lunes, 24 de marzo de 2014

EL JOVENCITO QUE LE DICE CARAJO AL PRESIDENTE, NO… (1967)

Faltaban dos meses para llegar al cuarto aniversario del gobierno de Fernando Belaunde Terry, quien había ganado  las elecciones en junio de 1963 encabezando la Alianza AP-DC. La inicial percepción de un gobierno renovador iba perdiendo vigencia. En Acción Popular se desarrollaba debates internos con un sector que buscaba mayor presencia partidaria y menos decisiones de amigos del presidente, particularmente del grupo denominado “carlista” muy cercano a los intereses de grandes sectores económicos. Por su parte, el Partido Demócrata Cristiano terminaba de cohesionarse luego del grave desmembramiento producido  en diciembre de 1966, cuando renunció un importante grupo de líderes encabezados por Luis Bedoya Reyes, reelecto alcalde de Lima un mes antes (Ver crónica "El PPC  nació sin Correa" del 16 de febrero de 2013).


Estábamos en los últimos días de mayo de 1967, cuando se convocó a un Plenario Nacional de la DC para analizar la situación política dado que era notorio que el gobierno estaba perdiendo cada vez más el respaldo popular y como he señalado cada vez más era percibido como un gobierno muy lejano de las esperanzas renovadoras que había despertado en grandes sectores del país, dentro de los cuales destacaban los sectores juveniles. A dos años de las elecciones que debían realizarse en junio de 1969, el Plenario debía ajustar la ruta trazada en el Congreso Nacional del mes de marzo que había señalado la necesidad de marcar distancias de aquellas posiciones del gobierno que significaron alejarse de la plataforma electoral.

En ese congreso se dio cuenta que, en alrededor de un año, la única reunión del Comité de Enlace de Alto Nivel –CEAN- que presidía Belaunde y que incluía a delegaciones de ambos partidos se había realizado en enero, sin mayores repercusiones en el accionar gubernamental (Ver crónica "...sólo un loco nadaría hasta el Callao" del 20 de abril de 2013). Para mayo la situación no había cambiado: Belaunde no había citado en cinco meses al CEAN.

Pero en la agenda de ese Plenario también se consideraba como segundo punto un análisis de la situación económica. Manuel Moreyra Loredo -Manolo, le decíamos todos- fue el encargado de presentar el problema. Abogado de profesión, pero dedicado a la economía desde sus años de estudiante ya que incluso su tesis había versado sobre “la moneda”, Manolo era también ya un apasionado de la historia.

UNA GRAN PERSONA, UN EXCELENTE POLÍTICO Y UN EFICIENTE TECNÓCRATA


En esos días a punto de cumplir 32 años, Manolo era una de las personas más brillantes de su generación. Había sido dirigente estudiantil, vicepresidente de la federación de la Universidad Católica, sub secretario general del Partido Demócrata Cristiano, pero sobre todo había sido puntal de las comisiones de plan de gobierno del PDC para las elecciones de 1962 y de la Alianza AP-DC para los comicios de 1963. Era en la práctica el más importante asesor de los ministros de Agricultura, cartera asignada a la Democracia Cristiana en el gobierno de la Alianza y que habían ejercido –siempre con la mayoría parlamentaria en contra- Enrique Torres Llosa, Víctor Ganoza Plaza, Javier Silva Ruete en dos oportunidades y Rafael Cubas Vinatea.

La relación con Javier Silva era no sólo partidaria sino amical. Trabajaban juntos en el departamento de estudios económicos del Banco Central de Reserva y de donde en dos oportunidades Silva había pedido licencia para ser ministro. Esta estrecha relación se mantuvo a través de los años. En mayo de 1978 cuando Javier aceptó ser ministro de Economía y Finanzas del gobierno Morales Bermúdez, en los peores momentos de ese gobierno, le pidió a Manolo que presidiera el Banco Central de Reserva y conformaron una pareja que la revista Caretas bautizó como el “Dúo Dinámico”. Al equipo que nuclearon alrededor del MEF y el BCR lo calificaron como “Cosmos” que era el nombre un club de fútbol de Nueva York que para buscar que el fútbol –o soccer como allí lo llaman- logre arraigo popular había logrado contratar jugadores que habían brillado en distintos países, encabezados por el propio Pelé. Años después, en 1984, ambos fundaron el movimiento Solidaridad y Democracia, SODE, en cuya dirigencia hubo un significativo grupo de ex demócratas cristianos. Si bien el movimiento no tuvo un desarrollo significativo, sí fue capaz de agrupar a un amplio sector de la alta tecnocracia del país. Por esa agrupación política Silva fue senador de 1985 a 1990 y Moreyra de 1990 a abril 1992, cuando el autogolpe de Alberto Fujimori “disolvió” el Parlamento, para luego ser elegido constituyente de 1993 a 1995.
PRONÓSTICOS PESIMISTAS QUE EL PRESIDENTE NO QUERÍA ESCUCHAR
Pero volvamos a los últimos días de mayo de 1967. Manolo logró que el tema económico generara más interés y preocupación en todos los asistentes por la forma exhaustiva y didáctica como fue desarrollando y, sobre todo, por la contundencia con que se señalaron las consecuencias que podía tener para el país no saber manejar la crisis que se avecinaba. Las reservas iban disminuyendo a pasos agigantados, había emisiones inorgánicas de billetes a pedido del gobierno, pues de esa manera estaba financiando las obras públicas.  Los cálculos de Moreyra indicaban que en unos 90 días se iba a producir una devaluación de no menos del 40%.
Al final de la reunión se aprobó que el diputado Alfredo García Llosa, presidente del partido pidiera una cita con carácter de urgente al presidente Belaunde y que acudiera una comisión para expresar el punto de vista de la Democracia Cristiana, incluyendo algunas medidas urgentes a tomarse. En el curso de la siguiente semana, se produjo la reunión y el resultado fue desmoralizador para la comisión que acudió. Sencillamente el presidente se negó a aceptar la realidad, seguramente porque el diputado Sandro Mariátegui, ministro de Hacienda y Comercio –que era el nombre en esa época del ministerio de Economía- le venía asegurando desde semanas antes que todo estaba bajo control. Por más que se trató de tocar el tema, Belaunde lo eludió.
Pero pidiendo todas las reservas del caso, en el Comité Ejecutivo Nacional se nos informó que después de la introducción que García Llosa hizo para explicar el motivo de la visita, Manolo intentó comenzar a hablar pero Belaunde lo interrumpió para cambiar de tema y referirse al avance de algunos de los proyectos que más valoraba, como la Carretera Marginal de la Selva. Los dos o tres intentos que Moreyra hizo para hablar siempre fueron cortados por el presidente para hablar de otra cosa, hasta que en un momento dijo algo como que la reunión le había sido útil y que ya volvería a citar a los dirigentes demócrata cristianos para tratar otros temas.
Fue demasiado para Manolo que lo interrumpió diciéndole: “Oiga usted, carajo…” y, ante el silencio sepulcral que hubo, aprovechar para expresar en medio minuto la gravedad de la situación y la inminencia de una gran devaluación. Esta vez Belaunde, como si no lo hubiera escuchado, reiteró que habría una reunión posterior y se levantó despidiéndose.
En los meses inmediatos figuras destacadas del gobierno negaron cualquier posibilidad de devaluación, indicaban que no había ningún motivo de alarma y que existía una campaña para generar inestabilidad. Incluso a finales de agosto el presidente Belaunde llegó a decir que devaluar sería una “traición a la patria”. Sin embargo la devaluación se produjo el 31 de agosto de 1967. Moreyra se equivocó en cuanto al plazo… No fueron 90 días sino más o menos 95 los que pasaron para que se produjera la gran devaluación. Después de una inicial subida que pasó de S/ 26.80 a más de 40 soles, durante varias semanas subió y bajó hasta quedar en S/ 38.70. Manolo había dicho en mayo que sería no menos de 40% y superó el 44%.
POR DECIR CARAJO NO FUE MINISTRO
La devaluación también significó la caída del gabinete que presidía el senador Daniel Becerra de la Flor que estaba a punto de cumplir dos años. En setiembre de 1965 después de la caída de dos gabinetes ante la mayoría parlamentaria constituida por la coalición entre el partido Aprista Peruano y la Unión Nacional Odriista, Belaunde había optado por un “gabinete parlamentario” íntegramente compuesto por senadores y diputados. De esa manera se atenuó en algo la férrea oposición parlamentaria aunque no evitó censuras a algunos ministros, pero logró que el gabinete Becerra durara 2 años, prácticamente el mismo tiempo que los dos anteriores, el gabinete Trelles y el gabinete Schwalb. Ello significó también que disminuyera  la percepción de inestabilidad del gobierno por el continuo “jaqueo” del Congreso.
El nuevo gabinete fue presidido por el primer vicepresidente de la república Edgardo Seoane, quien había sido elegido poco antes secretario general de Acción Popular y que representaba una posición discrepante en muchas tópicos con la gestión que venía llevando adelante el presidente Belaunde. Las diferencias hicieron que el gabinete sólo durara dos meses hasta mediados de noviembre de 1967 en que presentó su renuncia luego de la derrota de la Alianza AP-DC en las elecciones complementarias en Lima para una vacante en la Cámara de Diputados. También abandonó el gobierno el Partido Demócrata Cristiano, al dar por terminada la alianza AP DC, inmediatamente después de cerrarse la votación y antes de conocerse los resultados.  Como he señalado en algunas otras crónicas, la DC que había sido vista al inicio del gobierno como el sector de centro derecha del mismo, había trocado imagen con Acción Popular y había pasado a constituirse en el sector centro izquierdista de la alianza.
Mientras duró esa alianza, cuando había cambios de ministros, la dirigencia DC proponía ternas para ocupar las dos carteras que les correspondían -Justicia y Agricultura- y lo que siempre había hecho Belaunde era escoger al primero de la terna. Era un sobreentendido que funcionó incluso cuando los propuestos no llegaban a los 30 años. Fue así con Silva Ruete que juró como ministro de Agricultura el 22 de febrero de 1965 cuando tenía 29 años. Y por cierto con Valentín Paniagua que integró el ya mencionado gabinete parlamentario el 15 de setiembre de 1965  a los 28 años, ya que le faltaba poco más de una semana para cumplir 29. Y también ocurriría luego con Luis Rodríguez Mariátegui Proaño, ministro de Justicia del gabinete Seoane cuando tenía 31 ó 32 años.
En el lapso entre principios de junio y mediados de noviembre de 1967, hubo ocasión en que la DC propuso ternas para ocupar las dos carteras que les correspondían y en algún caso Manolo encabezó la propuesta. Cuando le mostraron a Belaunde los tres nombres propuestos, señaló el primero y dijo: “este jovencito que le dice carajo al presidente, NO…”.

Algunas personas no logran algo "por un pelo", Manolo Moreyra no fue ministro "por un carajo".

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