sábado, 14 de septiembre de 2013

LA DIÁSPORA CHILENA (1973/1990)

En los viajes internacionales que realicé representando al Partido Socialista Revolucionario a finales de la década del 70 y durante los años 80, era muy común tener reuniones con compañeros latinoamericanos que vivían en el exilio. Nos encontrábamos con brasileños, bolivianos, argentinos, uruguayos, además de algunos centroamericanos. Pero sobre todo nos encontrábamos con chilenos, de distintas tiendas políticas, que habían logrado desplazarse a prácticamente todos los países. Inicialmente sólo integrantes de los partidos que habían conformado el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende, pero luego de algunos años también integrantes de la Democracia Cristiana. Y por cierto y desde los primeros tiempos también independientes.

Si bien todos habían dejado su país a raíz del sangriento golpe de Pinochet, no se trataba de exiliados en la misma condición. Habían los dirigentes políticos, varios de los cuales pasaron algunos años detenidos en la isla de Dawson, otros que luego de años de clandestinidad habían dejado su país e incluso algunos que salían para volver a entrar más adelante adoptando otra identidad e incluso rasgos faciales. Eran dirigentes dedicados a tiempo completo a la actividad política. La mayoría de ellos habían logrado también que sus familias salieran de su país y estaban seguros que el exilio acabaría más temprano que tarde y se sentían todo el tiempo sólo provisionalmente instalados en el lugar en que residían.

EXILADOS CON ESPERANZA DE RETORNAR PRONTO


Aunque estoy seguro que en alguna reunión de solidaridad con Chile, realizada en Madrid en noviembre de 1978, cuando había transcurrido cinco años del establecimiento sangriento de la dictadura de Pinochet, más de uno de los dirigentes chilenos allí presentes se preguntaba en su fuero interno, si acaso su exilio no duraría tanto como el de los republicanos españoles, muchos de los cuales habían regresado a su país recientemente, luego de pasar más de 40 años fuera.

Pero había también una gran cantidad de otro tipo de exilados chilenos. Eran también militantes de partidos de izquierda o independientes que habían apoyado el gobierno de Allende con entusiasmo, muchos de ellos académicos, intelectuales, profesionales que ante el cerco laboral y muchas veces además el asedio policial de la dictadura optaron por salir de Chile con sus familias. Se instalaron y trabajaron en el país que los acogió, colaboraron con actividades del exilio, pero ante la imposibilidad de saber si iban a estar fuera años o décadas se comportaron como migrantes más que exilados y muchos de ellos tuvieron notable desempeño profesional en los países donde vivían. En los casos de estas personas, les resultó difícil el regreso a Chile a partir de 1990 con la instauración de la democracia. Tenían una vida hecha fuera. Sus hijos ya no eran chilenos o, por lo menos, plenamente chilenos y ya había hijos políticos y nietos, e incluso nuevos conyugues de los países que los acogieron.

También había militantes jóvenes de los partidos de izquierda que iniciaron o continuaron sus estudios universitarios y lograron sus títulos profesionales en los países de acogida. Logrado el título, algunos pudieron volver relativamente pronto a Chile, aunque muchos tuvieron que esperar para regresar y algunos incluso sólo lo hicieron al final de la dictadura.

Un caso muy especial es el Michele Bachelet, la primera chilena elegida presidenta de la república en el periodo 2006 al 2010. Ella tuvo que dejar los estudios de medicina que había iniciado en Santiago, luego de la muerte en prisión a inicios 1974 de su padre, el general de aviación constitucionalista Alberto Bachelet, y las detenciones y asedio policial a ella y a su madre. Salieron del país en 1975 y la joven continuó sus estudios universitarios en la República Democrática Alemana, aunque pudo continuarlos en Chile, luego de su regreso en 1979.

SOLIDARIDAD CON QUIENES TUVIMOS SIMILAR RADICALIZACIÓN

Pero volviendo a mi experiencia personal. Si bien la dirigencia del PSR me permitía un rápido contacto con los militantes de los distintos partidos de la izquierda chilena, mi anterior militancia en la Democracia Cristiana del Perú me acercaba más a los dirigentes del MAPU-OC, MAPU e Izquierda Cristiana, quienes  también habían militado antes en la DC chilena. Con muchos de ellos nos habíamos conocido personalmente desde mediados de la década de los 60 como integrantes de las juventudes demócratas cristianas de nuestros respectivos países. Éramos parte del mismo fenómeno de radicalización política que se dio en toda Latinoamérica.

De hecho fue con los dirigentes del MAPU-OC con quienes me vi con más frecuencia. Esto sin olvidar a dirigentes de la Izquierda Cristiana como Bosco Parra, su primer secretario general, o Lucho Maira, su más caracterizado líder durante muchos años y el más joven diputado al momento del golpe de Pinochet o Lucho Badilla que rompió con la DC cuando era presidente de la Juventud. Ni tampoco por cierto dejando de lado las varias veces que nos vimos en alguna reunión fuera del país o en Lima con Oscar Guillermo Garretón, secretario general del MAPU.

Pero era con los dirigentes del MAPU-OC con quienes mayor identificación teníamos los dirigentes del PSR. Quizás en mi caso, lo mismo que Rafael Roncagliolo o José María Salcedo, no sólo porque éramos dirigentes con antecedentes demócratas cristianos sino porque habíamos tenido antes experiencia en las relaciones internacionales partidarias o estudiantiles. De hecho desde setiembre de 1973, en calidad de ex demócratas cristianos y antes de formar el PSR, habíamos recibido y ayudado en la medida de nuestras posibilidades a gente de este movimiento, principalmente a quienes habíamos conocido en nuestra época de común militancia en la DC. Esta cercanía previa a la formación del partido hizo que luego otros dirigentes partidarios asumieran también nuestros contactos y nuestra identificación.

Jaime Gazmuri, Enrique Correa, José Miguel Insulza, Juan Enrique Vega, Ismael Llona, fueron quizás los dirigentes del MAPU-OC con los que mayor relación tuve. Pero también con José Antonio Viera-Gallo, Eduardo Rojas o Carlos Bau y varios otros más. Años después, terminada la dictadura de Pinochet la mayoría de ellos ocuparían importantes cargos en Chile e incluso a nivel internacional, como en el caso de José Miguel, actual secretario general de la OEA.

Con Llona que llegó a Lima exilado a los 36 años y ya con el apelativo de “el viejo”, la buena relación política se extendió a una sólida amistad -que dura hasta hoy- no sólo con él, sino también con su esposa Gladys y Tomás, Andrea y Gastón, sus tres hijos. Mantenemos contacto por correo electrónico y telefónico. He estado alojado un vez solo y otra con Ana María en casa de ellos en Santiago y tenemos entre nuestros “pendientes” pasar algunos días en su casa de veraneo en Isla Negra. Esta casa de playa construida por ellos y con añadidos construidos por sus hijos reemplazó a la que tenían en Cartagena recién inaugurada en los días del golpe y que añoraban en los veranos en Lima y casi se había convertido en la “tierra prometida” a donde alguna vez regresarían los Llona. Poco tiempo después que toda la familia volvió a juntarse en Chile, pudieron verla pero nunca disfrutarla ya que en verano de 1989 fue incendiada, en una acción de venganza de algún fanático pinochetista…

En Lima también pudimos tener amistad con otros militantes del MAPU-OC como Martín Mujica, Gonzalo Falabella, el “chico” Raúl Ramírez y sus esposas Magda, Valeria, Erika, respectivamente. Todos ellos, después de un par de años, continuaron su exilio en otros países. Martín se insertó en la vida universitaria en Canadá donde vive hasta hoy, algunas veces que ha venido a visitar a sus hermanas a Lima nos hemos visto e intercambiamos ocasionalmente algunos mensajes. Gonzalo y Raúl de regreso a su patria se dedicaron fundamentalmente al trabajo académico y esporádicamente nos hemos comunicado.

FELIZ REENCUENTRO EN VALPARAÍSO

El 11 de marzo 1990 quedó reinstaurada la democracia en Chile, luego que la Concertación por la Democracia ganara las elecciones y se instalara el gobierno del Patricio Alwyn, destacado dirigente del Partido Demócrata Cristiano, que junto con el Partido Socialista, el Partido por la Democracia y el Partido Radical conformaban el frente político de centro izquierda triunfante, denominado Concertación de Partidos por la Democracia, pero comúnmente conocido como la Concertación.

En noviembre de ese mismo año, tuve oportunidad de reencontrarme con la mayoría de los amigos del MAPU OC, el MAPU y la Izquierda Cristiana cuando todos ellos, a la par que disolvían en la práctica sus propias organizaciones, se integraban en el Partido Socialista, que a su vez dejaba de lado los problemas de facciones enfrentadas. Todo ello ocurría en el primer congreso post Pinochet que realizaba el PS en el local del Parlamento en la ciudad de Valparaíso. Esa importante reunión la presidió Clodomiro Almeyda, a quien también había tenido oportunidad de tratar en Berlín y Madrid (ver crónica “Dos culturas chocan en Berlín” del 20 de abril de 2013).

Asistí a ese congreso como secretario general del PSR. Fue mi última actividad de carácter internacional antes de dejar la política activa. Mi presencia fue saludada por el aplauso fraterno de los delegados al Congreso. Pero lo que resultó emocionante es que por lo menos una docena de los nuevos miembros del Comité Central se levantaron para acercarse a mí y abrazarme. Con todos esos amigos habíamos tenido oportunidad de compartir acciones solidarias y de rechazo a la dictadura de Pinochet. En la mayoría de los casos, las últimas veces que los había visto estaban en situaciones difíciles para ellos. Pero en esos momentos, poco antes de terminar 1990, varios eran parlamentarios, ministros, embajadores o altos funcionarios de este primer gobierno de la Concertación y tendrían posiciones de gran importancia en la política chilena y latinoamericana en las siguientes dos décadas.

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