudad, entre otras, a la Huerta Perdida en los Barrios Altos y a la
inauguración de un parque con el nombre de su hermano John en La Victoria. Tuvo
un almuerzo en Palacio de Gobierno con el presidente Fernando Belaunde Terry. Viajó
al Cusco en compañía de su esposa Ethel y visitó la Fortaleza de Sacsayhuamán.
A su regreso, realizó una concurridísima conferencia de prensa en el Hotel
Bolívar donde sorprendió con algunas de sus respuestas. También tuvo una
reunión con un grupo de intelectuales en la casa del pintor Fernando de Szyszlo,
la que por posteriores declaraciones de Kennedy no consideró muy positiva. De
todas las actividades y algunas más que no recuerdo, dio cuenta la prensa.
AUNQUE JÓVENES ÉRAMOS LOS ÚNICOS POLÍTICOS EN LA REUNIÓN
Pero una de las dos o tres noches que pasó en Lima hubo una reunión
que no trascendió. Fue una cena más bien informal que se realizó en la
residencia del embajador de los Estados Unidos que, como hasta hoy, ocupa toda una manzana en la cuadra 6 de la avenida Arequipa y cuya parte trasera
da a la avenida Petit Thouars justo al frente del Parque de la Reserva. A esa
cena fuimos invitados un día antes Rafael “Rafo” Roncagliolo, Julio Da Silva y
yo, vinculados a la dirección de la Juventud Demócrata Cristiana.
No fue totalmente una sorpresa para nosotros esa invitación para
conversar con Kennedy. A los tres, junto con algunos otros camaradas, no nos
resultaba extraño ser convocados para conversar con funcionarios de la embajada
norteamericana. Situémonos cincuenta años atrás, esos funcionarios -más aun
después del rechazo a su vicepresidente Nixon cuando pretendió visitar la
Universidad Nacional de San Marcos en 1957- estaban preocupados por el aumento
de los dirigentes de las juventudes comunistas en las universidades y habían
observado el desplazamiento creciente de los apristas, junto con el crecimiento
de los frentes estudiantiles social cristianos que estaban vertebrados por la
Juventud Demócrata Cristiana. Julio Da Silva en ese momento era uno de los
responsables de la Coordinadora Nacional de Frentes Estudiantiles Social
Cristianos, COFESC. Rafo era secretario de asuntos universitarios de la
Juventud DC y yo delegado de la JDC al Comité Ejecutivo Nacional de Partido
Demócrata Cristiano. Ambos no éramos dirigentes formales de COFESC pero
estábamos involucrados en su conducción.
Otro de los jóvenes democristianos invitados era Manuel Bernales
Alvarado, dirigente estudiantil desde que ingresó en la Universidad Católica y
que en el encuentro con universitarios ya mencionado, había planteado las
posiciones social cristianas. Un año después Manolo, apelativo con el que lo
conocemos sus amigos, salió elegido presidente de la Federación de Estudiantes de
la Pontificia Universidad Católica, FEPUC.
No éramos los únicos democristianos. También se encontraba Alberto
Péndola, médico psiquiatra, quién unos cuatro años antes había ocupado el mismo
cargo partidario que en ese momento tenía yo: delegado de la JDC al CEN del
partido y que pertenecía a la misma tendencia partidaria nuestra. De hecho,
ambos seríamos elegidos miembros del CEN del partido en el Congreso Nacional de
marzo de 1967. Alberto había tenido ocasión de conocer al otro senador Kennedy,
Edward, cuando asistió como observador a las elecciones especiales al Senado
que se realizaron en 1962 en las que el menor de los Kennedy salió elegido para
ocupar la misma plaza que había tenido su hermano John entonces presidente.
Nos habían dicho que la reunión sería poco numerosa porque el senador
quería conversar con calma y en un ambiente informal. Para nuestra sorpresa, los
cinco resultamos los únicos políticos en la reunión. Los otros participantes fueron
dos importantes periodistas peruanos y un… torero español. He tratado de
recordar si hubo algunos peruanos más pero creo que no. Además, por cierto
estaba el embajador, los funcionarios “políticos” de la embajada y un par de
traductores, lo que en mi caso resultaba vital.
Pedro G. Beltrán y Manuel D’Ornellas eran los dos hombres de prensa.
El primero tenía 68 años y el otro 28. Pero no eran 40 años lo único que los
separaba. Beltrán era director del diario La
Prensa que no sólo fue el diario que se considera modernizó el periodismo
peruano desde finales de los años 40 sino que también, enarbolando el pensamiento liberal
que introdujo, defendió las causas de distintos grupos de poder económico, particularmente
los más tradicionales como los agrarios. D’Ornellas con cortísima experiencia
periodística en España y Argentina, había llegado ese año al Perú para asumir
la jefatura de la página editorial de Expreso,
diario fundado cuatro años antes por un grupo de empresarios reformistas
que apoyaban la candidatura de Fernando Belaunde Terry quien dos años después
asumiría la presidencia de la república. Beltrán contaba con amplias
actividades en el país en los ámbitos gremial, empresarial, diplomático
político y periodístico, así como experiencia en gestión pública, mientras que
el flamante “refuerzo” del nuevo diario había nacido en España, estudiado en Argentina
y sus primeras experiencias laborales estaban ligadas al sector financiero en
Nueva York. Pese al poco tiempo en el país, D’Ornellas ya demostraba ser un
agudo analista político.
En la medida que la Democracia Cristiana asumía como guía la Doctrina
Social de la Iglesia y Kennedy era un católico ferviente, los funcionarios
habían considerado pertinente que conversara con nosotros. Pero para que la
reunión fuera mucho más productiva, habían considerado la presencia de dos
agudos analistas políticos –de posiciones distintas- como los dos importantes
periodistas mencionados.
IMPOSIBLE HABLAR DE POLÍTICA CON UN GRAN TORERO
Quien resultaba una presencia insólita en una reunión en que se
conversaba de política peruana y de las relaciones entre los Estados Unidos y
el Perú, era un hombre nacido un año antes que D’Ornellas también en España. Se
trataba de Manuel Benítez, más conocido como El Cordobés, quien en esos días se
encontraba en Lima para torear en la tradicional Plaza de Acho, en ese momento
a punto de cumplir doscientos años de fundada. Participaba en la hasta hoy
vigente fiesta taurina denominada Feria de Octubre, pero cuyas corridas de toro
dominicales se realizan principalmente en noviembre. Siendo el toreo una
actividad que ha mantenido durante siglos sus propias reglas, este torero tenía
un estilo muy poco ortodoxo y causaba por esos años -y durante las décadas
siguientes- grandes controversias entre los entendidos y aficionados.
El Cordobés lucía una melena larga que le cubría parte de la frente, peinado
bastante parecido al de Kennedy y ese hecho había sido destacado por algunas
publicaciones. Aunque vistos juntos, las cabelleras no se notaban tan
parecidas. Nos preguntábamos si era por esa razón que estuviera invitado y
aparentemente era así. Lo cierto es que en determinados momentos el afamado
matador de toros tenía una expresión de “¿qué hace un torero acá?” y creo que
después de los primeros minutos de bromas sobre el parecido del peinado los
propios funcionarios que lo habían invitado se estaban preguntando lo mismo…
EL ODIADO BELTRÁN…ERA SIMPATIQUÍSIMO
Si bien no podríamos asegurar que fuera un sentimiento de todos los
integrantes del Partido Demócrata Cristiano, sí estábamos seguros que entre los
miembros de la Juventud DC la figura política de Beltrán era la más detestada. Al
inicio del segundo periodo gubernamental de Manuel Prado Ugarteche -vinculado
al sector financiero e inmobiliario- a fines de julio de 1956, Beltrán había
apoyado la acción parlamentaria opositora de la bancada del novísimo Partido
Demócrata Cristiano, fundado en enero de ese año y que tenía inicialmente cinco
senadores y catorce diputados, aunque poco después perdió un miembro en cada
cámara. Sin embargo, cuando en julio de 1959 Prado llamó a Beltrán para que se
encargara de la jefatura del Gabinete y la bancada DC se mantuvo en la
oposición, la opinión de La Prensa
varió y los parlamentarios “brillantes” se convirtieron en “demagogos”.
Con la designación de su anterior opositor, el presidente Prado hizo
una gran maniobra. Por un lado, se quitó un encarnizado opositor dueño de uno
de los dos periódicos más importantes de la época. Pero, por otro, logró que
los ataques a su gobierno se enfilaran hacia su Primer Ministro, cuyas primeras
medidas fueron la eliminación de subsidios a los alimentos, la negativa a
elevar los salarios y el alza de la gasolina, todas las cuales merecieron el
rechazo de la población.
Por un año y medio aproximadamente, Prado aparecía como un rey encima
del bien y el mal y don Pedro aguantaba todos los palos políticos y
periodísticos. Además Beltrán no tenía una buena imagen. En las fotos aparecía
como un hombre duro y resultaba muy fácil que sus caricaturas lo mostraran casi
como un demonio… En un término que años después se usaría no era “fotogénico”.
El amable y sonriente caballero con quien hablamos esa noche distaba
mucho de su imagen pública. Como comentaríamos al salir, resultaba explicable
que la indudable simpatía y sapiencia de Beltrán hubiese conseguido el concurso
de un buen grupo de jóvenes intelectuales que se había integrado al diario que
él dirigía. Aunque nuestras posiciones diferían bastante, nuestro diálogo fue
en todo momento en tono muy respetuoso pese a las discrepancias. No sólo
conversamos con el experimentado hombre público de la situación política
peruana sino de las posibilidades de cambios que se abrían en América Latina
seis años después del inicio de la Revolución Cubana y a un año justo de
iniciarse la Revolución en Libertad con el gobierno del líder demócrata
cristiano Eduardo Frei Montalva en Chile.
LAS OPINIONES DE KENNEDY
Las posiciones expresadas esa noche por Kennedy no hicieron sino
reiterar lo expresado a la prensa y a los sectores con los que conversó. Por
ejemplo aseguró que el gobierno de su país no tomaría represalias económicas si
el Perú nacionalizaba los yacimientos de La Brea y Pariñas en manos de una
empresa norteamericana y cuya ilegal explotación prometió acabar el presidente
de la república, Fernando Belaunde Terry antes que terminara 1963 y sobre lo
cual nada se había avanzado (Ver crónica “…sólo un loco nadaría hasta el Callao” del 20 de abril de
2013).
Pero de lo que más hablamos fue sobre Cuba y Chile. El recordó lo que
había manifestado en su primera actividad en el país ante un público
universitario: “La responsabilidad de nuestro tiempo no es otra que
la de una revolución; una revolución que será pacífica si somos lo
suficientemente sabios; humana, si tenemos el suficiente cuidado; exitosa si
somos lo suficientemente afortunados. Pero una revolución vendrá nos guste o no
nos guste. Podemos afectar su carácter, pero no podemos alterar su
inevitabilidad”. No era de poca importancia lo que
manifestaba considerando que ya se hablaba, aunque en esa visita lo negara, de
su posible candidatura presidencial para las elecciones de 1968.
Efectivamente, dos años y medio después, el senador Robert F. Kennedy
anunció que entraba en campaña para la nominación como candidato presidencial
del Partido Demócrata. Su precandidatura se inició auspiciosamente ya que ganó en
las elecciones primarias en el importante Estado de California, pero fue
abaleado después de pronunciar un discurso celebrando esa victoria y murió
pocas horas después, el 6 de junio de 1968.
En noviembre de ese año el ex vicepresidente Richard M. Nixon del
Partido Republicano ganó las elecciones al vicepresidente en ejercicio Hubert
H. Humphrey. Tuvo que renunciar en agosto de 1974 luego que un Gran Jurado Federal
lo encontrara responsable de acciones para obstruir la justicia en un escándalo
de interceptaciones telefónicas a la sede del Partido Demócrata durante la
campaña electoral de 1972 en que resultó reelegido con un gran respaldo
popular.
NO TODOS ENTIENDEN LAS BROMAS
Pero regresemos a Lima. En los años inmediatamente siguientes a esa
reunión en la residencia del embajador, hubo una presencia cada vez más
creciente en las dirigencias estudiantiles de las universidades de los sectores
vinculados al Partido Comunista del Perú - Bandera Roja, primero y luego del
Partido Comunista del Perú - Patria Roja, al mismo tiempo que un estancamiento y
luego disminución de los sectores vinculados a la DC, salvo en la Universidad
Católica. Paralelamente fue disminuyendo el número de invitaciones a los
democristianos a la embajada. En mi caso, sin embargo, las invitaciones se
cortaron en abril de 1966, muy pocos meses luego de esa reunión. Un par de semanas
después de ser elegido secretario general de la Juventud DC no pude asistir a
una invitación de alguno de los funcionarios de la embajada. Al día siguiente,
Rafo me comentó riendo que cuándo preguntaron por mi había contestado –por
cierto en broma- que como yo había asumido el máximo cargo juvenil partidario
no era conveniente que fuera a la embajada.
Los funcionariados no entendieron que se trataba de una broma porque
nunca más me invitaron…
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