El Partido Socialista Revolucionario nació a
finales de noviembre de 1976 y fue desde su inicio hasta abril de 1991 una
agrupación que se diferenció por su heterodoxia no sólo ideológica sino también
en su praxis y comportamiento de sus dirigentes. De hecho que entre los firmantes
de su primer manifiesto hubiese dos generales, además de un almirante y un comandante
de la Marina lo hacían absolutamente distinto.
Hay que señalar que con los partidos hay una
suerte de maldición: es casi imposible que desaparezcan. Me explico. Si la gran
mayoría o prácticamente todos renuncian a pertenecer a un partido, basta que unos
cuantos militantes o incluso una sola persona se proclame su dirigente o su vocero para que
siga existiendo, pues quienes podrían desmentirlo al haber renunciado ya no
tienen derecho a dar fe de ninguna situación. Esto ocurrió en abril de 1991 con
el PSR, cuando la mayoría de sus fundadores, dirigentes y ex dirigentes y
parlamentarios dejamos sus filas para reasumir nuestra independencia. En ese
momento el PSR desapareció en la práctica, por lo menos en lo que fue su esencia
y personalidad política, aunque las siglas siguieron existiendo pero con un
contenido esencialmente distinto. No es motivo de esta crónica hablar de esa
existencia posterior, no sólo porque no teníamos ya ningún vínculo sino también
porque ya no se supo de ningún aporte en la política peruana en los más de
veinte años pasados desde entonces.
ANTES LOS PARTIDOS FORMABAN A SU GENTE
Queremos hablar de “nuestro” proyecto al que hasta
hace más de 22 años aportamos ideas, tiempo y dinero, el partido que nos
demandó dedicación, entrega y privaciones, pero que al mismo tiempo nos dio la
satisfacción del deber cívico cumplido, de lazos de amistad que aun conservamos
y de prácticas de solidaridad raramente experimentadas. Siempre es bueno
ocuparse de lo que pasó en las distintas organizaciones políticas que
existieron, considerando que con todas sus fallas cumplían una serie de tareas
en el pasado que ahora ninguna institución cumple. Y sólo por mencionar unas
cuantas: generar compromiso social de los jóvenes, plantear alguna propuesta de
desarrollo independientemente del signo que tuviera, realizar actividades
permanentemente y no sólo en etapas electorales, capacitar políticamente a sus
militantes, tener un conocimiento de las capacidades y habilidades de quienes
podían ser candidatos a cargos públicos, servir de control de los excesos que
en tareas públicas pudieran presentarse. Ahora es la excepción encontrar
organizaciones políticas de este tipo, gran parte de las constituidas en los
últimos tiempos son en la práctica “franquicias” que sirven para que algunos
las utilicen para los periodos electorales y luego las dejen de lado. Antes en
los partidos se escogían a candidatos, hoy no es raro que un grupo de
candidatos busquen el partido por el cual postularán.
Pero volvamos a mediados de la década del 70.
En esa época eran más de 20 los partidos de izquierda. No pocas de sus
diferencias habían nacido fuera de nuestras fronteras y tenían que ver con
enfrentamientos ideológicos entre los partidos comunistas más importantes -como
el soviético y el chino- en la década anterior. Muchas de las agrupaciones
peruanas eran fruto de escisiones que usaban el mismo nombre y eran
distinguidos por la denominación de la publicación que hasta la más pequeña
organización tenía. Así había Partido Comunista Revolucionario – Clase Obrera y
Partido Comunista Revolucionario – Trinchera Roja. Los dirigentes del Partido
Comunista del Perú no hacían mucho problema
cuando se dirigían a ellos como Patria Roja, nombre de su publicación,
pero los del Partido Comunista Peruano se negaban a que se les nombrara como
PCP-Unidad.
HETERODOXOS DESDE EL NACIMIENTO
En un ambiente de divisiones y
enfrentamientos, con el nacimiento del PSR apareció una agrupación que no se
alineaba en los enfrentamientos de origen externo, sino que se reclamaba
creación propia a partir de la experiencia peruana, particularmente del protagonismo
de nuevos actores sociales surgidos a consecuencia de las reformas emprendidas
por el gobierno del general Juan Velasco Alvarado. En su nacimiento se reclamó
revolucionario, nacionalista, unitario y democrático.
Hay algo que hay que destacar, sin poner en
duda su ubicación en el espectro político nacional, no hubo en ningún momento
una identificación con el marxismo leninismo en una época en que tal
declaración era poco menos que indispensable para ser ubicado dentro de la
izquierda peruana. Desde prácticamente sus primeros pasos, ante los ataques
recibidos por algunos sectores de la izquierda, se generó un lema que marcó su
heterodoxia: “No reconocemos enemigos en la izquierda”. Tal afirmación ponía
por delante que era la derecha el objeto del enfrentamiento político y no otras
fuerzas de izquierda, sin desconocer las evidentes diferencias que existían.
Pero fue la práctica lo que definió muy
rápidamente la ubicación del PSR que algunos querían desconocer. A escasas cinco
semanas de su nacimiento, en los primeros días de enero de 1977, cinco de sus
fundadores fueron deportados por el gobierno del general Francisco Morales
Bermúdez. Desde ese momento, dejando claras sus diferencias, poco a poco las
acciones de coordinación con otras fuerzas políticas se fueron dando,
particularmente con las coordinaciones con agrupaciones de trabajadores y
campesinos para el Paro Nacional del 19 de julio de 1977, que desencadenó la
decisión del gobierno de anunciar pocas semanas después la convocatoria a una
Asamblea Constituyente para 1978 y elecciones generales para 1980.
Justamente la realización de los eventos
electorales sirvió para dar muestras prácticas de nuestra heterodoxia. Banderas
peruanas acompañaban nuestras movilizaciones y el himno nacional se cantaba a
viva voz en nuestros mítines, algo que no era habitual en las actividades
izquierdistas. Nuestras banderas partidarias tuvieron el color naranja, quizás
inusitado para algunos, por razones exclusivamente prácticas ya que, según José
María Salcedo quien las diseñó, era el color que podía distinguirse más. Y en
esos años no teníamos cómo saber que el mismo color sería escogido 15 años
después por un gobernante que llegó a Palacio sin tener ningún signo de
identificación partidaria.
MUESTRAS DE HETERODOXIA
Y ya que menciono a Chema Salcedo, como ejemplo
de nuestra heterodoxia puedo señalar que sólo él, Leonidas Rodríguez y yo
fuimos dirigentes desde la fundación hasta 1991 integrando sus cuatro directivas.
Integramos la provisional al momento de la fundación y las direcciones
nacionales elegidas en los tres congresos nacionales que se realizaron en setiembre
de 1978, en marzo de 1982 y en julio de 1986. El otro dirigente desde la
fundación y también elegido en los tres congresos fue Manuel Benza Pflücker,
aunque en su caso sólo hasta 1988 en que se separó del PSR. Otros dirigentes
integraron tres directivas y varios dos o una. Acostumbrados en la izquierda a
dirigencia que se renuevan poco este hecho fue importante, como también que
cada uno de esos congresos eligiera a un secretario general distinto: el
primero a Antonio Meza Cuadra –quien venía ejerciendo el cargo provisionalmente
desde la fundación-, el segundo congreso a Enrique Bernales Ballesteros y el
tercero a mí.
Para alguna gente de la izquierda que había
tenido en una ocasión como dirigente más votado a un líder que en lugar de
correa se sostenía los pantalones con una soguilla, seguramente llamó la
atención que en su primer periodo en el Senado, a fines de 1980, Bernales fuese
señalado por los periodistas en el Parlamento como el senador más elegante.
Pero si alguna crítica se les ocurrió seguramente tuvieron que guardarla
porque al mismo tiempo se le eligió como
el mejor senador no sólo de la izquierda sino entre todas las bancadas. Y el reconocimiento
por analistas de distintos medios sobre la brillantez de Enrique a lo largo de
sus casi 12 años en el Senado fue siempre un orgullo partidario. A poco de la
creación de Izquierda Unida, cuando se constituyeron las bancadas en cada
Cámara, uno de los 7 senadores me dijo que Enrique era una especie de
“lazarillo” para todos porque era el único que sabía cómo comportarse en un
Senado donde todos se sentían ciegos.
Además de destacado estudioso y profesor de
Ciencias Sociales y Políticas, que lo llevo a ser secretario general de la Facultad
de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica bastante antes de
los 30 años, Enrique era un constitucionalista por lo que presidió la comisión
que elaboró un completo proyecto de Constitución que se presentó a la Asamblea
Constituyente de 1978, que fue considerada como caja de resonancia de las
luchas populares por la izquierda, que llegó a tener el 30 % de su composición.
Pero además de eso –heterodoxo al fin- para el PSR fue motivo para demostrar
que había capacidad para jugar en el terreno que el gobierno escogía.
HETERODOXOS EN EL CAMPO INTERNACIONAL
En la política internacional partidaria fue
también evidente la heterodoxia con que actuábamos. La militancia años antes de
varios de nosotros en el Partido Demócrata Cristiano –Salcedo, Benza, Rafael
Roncagliolo y yo- hizo que tuviéremos contacto con dirigentes de izquierda
latinoamericanos que habían tenido el mismo origen DC que nosotros, pero
también con otros destacamentos socialista “no alineados” del continente. Esto
fue desarrollado intensamente por Rafo en México donde estuvo exiliado en dos
momentos distintos entre 1976 y 1980 con un paréntesis de menos de tres meses
en 1978 en que regresó amnistiado. Esa red de contactos permitió desarrollar
muchas coordinaciones con los socialistas uruguayos que tenían décadas de
existencia partidaria y que impulsaron en abril de 1986 la Primera Conferencia
del Socialismo Latinoamericano que formó la Coordinación Socialista
Latinoamericana, eligiendo como Presidente a Leonidas Rodríguez y como secretario general al diputado
uruguayo José Díaz, quien desde muchos años atrás, cuando estaba en el exilio,
estuvo impulsando vehementemente las coordinaciones. En esa conferencia, junto con
antiguas organizaciones como el Partido Socialista del Uruguay, el Partido
Socialista de Chile y la corriente socialista argentina una de cuyas
expresiones era el Partido Socialista Popular, asistieron el Movimiento
Electoral del Pueblo de Venezuela y el PSR del Perú. Mientras los tres primeros
obedecían a corrientes progresistas de las primeras décadas del siglo XX,
esencialmente laicas, en el PSR habían ingredientes cristianos y nacionalista,
mientras que el MEP se había originado de un disputa interna en la social
democracia venezolana. Pero todos, al igual que otros movimientos y partidos
que en los años inmediatamente siguientes se incorporaron, tenían en común el
buscar caminos propios que no significaran la aplicación en Latinoamérica de
fórmulas desarrolladas en otros continentes.
La búsqueda del camino propio hizo que se
mantuviera una relación especial con los partidos comunistas de Europa Oriental
que asumían que era importante vincularse no sólo con los PC latinoamericanos
sino con otras fuerzas, aunque en algunos casos no mantuvieran buenas
relaciones con los comunistas de sus países. La presencia de socialistas
latinoamericanos en congresos y encuentros, sirvió no sólo para que esos
partidos ampliaran su visión de la realidad de nuestro continente sino para que
apreciaran las discrepancias.
Tuvimos ocasión de plantearlo en Moscú en
noviembre de 1987, en el encuentro de 178 partidos y movimientos, con
ocasión de los 70 años de la Revolución de Octubre. En esa ocasión nos
definimos como un movimiento “independiente”, porque partíamos de la necesidad
de plantear nuestro pensamiento y acción a partir de la realidad peruana y “sin
rechazar el inmenso caudal de experiencias teóricas y prácticas de la lucha
internacional... creemos que la teoría, el modelo alternativo, la propuesta
programática y la organización deben recoger de la historia la expresión
esencial de la Nación peruana”. Pero también como “heterodoxo” por considerar
que cada proceso de transformación difiere notablemente de los otros y que “no
hay fórmulas acabadas o recetas infalibles” y que frente a otras experiencias
es “una heterodoxia esencial”.
En esa ocasión, con relación a
nuestra opción por la democracia dijimos: “Si queremos la democratización de la
sociedad, la democracia resulta estratégica y no sólo táctica y debemos adecuar
nuestra acción política a esa situación y asumir que debemos enfrentar la
necesidad urgente de definir con precisión conceptos como pluralismo político,
libertad de expresión o autogestión empresarial”. Era el momento estelar de la
perestroika, a la que saludamos “en cuanto significa democratización integral y
en profundidad, vinculación estrecha entre democracia y socialismo.....”.
Medio año antes también lo hicimos evidente.
En mayo de 1987 asistimos con Juan Borea en representación del PSR a un
congreso del Frente de la Patria de Bulgaria, cuyo más importante integrante era el Partido
Comunista Búlgaro (ver crónica “Cuando no significa si y viceversa”
del 23 de marzo de 2013). En esa ocasión, una representación oficial de Afganistán fue
saludada con aplausos por los cerca de dos mil asistentes puestos de pie. Cuatro
peruanos permanecimos sentados y sin hacer ningún gesto de aprobación. Además
de Juan y yo, Alfonso Barrantes y el entonces senador Rolando Breña –quienes habían
viajado a nombre de Izquierda Unida- manifestamos así nuestro rechazo a una
representación sin duda falsa ya que los soviéticos tenían invadido y sometido
a ese país. Como años después me lo recordaría Borea, Alfonso y yo estábamos en
enorme escenario a la vista de cerca de 2000 delegados y Rolando y él en las
primeras filas del auditorio donde todos los ojos de los invitados se dirigían.
Ambas posiciones
confirman que nosotros
considerábamos que la opción democrática no era un problema exclusivamente
táctico sino que habíamos llegado al convencimiento que se trataba de una opción
estratégica. Es justamente está actitud la que lleva –a nuestro juicio- a la
crisis de Izquierda Unida a finales de los ochenta y precipita su estallido.
Pero eso ya es otra historia, como sin duda otras oportunidades de hablar de
heterodoxia….
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