Era común que entrásemos cinco personas en el
Volkswagen que tenía más de trece años de uso, pero nunca nos imaginábamos que
alguno de los ocupantes llevara pistola. Sin embargo, a las 7 y 15 de la mañana
del 27 de marzo de 1990 los cinco ocupantes nos sentíamos incómodos en el auto.
Mis tres hijos por la presencia de un extraño a mi lado. El efectivo policial
vestido de civil -no recuerdo si Víctor o Ernesto que se turnarían en esos días
en darme seguridad- dándose cuenta que era absurdo participar de todos los
movimientos de un candidato, incluyendo traslado a colegios. Y yo muy
intranquilo de tener un hombre armado cerca de mis hijos, además de incómodo
por la privacidad perdida por lo menos hasta las elecciones generales del 8 de
abril.