En la tarde del 3 de setiembre de 1979 un grupo de dirigentes
políticos, incluidos nueve que mes y medio antes habían integrado la ya
concluida Asamblea Constituyente, ingresaron al antiguo local de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, más conocido como la Casona, para iniciar una
huelga de hambre en apoyo a la lucha de los profesores agrupados en el
Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana, SUTEP, que había iniciado
una huelga reivindicativa el 4 de junio. Muchos consideraban que se estaba
llegando a un deterioro extremo de la situación económica de cientos de miles
de profesores, mientras que la posición del gobierno de Morales Bermúdez de no
dialogar con los dirigentes magisteriales era irreductible.
El ingreso se hizo coordinadamente. En autos y camionetas y con
diferencia de pocos minutos, llegaron no sólo los treinta y dos que se
declaraban desde ese momento en huelga de hambre, sino también un equipo de apoyo
y seguridad portando colchones y bidones de agua. Los poquísimos policías que
custodiaban las afueras del local histórico y protocolar de la cuatricentenaria universidad situado en el Parque Universitario, no terminaron de
asombrarse cuando ya todos se encontraban reunidos en el Patio de Derecho a la
espera de los periodistas y reporteros gráficos quienes pocos minutos después
comenzaron a llegar.
Como ya he señalado anteriormente (Ver crónica “Una huelga magisterial con gran apoyo“ del 19 de
septiembre de 2014), ingresaron Genaro Ledesma y César
Mateu del FOCEP, Jorge del Prado, Guillermo Herrera Montesinos y Carlos Bonino
del Partido Comunista Peruano (PCP), Antonio Meza Cuadra, Francisco “Paco” Moncloa
y Manuel “Manano” Benza del Partido Socialista Revolucionario(PSR), Javier Diez
Canseco, Víctor Cuadros, Agustín Haya de la Torre, Manuel Dammert, Julio Rojas
y Luis Benítez, dirigentes de distintos partidos integrantes de la Unidad
Democrático Popular (UDP). También Roger Cáceres y Pasina Segura del Frente
Nacional de Trabajadores y Campesinos, FRENATRACA, Magda Benavides del Partido Obrero
Marxista Revolucionario (POMR), Enrique Fernández Chacón del Partido Socialista
de los Trabajadores (PST), Hipólito Enríquez y Roberto Chiara del Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT), Eduardo Figari de Vanguardia
Revolucionaria –Proletario Comunista (VR-PC), Miguel Rincón del Partido
Comunista – Mayoría (PC-M), Francisco Carpio de un MIR que en esa época
integraba el FOCEP y Delfina Paredes, del Partido Vanguardia Revolucionaria
(PVR), así como algunos otros dirigentes. Además dos representantes de la
Comisión Nacional de Padres de Familia, dos dirigentes sindicales, un dirigente
barrial y otro estudiantil, varios de ellos vinculados al Partido Comunista del
Perú – Patria Roja (PC del P). Cuando poco después de la presencia periodística
se cerró el portón, se retiraron los equipos de apoyo. Sin embargo, aunque no fue
público, quedaron algunos compañeros encargados de seguridad, cinco del PSR y
también cinco del PCP, además de uno cuya militancia prefiero no mencionar.
Tal como se había supuesto, esta huelga de hambre de un grupo
representativo de dirigentes políticos en apoyo a la lucha del SUTEP fue de
gran impacto. Si bien los diarios con directores nombrados por el gobierno no
le dieron espacio que reflejara la importancia noticiosa de esta huelga, no lo
pudieron ocultar. Sin embargo, las versiones orales comenzaron a circular por
todo Lima y luego se extendieron a todo el país, hasta magnificando el hecho. La
explicación era bastante obvia como señalé en anterior crónica, la huelga magisterial
generó apoyo de alumnos y padres de familia, además de los gremios sindicales y
partidos políticos que estaban en contra del gobierno de Morales Bermúdez. Sólo
los profesores y padres de familia -grupos que se encontraban diariamente en
las afueras de los colegios paralizados- garantizaban que un hecho como el de
la Casona fuera conocido en pocas horas. En los días siguientes, respaldando la
huelga del SUTEP y en apoyo a la huelga de hambre iniciada por los dirigentes
políticos se produjeron marchas “relámpago” por varios lugares de la capital y
por las principales ciudades del país.
HUELGAS DE HAMBRE SE REALIZAN POR TODO LADO
Pero sucedió algo que no estaba previsto… Antes de una semana se
inició una sucesión imparable de huelgas de hambre. Era un fenómeno más allá de
cualquier planificación. Resultaba evidente que el gobierno estaba frente a un
grave problema no sólo con los profesores sino con la ciudadanía en general.
El 9 setiembre, funcionarios de la embajada de Suecia se vieron
sorprendidos por la irrupción de cinco dirigentes de la Federación de Estudiantes
del Perú, entre ellos Carlos García Bedoya Maguiña, nada menos que hijo del entonces
Canciller Carlos García Bedoya Zapata. Los inoportunos visitantes manifestaron
que en apoyo a la lucha del SUTEP iniciaban una huelga de hambre en el local
diplomático. Tres días después, el 12, un grupo de estudiantes sanmarquinos
ingresó a la embajada de Bulgaria para iniciar otra huelga de hambre. Al día
siguiente, siete integrantes del FRENATRACA ocuparon la embajada de Italia e
iniciaron su huelga de hambre apoyando al magisterio y en respaldo a su líder
Roger Cáceres Velásquez en huelga de hambre en la Casona de San Marcos. El día
17 un grupo de estudiantes ingresó a la embajada de España también para comenzar
una huelga de hambre. El 18 ocurre algo curioso: tres estudiantes tomaron la
embajada británica para iniciar una huelga de hambre, pero luego de tres horas
–aparentemente convencidos por los funcionarios- se retiraron. En esos días
también se conoció que el consulado ecuatoriano en Tumbes ha sido ocupado por
profesores para iniciar otra huelga de hambre.
Pero no sólo son las embajadas soportan las sorpresivas incursiones de
potenciales huelguistas de hambre. Con ese fin, el 12, diez escolares de Villa
El Salvador ingresaron al local del Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia, UNICEF y nueve días después otro grupo de estudiantes al local de la
Junta del Acuerdo de Cartagena, hoy Comunidad Andina. Incluso, el 14, cinco
peruanos iniciaron huelga de hambre en una iglesia en Estocolmo, Suecia,
manifestando su apoyo a la lucha del magisterio peruano.
Otras huelgas de hambre empiezan también en ese mes de setiembre. El 9
en un local de la Universidad Católica, Hugo Blanco y Gastón Zapata, dirigentes
del PRT, así como Adolfo Ciudad, José Oña y Ángel Delgado, de la Asociación de
Abogados Democráticos. Ese mismo día en el Cusco, varios intelectuales y
dirigentes políticos encabezados por el poeta Luis Nieto también se declaran en
huelga de hambre, mientras que en Piura cuatro dirigentes de la UDP hacen lo
mismo.
El 11, seis integrantes del Frente de Trabajadores de la Literatura
encabezados por Hildebrando Pérez iniciaron otra huelga de hambre en el local
de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas, ANEA y al día siguiente, en
un salón de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Marcos, cinco de
sus estudiantes empiezan una huelga de hambre. Paralelamente, un grupo de la
Juventud de Acción Popular la inició en el local del Instituto Riva Agüero en
el centro de Lima. Muy cerca de ese local, el día 14, en la Asociación Nacional
de Periodistas, inician la huelga de hambre Duberlí Rodríguez, dirigente del PC
del P, Ricardo Canales de la UDP y Avelino Mar y Carlos Urrutia del PSR-ML. El
mismo 14, en la universidad de San Marcos cinco catedráticos de Economía
también se suman a la masiva protesta.
Estoy seguro que este recuento de huelgas realizadas en setiembre de
1979 no es completo. De hecho durante unas tres semanas no hubo día que no se
conociera de alguna huelga de hambre en algún lugar del país.
MARCHAS Y COORDINACIONES
En esos días las marchas seguían realizándose en todo el país. Los
profesores se movilizaban casi a diario. El 11 de setiembre en Arequipa hubo
movilizaciones estudiantiles violentamente reprimidas causando varios heridos,
uno de ellos de 16 años, murió después de unas horas de ser internado de
emergencia. Enterados del hecho, las organizaciones sindicales y estudiantiles arequipeñas
iniciaron un paro de 48 horas, en protesta por la muerte del estudiante y en
respaldo al SUTEP. En Ayacucho el día 12, unos cien docentes toman el colegio
particular María Auxiliadora y son violentamente desalojados, produciéndose dos
heridos de bala. Días después, el 17, se iniciaron en Cusco y Ayacucho paros de
48 horas en solidaridad con el SUTEP.
Desde el primer día del ingreso de los dirigentes partidarios a la
Casona se intentó coordinar acciones desde el exterior. Nadie quería utilizar
locales partidarios de los otros para reunirnos. Se optó por el local de la
Federación Gráfica del Perú, en ese tiempo una de las más representativas del
movimiento sindical así como bastante pluralista en su composición. Me tocó
representar al PSR y fueron poco más de dos semanas de intensas actividades. Recuerdo
que con quienes se mantenía mejores relaciones era con Carlos Malpica y Ronald
Gibbons de la UDP, así como con Pedro Mayta y Raúl Núñez del PCP.
Se trataba de mantenernos informados de cómo se estaba desarrollando
la huelga magisterial, sobre la creciente represión a los dirigentes del SUTEP,
coordinar declaraciones de apoyo de personalidades independientes, realizar
gestiones en apoyo de los huelguistas con la Iglesia, autoridades
universitarias e incluso organismos internacionales, mantenerse informado de lo
que pasaba dentro de la Casona, verificar las medidas de seguridad porque se
temía que en algún momento entrara la policía a capturarlos, así como mantener
coordinaciones con los médicos que tenían ingreso libre para ir monitoreando el
estado de salud de los huelguistas.
A varias de las reuniones para gestionar acciones de garantías para
nuestros huelguistas acudimos Malpica y yo. Entre las que recuerdo destacan una
con el representante de la Cruz Roja Internacional en el Perú y otra con
monseñor Augusto Beuzeville,
Obispo Auxiliar de Lima. Fue ocasión para dejar de lado nuestras diferencias en
el periodo de recolección de firmas para la inscripción de los partidos que
querían participar en las elecciones de la Asamblea Constituyente año y medio
antes, que en algún otro momento relataré.
EQUIPOS PARA EMERGENCIAS Y DE SEGURIDAD
Como partido teníamos la garantía que una buena parte de los médicos
eran militantes nuestros y/o amigos personales de Antonio Meza Cuadra. Un
infatigable Carlos Cruz –apodado Conchita- era de hecho el coordinador de todo
el equipo médico. Unas tres o cuatro veces al día equipos de médicos ingresaban
a la Casona para controlar el estado de los huelguistas…
En el PSR teníamos un pequeño pero eficiente equipo de seguridad,
encabezado por Rafael Cáceres Molina, en esa época conocido como Nicolás
Sánchez, quien mantuvo contacto permanente a través de beepers o buscapersonas con los cinco integrantes de su equipo que
quedaron en San Marcos. Estos eran unos
aparatitos hoy en desuso, que servían para mensajes de texto cortos y que
fueron anteriores a la tecnología de la telefonía móvil. Además, podía
mandar mensajes escritos en la bolsa en que diariamente se proveía de alimentos
al equipo y que se le hacía llegar por un improvisado montacargas que con soguilla
y mosquetones de seguridad para esquiadores se había instalado en una ventana
interior del segundo piso. También era posible dar y recibir mensajes que personalmente
trasmitía uno de los integrantes de la brigada médica que diariamente ingresaba
y que no había sido escogido por Carlos Cruz sino por Nicolás. Era un joven con
bata blanca y anteojos de carey, más acostumbrado a ver cine que enfermos y que
pasaba por médico o, por lo menos, futuro médico y no como el docente experto
en marketing y conferencista motivador que es hoy.
Todos los días coordinábamos con
Nicolás en una pequeña oficina situada en una azotea de un edificio en la
última cuadra del jirón Lampa y a unos 300 metros en línea recta de la Casona.
Sus datos sobre el desarrollo de la vida diaria entre los huelguistas me eran
muy útiles, tanto para informar a la dirigencia del partido como para tenerla
en cuenta en la relación con otras organizaciones. Nicolás había desarrollado e
implementado un plan de emergencia por si irrumpía la policía y había que
rescatar a alguno de nuestros compañeros o evacuar a nuestro equipo de
seguridad. Se ingresaba
a una destartalada playa de estacionamiento que, además de autos, servía para
estacionar de noche carretillas de vendedores ambulantes. Alquiló por unas
semanas un sitio al fondo, desde allí había que escalar una pared que
comunicaba con el gimnasio de San Marcos desde donde se podía pasar -sorteando
extensos pasadizos- a la zona que ocupaban los huelguistas. Los cinco del
equipo que permanencia adentro, fueron instruidos para que ensayaran el camino
inverso para salir.
ROCES Y DESCONFIANZAS EN LA CASONA
Hay que imaginarse lo que eran esos días en el Salón General de San
Marcos, lugar donde se habían instalado los huelguistas. Terminada la huelga
pude enterarme por lo que contaron Antonio, Paco y Manano. Desconfianza
inicial, entre sectores que en esas semanas -culminada la Asamblea
Constituyente- estaban en procesos de conversaciones para buscar la “unidad de
la izquierda” pero en ninguno de los cuales participaban todas las
organizaciones representadas en esa huelga. El objetivo común declarado era:
apoyo al magisterio y el objetivo implícito: debilitar al gobierno lograba que
la desconfianza dejara paso al espíritu de camaradería. Pero la sospecha que
algunos –aunque fuera un número ínfimo- estuviese comiendo a escondidas corroía
bastante el ánimo de nuestros huelguistas, que estaban seguros incluso que alguno
de aquellos había subido de peso.
Los huelguistas ahorraban esfuerzos, permanecían la mayor parte del
tiempo sentados o echados en los colchones. Sin embargo, también trataban de
caminar algunos minutos, aunque con lentitud. Una tarde, poco antes de las
seis, Manano se dirigió al segundo patio contando desde la entrada principal en
el Parque Universitario, también conocido como al Patio de Letras que tenía un
portón que daba al jirón Azángaro. Encontró cerca de ese portón a uno de los
huelguistas quien se puso nervioso al ver que alguien se acercaba, pero se
tranquilizó al identificarlo ya que lo conocía desde hacía varios años. Tú
también quisiste “estirar las piernas” le dijo. Manano asintió y comenzaron a
caminar despacio, pero el otro en lugar de optar por dar vuelta alrededor del
patio optó por regresar para caminar un par de veces ida y vuelta por el
costado del portón, mientras miraba a cada rato su reloj. Cuando eran las seis
de la tarde en punto, de pronto, la vieja y pesada puerta que estaba cerrada
con candados pero dejaba algún espacio entre sus dos hojas se movió y algo fue
lanzado hacia adentro. Temiendo una bomba lacrimógena, Manano se detuvo e
instintivamente, retrocedió mientras el otro se acercó sin mayores
precauciones. En el piso había una cajita de cartón conteniendo 24 chocolates
“Sublime”. La recogió rápidamente y volteó mostrando la caja esperando una
mirada de comprensión de Manano, mientras decía “…debe ser una alma
caritativa”. Éste tomó la caja y antes que se lo pudiera impedir la lanzó por
el mismo sitio en que la habían introducido, mientras decía en tono rotundo
“Esto no es caridad, es provocación…”
REPRESIÓN GUBERNAMENTAL SE ACENTÚA
En esos mismos días, el 12 de setiembre, Carlos Salazar Pasache,
vocero de la dirigencia del SUTEP fue detenido cuando salía de dialogar informalmente
con representantes del gobierno. Ya era la tercera reunión y habían llegado a
algunos puntos como libertad para los detenidos, corte de los juicios
iniciados, pago de un 75 o 50% de haberes no percibidos y reposición de los
despedidos, esto último el punto más álgido de la negociación.
La detención de Salazar Pasache activó todos nuestros recelos. Un
comportamiento así justamente con el interlocutor quien durante más de una
semana había estado alternando con las autoridades del ministerio de Educación,
era un signo de endurecimiento que podría continuar con la Casona de San
Marcos. La detención de los huelguistas era una posibilidad que se manejaba
desde el principio. Sin embargo, estaban ya muy débiles después de más de una
semana de huelga por lo que tendrían que internarlos en algunos hospitales.
Eran dirigentes, se conocían sus nombres e incluso nueve acababan de ser
constituyentes. A ocho meses de las elecciones tendrían que dejarlos libres. El
problema era para los equipos de seguridad. Ningún medio había informado que
habían once personas más y si la policía entraba podía detenerlos y
desaparecerlos por días, semanas o... Suena exagerado, pero yo mismo había
estado desaparecido por tres días en agosto de 1976 (Ver crónica “Durmiendo entre ataúdes“ del 20 de septiembre de 2013) y en mayo de 1978 candidatos a la Asamblea
Constituyente y otros dirigentes izquierdistas habían sido enviados a una
cárcel militar en Jujuy, en la Argentina gobernada por el dictador Jorge Rafael
Videla.
Mientras nuestros dirigentes cumplían su noveno día de huelga, tuvimos
que resolver qué hacer con nuestros otros compañeros que se encontraban dentro
de la Casona. De ese problema y la forma de solucionarlo y, principalmente,
sobre cómo terminó la huelga de hambre en la Casona y la huelga magisterial,
hablaremos en una próxima crónica.
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