viernes, 25 de abril de 2014

INTRANQUILIDADES A MEDIADOS DE LOS SETENTA (1975/76)

Visto a la distancia que dan los casi cuarenta años de lo sucedido resulta ahora difícil relatar sucesos de los años 1975 y 1976, considerando que algunos de los lectores podrían haber tenido muy pocos años y algunos ni siquiera nacido. En esta crónica quiero tratar de la época en que se produjo el cambio en la conducción del llamado Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, cuando el Comandante General del Ejército, General de División Francisco Morales Bermúdez decide “relevar” de la presidencia de la república al General de División Juan Velasco Alvarado e iniciar lo que en ese momento denominó la “segunda fase” del gobierno militar.

DE REGRESO AL COLEGIO, 25 AÑOS DESPUÉS (1983)

Esa mañana del 6 de octubre de 1983, me sentía extraño en el corredor del segundo piso del pabellón central de la Gran Unidad Escolar “Ricardo Palma”, mientras miraba el patio donde correteaban los alumnos con sus uniformes grises. Era la hora del recreo. Había estado yo por primera vez en ese patio a los 9 años, el primero de abril de 1952 cuando ingresé a estudiar el cuarto de primaria. En esa época sólo había dos grados de primaria en las unidades escolares y ese año, al desaparecer el sexto de primaria, se estableció el cuarto. Esa vez el patio me parecía inmenso, demasiado grande para un chico que seguramente en esa época no llegaba aun a los 130 centímetros de estatura.

UN PAÍS SIN EJÉRCITO Y CASI SIN POLICÍA (1967)

A principios de junio de 1967, regresando del III Congreso de la Juventud Demócrata Cristiana de América Latina, JUDCA,  realizado en San Salvador, hice una escala de menos de 24 horas en San José de Costa Rica. Hasta donde me acuerdo al momento de fijar el viaje de regreso tuve que optar entre quedarme por unas horas en esa ciudad o en Panamá. Escogí San José porque aunque por poquísimo tiempo tendría oportunidad de estar en un país latinoamericano atípico: sin ejército desde casi 20 años. Quizás no tenga otra oportunidad de pisar Costa Rica, me dije. Y no me equivoqué, ya que nunca más pisé suelo “tico”.