Cuando el jueves 19 de agosto de 1982, un minuto antes de las siete y media de la noche, Lima quedó totalmente a oscuras, habían pasado sólo cuatro días que en su habitual conferencia de prensa dominical el presidente Fernando Belaunde Terry había afirmado que el terrorismo “es una fábula inventada por el periodismo” por lo que podía “dormir tranquilo”.