En los viajes internacionales que realicé
representando al Partido Socialista Revolucionario a finales de la década del
70 y durante los años 80, era muy común tener reuniones con compañeros
latinoamericanos que vivían en el exilio. Nos encontrábamos con brasileños, bolivianos,
argentinos, uruguayos, además de algunos centroamericanos. Pero sobre todo nos
encontrábamos con chilenos, de distintas tiendas políticas, que habían logrado
desplazarse a prácticamente todos los países. Inicialmente sólo integrantes de
los partidos que habían conformado el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende,
pero luego de algunos años también integrantes de la Democracia Cristiana. Y
por cierto y desde los primeros tiempos también independientes.
Si bien todos habían dejado su país a raíz del sangriento golpe de Pinochet, no se trataba de exiliados en la misma condición. Habían los dirigentes políticos, varios de los cuales pasaron algunos años detenidos en la isla de Dawson, otros que luego de años de clandestinidad habían dejado su país e incluso algunos que salían para volver a entrar más adelante adoptando otra identidad e incluso rasgos faciales. Eran dirigentes dedicados a tiempo completo a la actividad política. La mayoría de ellos habían logrado también que sus familias salieran de su país y estaban seguros que el exilio acabaría más temprano que tarde y se sentían todo el tiempo sólo provisionalmente instalados en el lugar en que residían.
Si bien todos habían dejado su país a raíz del sangriento golpe de Pinochet, no se trataba de exiliados en la misma condición. Habían los dirigentes políticos, varios de los cuales pasaron algunos años detenidos en la isla de Dawson, otros que luego de años de clandestinidad habían dejado su país e incluso algunos que salían para volver a entrar más adelante adoptando otra identidad e incluso rasgos faciales. Eran dirigentes dedicados a tiempo completo a la actividad política. La mayoría de ellos habían logrado también que sus familias salieran de su país y estaban seguros que el exilio acabaría más temprano que tarde y se sentían todo el tiempo sólo provisionalmente instalados en el lugar en que residían.
EXILADOS CON ESPERANZA DE RETORNAR PRONTO
Aunque estoy seguro
que en alguna reunión de solidaridad con Chile, realizada en Madrid en
noviembre de 1978, cuando había transcurrido cinco años del establecimiento
sangriento de la dictadura de Pinochet, más de uno de los dirigentes chilenos
allí presentes se preguntaba en su fuero interno, si acaso su exilio no
duraría tanto como el de los republicanos españoles, muchos de los cuales
habían regresado a su país recientemente, luego de pasar más de 40 años fuera.
Pero había también una gran cantidad de
otro tipo de exilados chilenos. Eran también militantes de partidos de
izquierda o independientes que habían apoyado el gobierno de Allende con
entusiasmo, muchos de ellos académicos, intelectuales, profesionales que ante
el cerco laboral y muchas veces además el asedio policial de la dictadura
optaron por salir de Chile con sus familias. Se instalaron y trabajaron en el
país que los acogió, colaboraron con actividades del exilio, pero ante la
imposibilidad de saber si iban a estar fuera años o décadas se comportaron como
migrantes más que exilados y muchos de ellos tuvieron notable desempeño
profesional en los países donde vivían. En los casos de estas personas, les
resultó difícil el regreso a Chile a partir de 1990 con la instauración de la
democracia. Tenían una vida hecha fuera. Sus hijos ya no eran chilenos o, por
lo menos, plenamente chilenos y ya había hijos políticos y nietos, e incluso
nuevos conyugues de los países que los acogieron.
También había militantes jóvenes de los
partidos de izquierda que iniciaron o continuaron sus estudios universitarios y
lograron sus títulos profesionales en los países de acogida. Logrado el título,
algunos pudieron volver relativamente pronto a Chile, aunque muchos tuvieron
que esperar para regresar y algunos incluso sólo lo hicieron al final de la
dictadura.
Un caso muy especial es el Michele
Bachelet, la primera chilena elegida presidenta de la república en el periodo
2006 al 2010. Ella tuvo que dejar los estudios de medicina que había iniciado
en Santiago, luego de la muerte en prisión a inicios 1974 de su padre, el general
de aviación constitucionalista Alberto Bachelet, y las detenciones y asedio
policial a ella y a su madre. Salieron del país en 1975 y la joven continuó sus
estudios universitarios en la República Democrática Alemana, aunque pudo
continuarlos en Chile, luego de su regreso en 1979.
SOLIDARIDAD
CON QUIENES TUVIMOS SIMILAR RADICALIZACIÓN
Pero volviendo a mi experiencia personal.
Si bien la dirigencia del PSR me permitía un rápido contacto con los militantes
de los distintos partidos de la izquierda chilena, mi anterior militancia en la
Democracia Cristiana del Perú me acercaba más a los dirigentes del MAPU-OC,
MAPU e Izquierda Cristiana, quienes también habían militado antes en la DC
chilena. Con muchos de ellos nos habíamos conocido personalmente desde
mediados de la década de los 60 como integrantes de las juventudes demócratas
cristianas de nuestros respectivos países. Éramos parte del mismo fenómeno de
radicalización política que se dio en toda Latinoamérica.
De hecho fue con los dirigentes del MAPU-OC
con quienes me vi con más frecuencia. Esto sin olvidar a dirigentes de la
Izquierda Cristiana como Bosco Parra, su primer secretario general, o Lucho
Maira, su más caracterizado líder durante muchos años y el más joven diputado
al momento del golpe de Pinochet o Lucho Badilla que rompió con la DC cuando
era presidente de la Juventud. Ni tampoco por cierto dejando de lado las varias
veces que nos vimos en alguna reunión fuera del país o en Lima con Oscar
Guillermo Garretón, secretario general del MAPU.
Pero era con los dirigentes del MAPU-OC con
quienes mayor identificación teníamos los dirigentes del PSR. Quizás en mi
caso, lo mismo que Rafael Roncagliolo o José María Salcedo, no sólo porque
éramos dirigentes con antecedentes demócratas cristianos sino porque habíamos
tenido antes experiencia en las relaciones internacionales partidarias o
estudiantiles. De hecho desde setiembre de 1973, en calidad de ex demócratas
cristianos y antes de formar el PSR, habíamos recibido y ayudado en la medida
de nuestras posibilidades a gente de este movimiento, principalmente a quienes
habíamos conocido en nuestra época de común militancia en la DC. Esta cercanía
previa a la formación del partido hizo que luego otros dirigentes partidarios
asumieran también nuestros contactos y nuestra identificación.
Jaime Gazmuri, Enrique Correa, José Miguel
Insulza, Juan Enrique Vega, Ismael Llona, fueron quizás los dirigentes del MAPU-OC
con los que mayor relación tuve. Pero también con José Antonio Viera-Gallo,
Eduardo Rojas o Carlos Bau y varios otros más. Años después, terminada la
dictadura de Pinochet la mayoría de ellos ocuparían importantes cargos en Chile
e incluso a nivel internacional, como en el caso de José Miguel, actual
secretario general de la OEA.
Con Llona que llegó a Lima exilado a los 36
años y ya con el apelativo de “el viejo”, la buena relación política se
extendió a una sólida amistad -que dura hasta hoy- no sólo con él, sino también
con su esposa Gladys y Tomás, Andrea y Gastón, sus tres hijos. Mantenemos
contacto por correo electrónico y telefónico. He estado alojado un vez solo y
otra con Ana María en casa de ellos en Santiago y tenemos entre nuestros
“pendientes” pasar algunos días en su casa de veraneo en Isla Negra. Esta casa
de playa construida por ellos y con añadidos construidos por sus hijos
reemplazó a la que tenían en Cartagena recién inaugurada en los días del golpe
y que añoraban en los veranos en Lima y casi se había convertido en la “tierra
prometida” a donde alguna vez regresarían los Llona. Poco tiempo después que
toda la familia volvió a juntarse en Chile, pudieron verla pero nunca
disfrutarla ya que en verano de 1989 fue incendiada, en una acción de venganza
de algún fanático pinochetista…
En Lima también pudimos tener amistad con
otros militantes del MAPU-OC como Martín Mujica, Gonzalo Falabella, el “chico”
Raúl Ramírez y sus esposas Magda, Valeria, Erika, respectivamente. Todos ellos,
después de un par de años, continuaron su exilio en otros países. Martín se
insertó en la vida universitaria en Canadá donde vive hasta hoy, algunas veces
que ha venido a visitar a sus hermanas a Lima nos hemos visto e intercambiamos
ocasionalmente algunos mensajes. Gonzalo y Raúl de regreso a su patria se
dedicaron fundamentalmente al trabajo académico y esporádicamente nos hemos
comunicado.
FELIZ
REENCUENTRO EN VALPARAÍSO
El 11 de marzo 1990 quedó reinstaurada la
democracia en Chile, luego que la Concertación por la Democracia ganara las
elecciones y se instalara el gobierno del Patricio Alwyn, destacado dirigente
del Partido Demócrata Cristiano, que junto con el Partido Socialista, el
Partido por la Democracia y el Partido Radical conformaban el frente político
de centro izquierda triunfante, denominado Concertación de Partidos por la
Democracia, pero comúnmente conocido como la Concertación.
En noviembre de ese mismo año, tuve
oportunidad de reencontrarme con la mayoría de los amigos del MAPU OC, el MAPU
y la Izquierda Cristiana cuando todos ellos, a la par que disolvían en la
práctica sus propias organizaciones, se integraban en el Partido Socialista,
que a su vez dejaba de lado los problemas de facciones enfrentadas. Todo ello
ocurría en el primer congreso post Pinochet que realizaba el PS en el local del
Parlamento en la ciudad de Valparaíso. Esa importante reunión la presidió
Clodomiro Almeyda, a quien también había tenido oportunidad de tratar en Berlín
y Madrid (ver crónica “Dos culturas chocan en Berlín” del 20 de abril de 2013).
Asistí a ese congreso como secretario general
del PSR. Fue mi última actividad de carácter internacional antes de dejar la
política activa. Mi presencia fue saludada por el aplauso fraterno de los
delegados al Congreso. Pero lo que resultó emocionante es que por lo menos una
docena de los nuevos miembros del Comité Central se levantaron para acercarse a
mí y abrazarme. Con todos esos amigos habíamos tenido oportunidad de compartir
acciones solidarias y de rechazo a la dictadura de Pinochet. En la mayoría de
los casos, las últimas veces que los había visto estaban en situaciones difíciles
para ellos. Pero en esos momentos, poco antes de terminar 1990, varios eran
parlamentarios, ministros, embajadores o altos funcionarios de este primer
gobierno de la Concertación y tendrían posiciones de gran importancia en la
política chilena y latinoamericana en las siguientes dos décadas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario