Aunque el 16 de junio de 1978 ninguno de los seis o siete diarios de
Lima informaron sobre el hecho, en Londres los lectores británicos del
Financial Times sí se enteraron que el día anterior en Lima, capital del
distante Perú, el general retirado Leonidas Rodríguez que encabezaba la lista
del Partido Socialista Revolucionario para las elecciones a la Asamblea
Constituyente, se había presentado en Palacio de Gobierno para denunciar la
persecución que sufría y exigir se anularan todas las medidas represivas a los
candidatos de izquierda. El general se había arriesgado al dejar la clandestinidad
en que estaba por cerca de tres semanas, considerando que existía orden de
detenerlo y deportarlo apenas se le encontrara.
Pese a que el presidente de la república, el también general Francisco Morales no lo quiso recibir, sus palabras de denuncia sí habían sido escuchadas por decenas de periodistas de medios nacionales y extranjeros que se encontraban presentes. Uno de ellos era el afamado periodista británico Hugh O'Shaughnessy, enviado especial del antes mencionado diario. En la nota que escribió dejó plasmada la sorpresa que le causó el hecho que en las afueras del palacio, cuando el perseguido Rodríguez se encontraba prácticamente rodeado por policías dispuestos a detenerlo, en las narices de ellos subió a una motocicleta estratégicamente situada -que un aparentemente distraído conductor mantenía encendida- y desapareció de la vista de policías y periodistas.
Es de suponer que O'Shaughnessy también quedara sorprendido cuando en
los días siguientes no encontró ni una sola línea sobre tan espectacular acción
política en los diarios de Lima. La llegada de Leonidas a Palacio, las
entrevistas previas que realizó, las fotos en las calles de Lima que ese día se
tomaron, las coordinaciones para que coincidieran en Palacio de Gobierno periodistas
del Perú y del extranjero, varios de ellos con sus respectivas máquinas
fotográficas, su espectacular salida de la zona en que iba a ser detenido y la
comprobación que se encontraba en un lugar seguro, serán motivo de una o varias
futuras crónicas.
"...USTED ES EL ÚNICO QUE ME PUEDE AYUDAR”
Un año después, cerca del mediodía del 11 de septiembre de 1979, me encontraba
en el local de la Federación Gráfica en el jirón Chota muy cerca de la avenida
Alfonso Ugarte en el Cercado de Lima en una reunión de coordinación de acciones
de divulgación de la huelga de hambre que en la Casona de San Marcos realizaban
desde ocho días antes más de una veintena de dirigentes políticos y sindicales,
en apoyo a la huelga magisterial iniciada a inicios del mes de junio (Ver crónica “Huelgas de hambre se multiplican“ del 22 de mayo de 2015). En el local, además de pocos dirigentes nacionales de algunos de los
partidos comprometidos en esa medida extrema, se encontraban varios dirigentes
partidarios intermedios y dirigentes de los padres de familia.
Sabiendo que desde que se había iniciado esa huelga de hambre casi
todos los días a esa hora coordinábamos allí, también en esa ocasión se
encontraba un grupo de periodistas a la espera de alguna noticia pues se
hablaba de un posible desalojo de los huelguistas. Una persona joven con
aspecto de extranjero confundido entre los hombres de prensa, habló con uno de
ellos quien de pronto miró hacia mí y me señaló. El otro se me acercó y en un
bastante entendible español me preguntó si me llamaba Alfredo Filomeno. Al
asentir, sonrió y me dijo: “Vengo de parte de Hugh O'Shaughnessy…”
Inmediatamente recordé el nombre del prestigiado periodista, principal
especialista en temas latinoamericanos del periódico británico Financial Times.
¿De qué se trata? pregunté al periodista. Quiero entrar a conversar con los
huelguistas en La Casona, me dijo. Y ante mi cara de sorpresa, añadió “Hugh me
dijo que usted era el único que me podía ayudar”.
APRECIACIONES DISTINTAS SOBRE LO QUE PASARÍA EN EL PERÚ
Los días 22 y 23 de noviembre de 1977 viajamos con Arturo Valdés desde
La Haya a Londres -donde nos separamos por un par de días de Leonidas Rodríguez
y Rafael Roncagliolo- para hacer la presentación del Partido Socialista
Revolucionario fundado exactamente un año antes a dirigentes de la
Internacional Socialista y del Partido Laborista, así como a algunos
periodistas especializados en asuntos latinoamericanos, entre los que destacaba
Hugh O'Shaughnessy (Ver
crónica “No hemos llegado a Londres sino a Heathrow“ del 27 de noviembre de 2012). Ya en esa época, O'Shaughnessy era un
reputado periodista que conocía bastante de la situación política
latinoamericana. Incluso había estado en Santiago de Chile el 11 de septiembre
de 1973 durante el golpe militar que derrocó a un gobierno democrático y cortó
la vida a Salvador Allende, con quien incluso tenía relaciones de amistad.
Considerando que tanto Arturo como yo no hablábamos inglés tuvimos la
suerte que O'Shaughnessy se expresaba en buen español. El encuentro con él se
desarrolló en un ambiente cordial y de mutua simpatía por lo que una
conversación prevista para una hora se prolongó cerca de dos horas más. Nuestra
conversación, en su oficina del periódico, se centró en dos puntos. No entendía
cómo el presidente de esa época, general Francisco Morales Bermúdez, se había
burlado de los generales progresistas que lo apoyaron cuando desde Tacna el 28
de agosto de 1975 planteó el “relevo” del general Juan Velasco Alvarado para
continuar con el proceso revolucionario. Y, por otro lado, tenía dudas sobre si
las recientemente anunciadas elecciones para una Asamblea Constituyente
finalmente se concretarían y si el gobierno permitiría que todas las fuerzas
políticas participaran de esas elecciones.
En nuestra conversación, mientras que Arturo explicó cómo se gestó el
gobierno militar, las contradicciones en su seno, el comportamiento de algunos
sectores autoritarios que rodearon a Velasco en sus últimos meses de gobierno,
las pugnas internas en julio y agosto de 1975 y cómo Morales Bermúdez se había
comprometido a profundizar el proceso y había traicionado a todos, yo me ocupé
de analizar las posibilidades de realización de las elecciones constituyentes.
Al periodista británico le resultaba difícil considerar que Morales Bermúdez
cumpliera con su anuncio y en el remoto caso que se realizaran las elecciones
pensaba que la izquierda sería excluida. Yo le manifesté que estaba seguro que
las elecciones se realizarían debido a que las Fuerzas Armadas eran conscientes
que la creciente impopularidad del gobierno estaba afectando seriamente a las
instituciones militares. Quieren irse, pero en orden, por lo que la Asamblea
Constituyente resulta un tránsito obligado, manifesté. Y van a tener que dejar
participar a todos, incluyendo el regreso de los deportados, añadí. No creo que
los dejen participar nos insistió el periodista.
EUFORIA DE UN VETERANO PERIODISTA
Siete meses después, en junio de 1978 O'Shaughnessy llegó a Lima para
cubrir las elecciones de la Constituyente para su periódico. Buscando una noche
a otra persona en el hotel Sheraton lo encontré. Me acerqué a él y nos
saludamos cordialmente. Me preguntó por Arturo. Le conté que estaba totalmente
clandestino, al igual que Leonidas Rodríguez ya que sus nombres aparecían en
una lista de dirigentes y candidatos a la Asamblea Constituyente que tenían
orden de deportación. De hecho otros 12 de esa lista habían sido enviados
esposados a la Argentina y recluidos en un cuartel en Jujuy, le dije (Ver crónica “Hace 35 años fui un papá de la calle“ del 24 de mayo de 2013).
Mientras buscábamos una mesa en la cafetería del hotel para tomarnos
un café, me preguntó cuál era mi situación. Clandestino también, repliqué y
ante su cara de interrogación le dije: No voy a mi casa, ni a las de mis
familiares cercanos, tampoco a mi trabajo ni a locales partidarios. Pero no se
les ocurre que puedo venir a un lugar como éste. Y si se les ocurriera y me
detienen aquí, les sería muy negativo detenerme en un hotel donde se alojan
varias decenas de periodistas extranjeros… Y añadí sonriendo: Además, a la hora
que me vaya de acá tendrás que acompañarme para ver que no me pasa nada al
salir… Te acompaño pero me consigues una entrevista con Arturo, me comentó
sonriendo. Quizás bastante más le dije.
Nos tomamos un café y recordamos nuestra conversación en Londres siete
meses antes. Bueno tenías razón, me dijo, hay elecciones de todas maneras. Pero
añadió: yo también tenía razón, porque coincidirás conmigo que aunque están
inscritas varias listas de izquierda para las elecciones, es inusitado unas
elecciones con candidatos deportados o clandestinos, con declaración de estado
de emergencia, suspensión de garantías constitucionales y toque de queda de 10
de la noche a las 5 de la mañana.
Cuando me despedí de O'Shaughnessy en las afueras del hotel, le dejé
una clave de contacto. Alguien te buscará en los próximos días le dije. Dos
días después una joven señora lo buscó, le dio la clave y quedó en recogerlo la
mañana siguiente. Las horas que luego pasó serían inolvidables para el periodista
británico. Lo recogió una joven señora, que lo trasladó a un consultorio
médico. Asistió a una conferencia de prensa clandestina. Se trasladó en un
pequeño Volkswagen por las avenidas que bordeaban Lima. Y fue testigo de la
entrada y salida de Palacio de Gobierno del prófugo Leonidas Rodríguez,
presidente del PSR.
Un día después me volví a encontrar con O'Shaughnessy para tomarnos
otro café. Me saludó efusivamente. Había quedado sorprendido con el operativo
en que había participado. Es increíble, nada les falló y quienes nos
contactaron y movilizaron eran amas de casa, la primera rueda de prensa se
realizó en un consultorio, hubo una entrevista en un baño y me trasladaron a
Palacio dirigentes manejando sus propios Volkswagen. Ustedes me demostraron que
con creatividad y audacia se realizan sin mayor gasto económico actividades que
a otros les costaría mucho y no les saldría tan bien, concluyó.
TENÍAMOS QUE CUIDAR LA RUTA DE ESCAPE
Pero regresemos a setiembre de 1979. Pensé que recordando lo realizado
en palacio de gobierno en junio del año anterior, O'Shaughnessy le había dicho
al joven periodista que me buscara. Y efectivamente, como él suponía,
manteníamos contacto permanente con los huelguistas. Como lo he contado en
otras crónicas, nuestro equipo de seguridad encabezado por un dirigente que
tenía como sobrenombre Nicolás Sánchez mantenía a cinco compañeros dentro de la
Casona realizando acciones de apoyo a nuestros huelguistas, mientras otro
pasaba como médico joven o estudiante de medicina e ingresaba al vetusto local
situado en el Parque Universitario cada vez que el equipo médico -que
encabezaba Carlos Cruz- realizaba los exámenes de reconocimiento a los
huelguistas. Además tenía una persona permanentemente en un auto en una playa de
estacionamiento al lado del local sanmarquino desde donde se había organizado
una ruta de escape por si se producía un sorpresivo ingreso policial a la
Casona. Era la misma ruta por donde se podía hacer llegar mensajes al equipo
que se encontraba adentro, pero no estábamos dispuestos a “quemarlo” haciendo
que alguien ingresara por allí.
Evidentemente no podíamos hacer entrar al recinto de la huelga al
periodista, pero de todas maneras teníamos que colaborar con él. Nos interesaba
que tuviera información y sabíamos que era importante que en el extranjero se
conociera de la lucha de los sectores de populares y de oposición. Ya con O'Shaughnessy
había experimentado yo que se podía dar mayor información fuera que dentro del
país. Por esa razón en el tono más convincente posible, le explicamos al
enviado del Financial Times que no podíamos hacer que ingrese a la Casona pero
sí que podía preparar un pliego de preguntas y pasar su grabadora a los
huelguistas para que le contestaran.
Aunque quedó un poco desilusionado, el periodista no tenía ninguna
alternativa, por lo que aceptó la propuesta. No podíamos decirle que su encargo
sería uno de los últimos que realizarían nuestros compañeros de apoyo dentro de
la Casona ya que estábamos evaluando en qué momento los sacábamos ante la
posibilidad de una incursión policial y decidimos evacuarlos la noche siguiente
(Ver crónica “Culmina sacrificada huelga magisterial“ del 19 de junio de 2015). Se le citó a las seis de la tarde en el Palermo, legendario café a menos
de cincuenta metros de la Casona y se le dio algunas indicaciones para que
identificara a quien sería su contacto. Cuando éste se presentó, le entregó sus
preguntas a y su grabadora y un par de horas después tenía el testimonio de
nuestros huelguistas.
Horas después busqué al joven periodista en su hotel para ver si todo
había salido bien y si el material grabado le
resultaba útil. Me dijo que todo funcionó de acuerdo a lo previsto y me
lo agradeció mucho, aunque sentí un tono algo decepcionado en sus palabras.
Cuando se lo hice notar, me dijo que -luego de conversar con O'Shaughnessy de
sus aventuras periodísticas de junio de 1978- él esperaba más acción y no sólo
esperar dos horas en una cafetería. Disculpe usted, le contesté sonriendo, pero
no todos los años podemos poner en Palacio de Gobierno a un líder político con
orden de deportación y además sacarlo…
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